No exagero, ni tampoco pretendo conseguir más clicks en estos tiempos en los que se confunde periodismo y tráfico. Lo cuenta muy bien la documentalista Line Hadsbejerg, pareja del activista Philipp Baier, impulsores de la organización Cleanwave que produce el filme. Descansa de fútbol y echa un vistazo, no da mal rollo y te hará mejor tipo.
A finales de febrero apareció un cachalote varado en Cabo de Palos (Murcia), tras abrirle las tripas (impresionante como describe el hedor del descuartizamiento de ballenas en su novela En el corazón del mar Nathaniel Philbrick) el espectáculo da que pensar. El cetáceo guardaba 29 kilos de plásticos, cabos rotos, redes de pesca viejas y otros deshechos derivados del petróleo. Las tortugas siempre se han tragado los restos de redes y los anzuelos, pero el Mare Nostrum, del que tanto presumimos con nuestras 696 banderas azules, está tocado.
Es cierto que nunca fue un mar fácil, tan cerrado, apenas con un estrecho de 15 km de ancho para desaguar, pero parece que no había estado tan mal y que el abuso del turismo nos lleva a situaciones apocalípticas.
Todos los testimonios del documental inciden en lo grave de la situación, pero merece la pena destacar algunas ideas. La primera es que no se tiene una memoria documentada de como fue el Mediterráneo en su esplendor, con toda su fauna y flora. Entonces cualquier intento de recuperación se basa en detener su degradación sin saber exactamente hacia donde dirigirnos. La segunda que los microplásticos, de menos de 5 mm, que se desprenden de los bañadores o de esos neoprenos que nos parecen eficaces y baratos flotan en las aguas de Cadaques o de Es Vedrá y no los vemos.
Los peces se los comen y cuando vamos al Bigotes a comer un Bullit de Peix, pescado esa mañana nos sentimos felices y conectados con la vida orgánica pero nos estamos comiendo un bañador del Decathlon a trocitos
Y ya no hablo de los pájaros que parece que nos dan lo mismo porque no nos comemos a las gaviotas (por ahora). Hablo de que si te joden las medusas hay que luchar contra los microplásticos para que los atunes se las coman. Es fácil.
El viernes en el moderno auditorio de Jesús (te digo que ser “vecino de Jesús” mola más que llevar la matrícula de Andorra) el documental Out of Plastic, me hizo fruncir el ceño. “Lo que está pasando debajo del agua la gente no lo ve... En el 2050 habrá más plástico -microplástico- en el Mediterraneo que peces”. ¿Apocalíptico? Que más da que lo sea. El Mediterráneo, el de Serrat y el tuyo, tiene una situación complicada, lo bordean 21 países y no todos (no citemos nombres pero imaginate la política medioambiental pongamos en... Libia) nos comportamos igual.
España por sus miles de kilómetros de costa debería convertirse en ejemplo para el mundo de como comportarse con su mar, cada vez los grandes hoteleros de Baleares lo están haciendo mejor, todo es mejor pero el problema como dice uno de los testimonios es “que si los chicos que nazcan ahora consideran que lo normal es esto... olvídate”.
Lo malo del plastico es que es perfecto, perfecto para todos... menos para el medio ambiente. “Que las familias se organicen y un día salgan todos a recoger plásticos de la playa está bien, muy bien, pero eso no cambia las cosas. Las cosas cambian si las empresas producen pensando en una economía circular que ayude a que el reciclaje sea más sencillo”, dice con aplastante sentido común uno de los testimonios.
El documental se olvida de la superpoblación. El reto se agiganta con las proyecciones demográficas que no solo nos enfrentan al problema de que las pateras de hoy pueden ser “ferrys de inmigración” sino a la educación de nuestros vecinos. En el 2050 la población de África crecerá, según estimaciones, en 900 millones de habitantes. Muchos pensamos que los próximos caballitos de mar (Hyppocampus) los veremos antes en Amazon que en Tagomago.
Todas las noches antes de dormirme intento recordar los caballitos de mar en el Mar Menor cuando era chico y los veía buceando con esas gafas de Madelman (no te pierdas la expo 50 años de Madelman en el Museo Antropológico de Madrid) que ahora molan tanto. Eran años en los que los submarinistas eran hombres buzo, el agua se guardaba en aljibes y las medusas ciencia ficción.