El frigorífico es, probablemente, el electrodoméstico más imprescindible que tenemos en casa. Nos permite alargar la vida útil de los alimentos y así planificar mejor las comidas. Y más en verano, cuando los productos se deterioran más deprisa y apetece comer cosas frías. Pero, ¿es necesario o conveniente meter todo en la nevera? No. Hagamos un repaso.
El pan
Empecemos por el alimento más básico de nuestra dieta y que sirve para acompañar casi cualquier cosa. El pan no se debería meter nunca en la nevera por la sencilla razón de que se pondrá duro más deprisa y, por supuesto, esto afecta también a la textura y el sabor. Tampoco es necesario el frío para el pan de molde. Sólo tiene sentido si hablamos de sándwiches o bocadillos por lo que tengan dentro.
Los tomates
Sí, los tomates en la nevera duran más, pero luego no nos quejemos de que no saben a nada. Es posible que ya no sepan a nada recién traídos del supermercado, pero aunque sean buenos se ven perjudicados por el frío. Un tomate a temperatura ambiente sigue completando su proceso de maduración y acumula más compuestos volátiles, que le dan aroma y sabor. En la nevera ocurre lo contrario: a pocos grados pierden esas propiedades, según comprobó un estudio al comparar lo que les ocurría a 20 y a 4 grados centígrados. Otros ingredientes de las ensaladas, como la lechuga, aguantan bien el frío dentro de los cajones de refrigeración.
Los plátanos
Con los plátanos ocurre algo parecido: el frío impide que maduren como deben. Eso parece buena idea, porque generalmente se pudren muy rápido, pero en realidad no lo es: se quedan demasiado verdes, sin sabor; y si ya estaban en su punto sólo conseguimos que se pongan negros, cosa que no tiene nada de malo pero los hace menos apetecibles. Al resto de las frutas tropicales –papayas, aguacates y piñas– y a los melocotones y ciruelas les sucede algo parecido. En cambio, las manzanas y las peras no tienen ningún problema con el frío.
Melones y sandías
Como son las frutas reinas del verano, nadie se imagina que los melones y las sandías puedan estar fuera de la nevera, pero en realidad el frío no les hace falta, sobre todo si no se han abierto. Una vez cortados, fuera del frigorífico se estropean rápido. Aún así, cuanto menos frío mejor: esa rodaja de sandía a punto de congelarse pierde todo su sabor y también sus propiedades antioxidantes. En cualquier caso, hay que reconocer que estas frutas apetecen frescas, lo cual tiene fácil solución: meterlas en la nevera tan sólo un rato antes de consumirlas.
Ajos y cebollas
En el caso de los ajos, más que el frío, lo que les viene mal es la humedad hasta el punto de que se pueden podrir o les puede salir moho. Lo mismo ocurre con las cebollas. Tanto unos como otras se deben conservar en un lugar fresco, pero mejor que esté seco y ventilado. Y que sea oscuro, porque la luz les hace germinar. Como mal menor o si ya están troceados y queremos conservarlos en la nevera, mejor en un recipiente cerrado.
El jamón serrano
Quizá por analogía con otros productos como el jamón york, no es raro encontrarse en la nevera el jamón serrano, pero es un error, ya que el frío altera el aroma y el sabor. Si lo hemos cortado en lonchas y ha sobrado, es cierto que se conserva mejor en frío, pero deberíamos cubrirlo con papel film para que quede casi como envasado al vacío. Si ya viene así, conviene sacarlo un buen rato antes y que coja temperatura ambiente.
Algunos quesos
Por supuesto, la gran mayoría de los quesos necesitan frío para conservarse, pero en general se puede decir que no es necesario en los curados y menos si están enteros. El frío los reseca, los agrieta y hace que pierdan propiedades y sabor. En cualquier caso, si nos empeñamos en meterlos, habría que elegir la parte central de la nevera, la menos fría, o los cajones de las verduras.