El jefe de la Sección de Cirugía Hepática del Hospital Ramón y Cajal de Madrid, Javier Nuño, tiene en su despacho la fotografía de un padre y de su hija. El primero fue paciente suyo y lo fue estando completamente sano. La segunda se operó en el Hospital La Paz de Madrid, cuando tenía menos de dos años y una negra y única perspectiva por delante: la muerte.
Su progenitor fue de los primeros en España en hacer lo que aproximadamente 50 adultos cada año: donar parte de su hígado a alguien que lo necesita más que ellos, una acto de generosidad que Nuño define como "dar vida por segunda vez".
Un acto regulado por una estricta legislación que incluye la obligación por parte del donante de someterse a revisiones por parte del equipo que le ha operado durante dos años, algo a lo que no pudo haber escapado Gerard, el supuesto primo de Eric Abidal a quien en 2012 se le atribuyó el mismo acto de generosidad que tuvo el paciente de Nuño -y muchos otros desde entonces- con su hija.
Este miércoles, dicha generosidad se ha puesto en entredicho tras la publicación de unas llamadas de Sandro Rosell a un colaborador interceptadas por la Guardia Civil y la Policía Nacional, que desvelan que el expresidente del FC Barcelona afirma haber comprado un hígado ilegal para Abidal, algo que está investigando desde ya la Organización Nacional de Trasplantes (ONT).
Nuño descarta pronunciarse sobre este caso, pero es una de las voces más autorizadas para hablar de trasplante hepático en vivos al ser una de las cabezas del programa de colaboración conjunta entre los hospitales La Paz y Ramón y Cajal para realizar operaciones de este tipo. En el suyo se opera a los donantes y en La Paz a los receptores, siempre niños.
Se trata, explica el cirujano, de un procedimiento sumamente regulado, que se rige por una serie de protocolos que incluye incluso la supervisión por parte de un comité de ética y por un juez, que debe acreditar que la persona donante reconoce que hace lo que hace de forma altruista, algo que ha de acreditar también un médico ajeno al equipo de trasplantes.
Este profesional se ha de asegurar también de que el donante está en perfectas condiciones, tanto físicas como psicológicas y que ha recibido la información pertinente antes de la cirugía, lo que incluye conocer los riesgos a los que se asocia la operación. "Hay una legislación estricta para salvaguardar la esencia del sistema", recalca Nuño.
Sólo ocho hospitales españoles llevan a cabo este tipo de trasplante hepático en vivo, una operación "muy compleja" que afecta a un órgano vital "con más de mil funciones distintas", pero que tiene una importante peculiaridad: se puede dividir en dos y se regenera, recuperando su tamaño a los pocos meses de la cirugía.
En cada trasplante hepático de vivo participan aproximadamente 40 profesionales sanitarios. Los cirujanos-dos en la operación del donante y tres en la del receptor- han de asegurarse que el hígado se divide bien y que las dos porciones cuentan con los conductos biliares y la vía de entrada y de salida de sangre que lo atraviesa.
Para donar un hígado hay que ser muy altruista. Además de a numerosos exámenes clínicos y radiológicos, al paciente se le someterá a una cirugía convencional -en algunos casos se ha hecho por vía laparoscópica, pero no es lo habitual en España-que requerirá por supuesto de anestesia general y de un ingreso hospitalario de al menos siete días. Además, los pacientes tendrán que someterse a seguimiento de los equipos médicos que les han operado durante dos años el donante y durante 15 el receptor. "También nos sometemos a auditorías nacionales e internacionales", apunta el experto.
Eso sí, el pronóstico del donante -que ha de ser compatible en el grupo sanguíneo y, en el caso de los adultos, tener una cierta similitud de peso corporal con el receptor- es inmejorable. Como destaca Nuño, menos de un 3% presenta complicaciones en la primera semana. Después, ninguna. De hecho, pueden volver a una vida normal que incluye la práctica de deporte y que no requiere de ninguna medicación.