La poliomielitis está a punto de ser erradicada en todo el mundo gracias a las vacunas, pero hace pocas décadas esta enfermedad infecciosa que ataca principalmente a los niños era una pesadilla que causaba parálisis, dolores articulares y deformidades.
En España se registraron miles de casos en los años 50 y 60. Muchos de los afectados, entonces niños, aún sufren las consecuencias y se preguntan si el régimen franquista pudo hacer algo más. Al principio las autoridades se preocuparon por negar la epidemia y más tarde, por proclamar que ya se había superado.
En este contexto, la investigación de unos historiadores reveló hace unos años una sorprendente historia acerca de la vacunación en España. Mientras que por una parte se había iniciado una campaña para combatir la expansión de la enfermedad a través de la vacuna Salk –desarrollada por el estadounidense Jonas Salk en formato inyectable–, por otra, en 1963 tuvo lugar un macroensayo en las provincias de León y Lugo con una vacuna oral.
Esta segunda opción tenía un carácter experimental y prácticamente secreto, ya que no se le explicó a la población (y ni siquiera a los propios médicos) que se trataba de una fase piloto: se presentó como campaña nacional. En definitiva, se engañó deliberadamente a leoneses y lucenses, que no tenían ni idea de lo que se les estaba administrando a sus hijos.
La nueva vacuna oral llevaba el nombre de Albert Bruce Sabin, virólogo polaco nacionalizado estadounidense que la desarrolló, pero había diferentes tipos que fueron empleados en este ensayo. "Es sorprendente este uso de una vacuna Sabin trivalente cuando sólo tenemos noticias de su uso parcial (como ensayo) en Rusia en 1960", aseguran en su trabajo los investigadores Juan Antonio Rodríguez Sánchez y Jesús Seco Calvo.
Disputa entre Falange y militares católicos
Lo que se oculta detrás de este extraño episodio es la disputa soterrada por el poder entre dos organismos franquistas que en aquellos momentos luchaban por controlar la Sanidad española.
Por una parte, el Seguro Obligatorio de Enfermedad (SOE, que pertenecía al Instituto Nacional de Previsión) era un instrumento de la Falange. Por otra, la Dirección General de Sanidad (DGS) era próxima a sectores militares católicos. Mientras que el SOE apostó por la vacuna de Salk, la DGS fue responsable de la introducción de la vacuna oral Sabin y de esta extraña campaña piloto que la precedió.
La elección de Lugo y León no fue una casualidad. La sanidad en esta zona del país estaba más atrasada y dependía en buena medida de órdenes religiosas. Además, el número de casos era elevado.
"La campaña piloto de vacunación antipoliomielítica fue un éxito porque debía ser un éxito, independientemente de los resultados", aseguran los historiadores. De hecho, sus promotores llegaron a planear incluso cómo "evitar que se difundiese el fracaso en caso de producirse".
La realidad es que la distribución de la vacuna se realizó en condiciones precarias y fue bastante chapucera. Para administrarla por vía oral se incorporaba en terrones de azúcar para los niños, pero las dosis eran variables y no siempre ajustadas a las recomendaciones.
El resultado de todo aquello era mejorable, la campaña piloto en estas provincias no erradicó la enfermedad ni las secuelas, pero resultó lo suficientemente amplia y convincente para que la vacuna Sabin terminara por imponerse.
Tanto la vacuna de Salk como la de Sabin han resultado un éxito y han contribuido a que la polio haya desaparecido casi por completo del planeta, con sólo 37 casos notificados en 2016 –pervive en Afganistán, Nigeria y Pakistán– frente a los 350.000 de hace 30 años. Aún así la Organización Mundial de la Salud no declaró hasta 2002 a Europa zona libre de polio.
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