Durante los últimos años, el concepto de ayuno intermitente ha revalorizándose en el mundo de la nutrición gracias a varios estudios que le otorgaban múltiples beneficios. De elixir de la juventud, alargando la esperanza de vida, hasta potenciador atlético, mejorando el rendimiento deportivo. Otros trabajos han detectado mejoras en el perfil del colesterol y grasas en sangre, junto a la pérdida de peso.
De hecho, ya en el siglo XIX algunos médicos, como fue el caso del Dr. Bloom u otros autores como Duncan o Drenick empezaron a usar el ayuno como parte de algunos tratamientos médicos contra la obesidad mórbida con buenos resultados. Sin embargo, una nueva investigación presentada en la Reunión Anual de la Sociedad Europea de Endocrinología en Barcelona habría encontrado un posible efecto adverso.
Así, el ayuno interminente provocaría daños en el páncreas y aumento del riesgo de diabetes tipo 2. Esta sería una de las primeras investigaciones que va totalmente en contra de multitud de estudios que habrían señalado los variados beneficios derivados del ayuno intermitente, por lo que sus autores aconsejan tratar estos datos con cierta precaución.
En este nuevo trabajo, realizado en ratas adultas durante tres meses por parte de investigadores de la Universidad de Sao Paulo en Brasil, se pretendía investigar qué efectos reales tiene el ayuno intermitente tanto en el peso corporal, como en los niveles de radicales libres y el funcionamiento de la insulina.
Durante el periodo de estudio, los roedores fueron sometidos a un ayuno intermitente de 24 horas cada dos días, también conocido como Eat Stop Eat, mediante el cual se logró una pérdida de peso total al finalizar el experimento, pero a su vez se detectó un aumento de la grasa abdominal. Cabe destacar que este es el tipo de ayuno intermitente más popular entre los seres humanos, y el más estudiado, aunque no se recomienda realizarlo más de dos veces a la semana.
Paradójicamente, y en contraposición al resto de estudios anteriores al respecto, en esta ocasión se descubrió que tras los tres meses de ayuno intermitente, las células productoras de insulina del páncreas de los roedores mostraban daños. Asimismo, también se identificaron marcadores de resistencia a la insulina, algo que llegó a los autores a concluir que este tipo de dieta podría conducir a sufrir diabetes y otros problemas de salud graves.
Un cuchillo de doble filo
Por otro lado, los trabajos que han detectado precisamente efectos contrarios a los anteriormente mencionados son mayoría. Uno de tantos ejemplos es un reciente estudio llevado a cabo por la Universidad de Yale y publicado en enero de 2018 en Cell Metabolism, donde se concluyó que las dietas muy bajas en calorías pueden llegar a revertir la diabetes.
Por otro lado, otro estudio llevado a cabo por la Universidad del Sur de California y publicado en la revista Cell en 2017 concluyó algo similar, afirmando que una dieta de ayuno en ratones con diabetes podría estabilizar los niveles de glucosa en sangre, y no al revés como concluye el trabajo actual.
Asimismo, cabe destacar que el metabolismo de los roedores y el de los humanos difiere en muchos aspectos. De hecho, un ayuno de 24 horas en ratas equivaldría aproximadamente a tres o cuatro semanas de ayuno en humanos, por lo que no es comparable. Por otro lado, el estudio no pudo demostrar exactamente que las ratas sufrían diabetes, sino tan solo que había marcadores de la enfermedad podrían relacionarse con una futura diabetes.
Para finalizar, como "comparativa" existe un ensayo clínico realizado en humanos en 2017, donde 71 participantes se sometieron a tres meses de experimento donde realizaban un "ayuno" de cinco días cada mes. No fue un ayuno Eat Stop Eat como en este caso, sino algo similar al ayuno intermitente tipo Alternative day fasting o ayuno 5:2, donde lo que se hace es reducir drásticamente las calorías en casi dos tercios del total durante dos días determinados a la semana, comiendo sin restricción los otros cinco días.
En este caso, las conclusiones del ensayo clínico fueron que se reducía la grasa abdominal corporal, la presión arterial y la inflamación general. Totalmente lo contrario de lo que sucedió en el actual estudio con ratas.