Los mensajes sin base científica sobre la leche están generando una gran confusión entre la población. Seguro que has escuchado que la leche engorda, que puede producir intolerancias o que incluso el ser humano no debería tomarla más allá de las primeras etapas de su vida. Sin embargo, todo ello es fruto de una campaña de desprestigio que solo busca hacerle daño a este alimento básico en nuestra dieta.
Según el libro blanco de los lácteos avalado por la Sociedad Española de Medicina de Familia Comunitaria (semFYC), la Sociedad Española de Endocrinología y Nutrición (SEEN) y la Sociedad Española de Geriatría y Gerontología, la leche es necesaria en nuestra dieta por su contenido en calcio, fósforo y proteínas. Así, numerosos científicos y expertos la ven, junto a sus derivados, como un alimento fundamental para el crecimiento y desarrollo normal de los huesos. Y aunque en otros alimentos podemos conseguir parte de sus nutrientes, en pocos al nivel que proporciona la leche: solo un vaso contiene unos 300 mg. de calcio que además es de fácil asimilación por nuestro organismo.
A pesar de ello, mucho se ha dicho para echar por tierra todas sus ventajas. Acudiendo a la ciencia, podemos desterrar los mitos más peligrosos que nos pueden hacer prescindir de este alimento.
Ni engorda ni sube el colesterol
Una de las principales ventajas de la leche es que es un alimento con una adecuada densidad nutricional. Esto significa que nos aporta nutrientes, pero con un escaso contenido calórico. Así que consumirla dentro de una dieta equilibrada y un estilo de vida saludable no influirá para nada en nuestro peso. Es más, la FAO considera a la leche y a los productos lácteos importantes en una dieta variada.
Además, existen leches desnatadas y semidesnatadas cuyo contenido calórico es incluso más reducido. De igual modo, a las personas con hipercolesterolemia (colesterol elevado de la sangre) se les recomienda el consumo de estas leches bajas en grasas. La grasa de la leche aporta una cierta cantidad de colesterol al organismo; sin embargo, no está demostrado que la leche de por sí provoque un aumento del colesterol.
También es peligroso pensar que sus niveles de azúcar nos pueden acarrear problemas. Lo primero que se debe saber es que el azúcar presente en la leche no es el común, conocido como sacarosa, sino que se trata de lactosa. Este azúcar natural aporta energía, mejora la absorción del calcio y es esencial para el desarrollo cerebral, metabolismo óseo y el crecimiento.
Además, el consumo de la leche puede evitar padecer diabetes. Como recoge uno de los últimos informes de las Fundaciones Española e Iberoamericana de la Nutrición con el aval de FESNAD (Federación Española de Sociedades de Nutrición, Alimentación y Dietética), el calcio ingerido a través de la leche y de los productos lácteos, con un índice adecuado de vitamina D, se asocia con un menor riesgo de diabetes mellitus de tipo 2 y con menor riesgo de diabetes gestacional en mujeres embarazadas.
Otra de las falsas creencias que se han difundido es que la leche produce mucosidad y afecta a las personas con asma. Nada de ello está avalado por la ciencia, como tampoco pensar que la leche produce cáncer. Los estudios han demostrado que no solo es una afirmación infundada, sino que incluso la leche podría actuar de protectora frente a algunos tipos de cáncer. Así lo han demostrado estudios como el PREDIMED elaborado por investigadores de la Unidad de Nutrición Humana de la Universitat Rovira i Virgili, que sugieren una conexión entre el consumo de leche y lácteos y un menor riesgo de padecer cáncer colorrectal.
Tampoco produce alergias ni intolerancias
También es común escuchar que la leche sienta mal de forma general. Sin embargo, si apelamos a las investigaciones científicas, esto sólo le ocurre a personas con alguna intolerancia a la lactosa y, para esos casos, también existe leche sin ella, las cuales ya incorporan este azúcar natural predigerido.
Si bien es cierto que hay personas alérgicas a la leche, en estos casos, la alergia es a sus proteínas y, por lo general, les ocurre a niños menores de un año. En su mayoría, los síntomas se presentan al iniciar la lactancia artificial, generalmente después de un período prolongado de lactancia materna. Aun así, su índice es muy bajo: entre el 1 y el 2 % de la población infantil. Además, tan solo el 15% de los niños que la padecen la mantienen después de los 6 años. Por lo que esto no significa que la leche en su conjunto cree estas intolerancias o alergias.
También se ha llegado a decir que la leche del supermercado es un alimento procesado sin propiedades o que incluso contiene antibióticos, algo que está prohibido por ley. Sin embargo, lo único que se hace en una central lechera antes de ponerla en el mercado es calentarla para eliminar cualquier microorganismo nocivo y así favorecer que se pueda consumir de forma segura durante más tiempo.
Las vegetales no son más saludables
Las mal llamadas leches vegetales se han puesto de moda. Sin embargo, al contrario de lo que se podría pensar, no las debemos considerar leches como tal ni como una mejor alternativa nutricional. Más bien al contrario: la proteína de la leche aporta una mayor calidad nutricional y además es una fuente natural de calcio. En las bebidas vegetales, la mayoría del calcio es añadido, que se absorbe mucho peor que el natural.
Por ejemplo, la bebida de soja, una de las más populares entre las vegetales, cuenta con el 91 % del calcio añadido y, aun así, su cantidad suele ser menor que en las leches semidesnatadas: unos 120 mg. frente a 125 mg. por cada 100 ml., según los últimos estudios de las Fundaciones Española e Iberoamericana de la Nutrición con el aval de FESNAD (Federación Española de Sociedades de Nutrición, Alimentación y Dietética). Además, la leche tiene una cantidad de minerales y de vitaminas (como la D, imprescindible para la absorción del calcio) que no contienen habitualmente las bebidas vegetales.
Asimismo, pensar que puedes mantener tus niveles de calcio sin tomar leche puede resultar peligroso. Por mucho que nos digan que las verduras de hoja verde, el brócoli, los frutos secos y algunos pescados son ricos en calcio, nada de esto se compara al aporte de la leche. Un vaso de leche (300-250 ml) solo es superado por poco por una ración de cigalas (383 mg.) o de algas desecadas (360-264 mg.), ambos alimentos poco habituales en la dieta. Y eso si hablamos solo de cantidad, si consideramos la calidad del calcio, es decir, la facilidad con la que el organismo lo asimila, entonces el calcio de la leche es, de lejos, el que mejor se absorbe.
La nueva moda: no está hecha para los mayores
Puede que hayas escuchado que el hombre es el único mamífero que sigue tomando leche tras el fin del periodo de lactancia, y que no debería ser así. Sin embargo, esta diferencia con respecto a las otras especies no es más que fruto del desarrollo del ser humano para adaptarse al entorno y sobrevivir. De hecho, el consumo de leche, que se inicia en el Neolítico, es considerado un salto evolutivo para el hombre.
Además, creer que solo debe consumirse durante la niñez sería estar desperdiciando un alimento muy completo, ya que aporta proteína de alta calidad nutricional, hidratos de carbono, minerales y vitaminas. Por eso, según los expertos, su consumo debe ser parte de una dieta equilibrada en cualquier etapa de la vida y, como hemos visto, no está demostrado que nos perjudique, como nos quiere hacer creer la pseudociencia, sino todo lo contrario.