Potitos, papillas y otros “venenos”: la campaña que denuncia la estafa de la alimentación infantil
- Justicia Alimentaria denuncia que la comida industrial para bebés no siempre cumple con las bondades que promete y genera "un botín" de 500 millones de euros al año sólo en España.
- La organización asegura que existe todo un entramado publicitario, de avales médicos, etiquetado confuso y reclamos nutricionales engañosos detrás de ello.
Las farmacias son esos locales a los que acudimos normalmente para comprar medicamentos y en los que, además, podemos adquirir productos para los más pequeños como papillas, potitos, o leches de sustitución, por ejemplo. Estos establecimientos deberían tener como máxima la venta de fármacos o productos sanos. Sin embargo, no siempre ocurre así. Al menos, eso es lo que asegura la Justicia Alimentaria, una organización cuyo objetivo es "cambiar el sistema agroalimentario que oprime y expulsa a las comunidades rurales y destruye el medio ambiente" y que ha denunciado en su última campaña "la gran estafa de la alimentación infantil".
El vídeo, que fue publicado en Facebook el pasado 31 de agosto y que ha sido compartido más de 3.000 veces, denuncia que la alimentación infantil "es una mentira", que las distintas Administraciones miran para otro lado y que "con el apoyo de algunas asociaciones pediátricas promueven productos insanos que se presentan como saludables y se venden en farmacias". Tal cual. "Hablamos de alimentos procesados que contienen una gran cantidad de azúcares y cuyo consumo desaconseja la Organización Mundial de la Salud", se puede leer en el vídeo mientras se suceden imágenes de niños comiendo fruta junto a su padres.
En realidad, esta campaña pertenece a un informe titulado Mi primer veneno: la gran estafa de la alimentación infantil, que se publicó el pasado mes de abril y en el que denunciaban "las falacias de los productos procesados para bebés (0-3 años) y todo el entramado publicitario, de avales médicos, etiquetado confuso y reclamos nutricionales engañosos para respaldar que estos productos son una alternativa cómoda y saludable a la comida casera". Según la organización, la "mayoría" de los potitos y productos que los padres dan a sus hijos son "altamente procesados, tienen un escaso valor nutricional y algunos de ellos son claramente insanos", alejándose mucho de las bondades que tiene la comida real como la fruta o la verdura.
Este negocio, siempre según datos de la organización, se dirige a 1,6 millones de "bocas target" y se incorporan a él 425.000 nuevos clientes cada año. "En concreto, un botín de 500 millones de euros y 60.000 toneladas de producto, dividido en tres grandes sectores: los derivados lácteos de sustitución, las harinas y cereales (las papillas) y los alimentos sólidos texturizados (los potitos)", apunta la investigación realizada por Ferrán García, miembro de la organización. "A ellos hay que añadir el nuevo intento y potencial gran fuente de ingresos donde las empresas están volcando sus esfuerzos recientemente: las chucherías baby (postres industriales, galletas, snacks, chocolates, etc)".
Justicia Alimentaria no sólo denuncia la producción y venta de estos productos para los más pequeños, sino que va un paso más allá y apunta también a las fuentes de información que utilizan las familias para escogerlos ("la recomendación pediátrica -que incluye la farmacia como gran punto de venta-, recomendaciones de personas cercanas, los anuncios de televisión y los reclamos en los propios supermercados"). Un hecho que, en palabras de García, indica que "la percepción médica de la alimentación infantil está muy extendida y no ha sido casual, sino que forma parte de un entramado de la industria para vender más bajo el falso paraguas de la salud".
Una campaña polémica
Desde que vio la luz, tanto el informe como la campaña han provocado algunas críticas entre los usuarios de las redes sociales. Son muchos los que defienden el punto de vista de Justicia Alimentaria, pero no son menos los que aseguran que los potitos que se venden en farmacias y supermercados son alimentos seguros, y que no se trata de alimentos ultraprocesados.
Esterilización consiste en introducir los potitos en una especie de ollas Express gigantes donde se les somete a calor. Es lo mismo que se hace con las conservas. Aún así llaman a estos alimentos #ultraprocesados.
— La ciencia de comer (@lacienciadcomer) 4 de septiembre de 2018
Los potitos de frutas o de carne, pescado, verduras, no suelen llevar ni sal ni azúcar añadida. Para asegurarnos que es así basta con mirar el listado de ingredientes.
— La ciencia de comer (@lacienciadcomer) 4 de septiembre de 2018
La legislación obliga a hacer controles mucho más rigurosos a este tipo de alimentos dedicados a los bebés.