Era la segunda entrevista más esperada del año -después de la que su madre concedió en octubre-, aunque ni ¡Hola! ni ninguna otra revista la hubiera querido dar. Porque si Álex Lequio, el hijo de Ana Obregón y Alessandro Lequio, no hubiera sido diagnósticado de cáncer a los 25 años, esta conversación nunca hubiera tenido lugar.
Pero la realidad es la que es y el joven ha decidido abrirse a la popular revista del corazón para, entre otros motivos y como él mismo ha contado en su cuenta de Instagram, "ayudar a su madre con parte" del coste económico de su tratamiento, que ha repartido entre varios hospitales privados: el Memorial Sloan Kettering Cancer Center, en EEUU y la Clínica Universidad de Navarra, que se sepa, en España.
Aunque en la entrevista, y también en sus redes, Lequio ha explicado que quiere desmitificar la palabra cáncer y hacer que ésta deje de ser un tabú, el hecho es que ha perdido una oportunidad de oro para, con su experiencia, ayudar realmente a hacerlo. El análisis de sus respuestas desvela que su intención de normalizar la enfermedad se queda precisamente en intención, ya que huye de cualquier tipo de concreción que pudiera hacer identificarse a personas en la misma situación. Esto es lo que el empresario podría haber contado y ha callado.
Reconocer que el cáncer es una patología grave
Aunque es comprensible, y quizás encomiable, que Álex se tome con tan buen espíritu su enfermedad, la realidad es que el cáncer es una patología grave, una enfermedad cuyo pronóstico ha mejorado muchísimo en los últimos años pero que sigue siendo la segunda causa de muerte en los países desarrollados. Pero en la entrevista el hijo de Ana Obregón llega a decir: "Es que el cáncer no es sinónimo de fatalismo y muerte, sino al revés: es sinónimo de vida".
Decir el tipo de cáncer que padece
Es un mantra que repiten desde hace años los oncólogos y los investigadores: hablar de cáncer en general es hacerlo de muchísimas enfermedades distintas. Por esta razón, hubiera sido de gran ayuda para los pacientes -y para que se cumpliera su deseo de normalizar su experiencia- no ocultar a qué tipo de patología concreta se enfrenta él. Por supuesto, no tiene por qué hacerlo, pero llama la atención que lo oculte en una entrevista tan extensa concedida específicamente para hablar de su enfermedad.
Explicar los tratamientos que le han aplicado
Teniendo un altavoz como ¡Hola!, una revista con dos millones de lectores, Lequio podría haber ayudado a normalizar la idea de que existen distintos tratamientos para el cáncer y que estos no se reducen a las más conocidas quimio y radioterapia. Aunque en otras publicaciones en redes sociales -de él y de su madre- se ha hablado de "nueva y quisquillosa etapa del tratamiento" o se ha informado de que Álex estaba en aislamiento, el joven rechaza especificar las terapias que ha recibido, a pesar de que la periodista se lo pregunta específicamente.
"Yo soy muy de ir ahí, sentarme y como Drácula: me enchufan, me ponen los medicamentos y veo pasar líquidos rojos, verdes, transparentes...", afirma. Sin embargo, esta afirmación no encaja con otras que hace en la entrevista, lo que implica que puede que sea intencionada. Por ejemplo, el hijo de Ana Obregón habla con soltura de términos como quimioterapia, tratamientos inmunológicos o terapias personalizadas y afirma que siempre ha tratado de entender "qué estaba pasando, observar todo desde un punto de vista empírico, analizarlo y comprenderlo". Si lo ha hecho no ha querido, desde luego, compartirlo con los lectores de la biblia del corazón.
Normalizar los efectos adversos de las terapias
En la misma línea, los efectos adversos de los tratamientos que le hayan aplicado a Álex Lequio no parecen merecer mucho comentario por parte del entrevistado. La firmante de la entrevista sí hace notar los cambios físicos más evidentes en la introducción a la misma: "Con los tratamientos de quimioterapia que está siguiendo para curarse del cáncer que le diagnosticaron en marzo ha perdido los rizos [...] y ha perdido 15 kilos".
Pero él no incide más en ellos. Nada de normalizar que muchas de estas terapias, más allá de hacer perder el cabello, no sientan bien. De hecho, bromea con el asunto. "Yo me he puesto amarillo, he levitado...ja. ja, ja. No te lo creas, es broma. Pero sí es verdad que, a veces -pobrecita mi madre- le pegaba unos sustos... me ponía a temblar, o a hacer cosas raras, de broma, para asustarla".
Sí que hace una mención al aspecto más físico de los efectos de las terapias, de nuevo en clave humorística. "A mí, mirarme al espejo y parecer un reptil me hace gracia", afirma.
Hablar del futuro
Para personas que puedan estar pasando por la misma situación que el joven Lequio podría haber sido de ayuda saber no sólo en qué consiste su tratamiento -y para qué enfermedad es-, sino conocer cuándo está previsto que acabe. Pero, de nuevo, el empresario es esquivo a la hora de responder a la periodista, que le pregunta: "Ya te queda poco para terminar el tratamiento, ¿verdad?". "Espero que sí, aunque eso nunca se sabe", destaca para, a continuación, lanzar el único mensaje de toda la entrevista que no es radicalmente positivo: "Esta es una enfermedad en la que, siendo realista, desconoces las idas y venidas y lo que te queda es tomarte cada día como si fuera el último y esperar lo mejor posible".
En esta ocasión, sí es algo más concreto al decir que le quedan "diez años de supervisión" y que espera poder sentarse en una década y protagonizar una entrevista similar. "Si no, os daré la dirección para que me mandéis unas florecitas... de p. madre", concluye.