Si vuestra excusa para no ir a la playa es que puede aparecer un tiburón como el de la película de Spielberg, podéis estar tranquilos, que no veréis a ningún escualo atacando indiscriminadamente a bañistas ni a personas huyendo del agua despavoridas como en un famoso anuncio de los 80.
Eso no quiere decir que bañarse en el mar sea igual de seguro que ponerse a remojo en la piscina de la urbanización. Si unimos la imprudencia a la mala suerte, siempre puede haber algún animal –más discreto que un tiburón– que nos dé un susto en las costas españolas.
Las medusas
La reina de las picaduras en el agua es un invertebrado de aspecto gelatinoso y cuerpo en forma de campana. Protección Civil alerta de que hay una decena de especies de medusa frecuentes en las costas españolas, pero su peligrosidad es muy distinta, ya que algunas son inofensivas y otras poseen un veneno que puede causarnos problemas.
En general, una picadura de medusa no suele ser grave salvo que se produzca una reacción alérgica, pero en cualquier caso el dolor, el picor y el hormigueo que conlleva nos va a hacer pasar un mal rato. Y ojo a la hora de tratar la herida, que podemos agravar el problema: hay que limpiarla con agua salada, nunca con agua dulce y mucho menos con orina –remedio casero popular–, ya que podrías agravar el dolor. Después, una pomada con antihistamínicos y corticoides hará que estemos como nuevos en pocos días.
Estos animales se ven arrastrados por las corrientes de agua y por eso de vez en cuando llegan flotando hasta la costa, pero su pequeña invasión no suele durar mucho tiempo. No obstante, su número aumenta espectacularmente en todo el mundo a causa del cambio climático y la ausencia de depredadores. De hecho, la FAO dice que los depredadores deberíamos ser nosotros, ya que las medusas pueden formar parte de nuestra dieta, aunque de las que llegan a nuestras costas sólo la especie Cotylorhiza tuberculata es comestible.
La carabela portuguesa
Aunque a veces se la considera una medusa más e incluso se conoce como “falsa medusa”, la carabela portuguesa (Physalia physalis) es un sinóforo. Además de su color violáceo, a simple vista la diferencia es que, en lugar de una campana, parece una bolsa flotante con un gas en su interior que le ayuda a desplazarse. Por debajo tiene filamentos con células urticantes que pueden inyectar un veneno mucho más potente que el de las medusas.
La mala noticia es que a esta especie, tan atlántica como su nombre, últimamente le ha dado por tomarse unas vacaciones en el Mediterráneo, así que parece que nos la podemos encontrar casi en cualquier parte y llevarnos algo más que un disgusto. No hay más que preguntarle al reportero de Telecinco Jano Mecha, que hace días fue una de sus víctimas.
La carabela portuguesa se ve arrastrada por las corrientes con gran facilidad, pero los científicos creen que lo normal es que vaya desapareciendo según avance el verano.
Las rayas
Tienen una forma muy curiosa y reconocible, son animales planos con larga cola y un aguijón preparado para inocular veneno. Suelen estar en zonas arenosas, pegadas al fondo, así que las picaduras se producen porque no las vemos y las pisamos. Si nos pica, vamos a sufrir una gran hinchazón que puede ir acompañada de náuseas, vómitos y calambres.
El pez torpedo
De aspecto tan parecido a las rayas que también se le conoce como raya eléctrica y raya calambrosa, el pez torpedo o tembladera, puede dar descargas de hasta 220 voltios y 1 amperio. Aunque no es letal, es muy doloroso. De hasta 70 centímetros de longitud, su presencia es habitual en las costas andaluzas, aunque prefiere los fondos con fango.
Erizos de mar
Hay muchas especies de erizos de mar por todo el mundo y muchas son venenosas, pero no es el caso del erizo de mar del Mediterráneo. Lo que pasa es que este curioso animal está recubierto de púas, así que si lo tocamos, nos vamos a pinchar y el resultado es poco agradable.
Araña de mar
Se conocen como arañas de mar a los peces de una familia que incluye las especies Tranchinus draco o pez escorpión, la Tranchinus vipera o pez víbora y algunas otras de nombres comunes variados. Tienen glándulas venenosas y espinas en las aletas que son las que transmiten el veneno. Suelen estar entre las rocas y acantilados y a veces semienterrados en la arena, de manera que muchas veces las picaduras se producen por un pisotón. El dolor es fuerte y, en este caso, se recomienda agua muy caliente para destruir la toxina.
Las anémonas
Parecen algas o algún tipo de vegetal y, de hecho, hay estudios genéticos que las consideran casi una mezcla de animal y planta, pero el caso es que las anémonas son depredadores invertebrados que esperan en el fondo marino a que pase una presa –pequeños peces– para lanzarse a por ella. También llamadas actinias, su veneno no es muy dañino para el ser humano, pero nos puede dejar una especie de quemazón en la piel que dure meses. Entre ellas están los tomates de mar, conocidos así por su forma y color.
El pez piedra
No debería estar en esta lista, porque el pez piedra o Synanceia horrida pertenece a los océanos Índico y Pacífico, pero ya ha sido detectado en el mar Mediterráneo. Es difícil de reconocer, porque parece una roca, como su nombre indica, y a veces sobrevive horas en la arena, sin agua. Las espinas de las aletas inyectan un veneno muy fuerte, tanto que puede ser mortal si no se trata a tiempo.
Las escórporas
Reciben varias denominaciones, como cabracho, gallineta y escórpora (Scorpaena scrofa), y se pueden encontrar en el Cantábrico y el Mediterráneo. Vive en zonas rocosas y, si se siente en peligro, se pone en posición defensiva mostrando sus espinas venenosas. Es habitual que algunos buceadores lo toquen con las manos y así que produzca el doloroso contacto que, no obstante, se queda en una inflamación leve. Eso sí, las espinas se pueden quedar incrustadas y siguen siendo venenosas aunque el pez haya muerto.
Las morenas
A diferencia de la gran mayoría de los animales de esta lista, la morena es un pez que no inocula veneno –al menos no las de las costas españolas–, pero sí muerde. Quizá provoca más miedo por su aspecto de gran serpiente y en el Mediterráneo tiene fama de agresiva, pero en realidad sólo ataca cuando se ve acosada, algo muy parecido a lo que sucede con el congrio, con el que guarda un gran parecido.