Ninguna sociedad científica la recomienda y, en teoría, su realización a personas sanas tendría que ser la excepción y no la norma y, sin embargo, a millones de varones mayores de 50 años su médico les prescribe anualmente un análisis de sangre en busca de una proteína con unas siglas que se han hecho muy populares aunque pocos saben lo que significan: PSA.
Corresponden a las palabras antígeno prostático específico y, en teoría, unos valores elevados del mismo podrían indicar la presencia de células tumorales en la próstata. Sería, así, un indicador temprano de que un varón padece el que es el cáncer más común en este género, el de próstata. El único problema a esta ecuación casi perfecta es que no es así.
Ahora, un nuevo estudio publicado en la revista The BMJ, y que se basa en datos de cerca de 700.000 personas, vuelve a confirmar lo inútil de este test tan habitualmente prescrito en las consultas médicas de todo el mundo de forma rutinaria.
La razón no es nueva, pero es necesario repetirla mientras la prueba se siga llevando a cabo. La realización sistemática del análisis de PSA hace que se detecte un mayor número de casos de cáncer de próstata, pero muchos de los hombres diagnosticados con la prueba pasarían el resto de su vida sin experimentar ningún síntoma de la enfermedad y, sobre todo, sin fallecer por su causa.
Prueba con consecuencias
Pero el cribado con PSA tiene consecuencias. Lo normal es que, si los niveles de la proteína están elevados, el médico lleve a cabo un tacto rectal, otra prueba de diagnóstico precoz cuya evidencia científica está cuestionada. El siguiente paso va mucho más allá de lo desagradable y consiste en la realización de una biopsia.
Esta prueba diagnóstica sí tiene riesgos, como bien recordará el exministro socialista Alfredo Pérez Rubalcaba, que tuvo que ser ingresado en la UCI del Hospital Gregorio Marañón en 2011 tras hacerse esta prueba en la próstata precisamente para intentar confirmar la presencia de un cáncer de próstata que finalmente no padecía.
La revista británica ha ido un paso más allá en esta ocasión. Además de publicar la nueva evidencia científica, ha elaborado una guía de práctica clínica basada en la misma
En ella, reitera la inutilidad del cribado sistemático, pero aconseja también cómo hacer frente a ciertas personas que puedan estar especialmente interesadas en hacerse las pruebas, como aquellos con historial de cáncer de próstata en la familia o descendientes de africanos, con mayor riesgo.
Para ellos, creen los autores, la oferta del PSA no se debe eliminar de los servicios clínicos, pero sí se ha de explicar muy bien. Beneficios y riesgos tendrán que ser claramente expuestos, de forma que la decisión final sea compartida.