Apenas existe consenso en el mundo científico sobre las causas de que los ancianos duerman menos horas que cuando eran jóvenes. Algunos lo achacan a cambios en nuestro biorritmo; otros, como un estudio de Cell, a la disminución del sueño profundo debido al desgaste neuronal. Esta ausencia de la fase REM -el estado onírico donde movemos los ojos, soñamos y que representa una cuarta parte del proceso- provoca un descanso más superficial conforme envejecemos. Es decir, aumenta el número de siestas y disminuye la capacidad de dormir muchas horas seguidas durante la noche. En esto también influyen otras molestias físicas o una posible ingesta de medicamentos que dificulten un descanso adecuado.
Sean cuales sean las causas, una nueva investigación insta a los miembros de la tercera edad a cuidar mejor sus patrones de sueño. Los departamentos de neurología de varias universidades estadounidenses lo han confirmado: dormir poco equivale a acelerar un posible proceso de demencia en nuestro organismo. Los resultados obtenidos en el estudio publicado por Science confirman que unos hábitos de descanso saludables ayudan a preservar la salud mental. De lo contrario, la aparición de enfermedades como la demencia o el Alzheimer puede acelerarse rápidamente.
El estudio se ha realizado mediante pruebas con ratones de laboratorio y humanos. Los neurólogos descubrieron una correlación entre la falta de sueño y la aparición de una proteína denominada tau. Se trata de una sustancia asociada a los microtúbulos, unas pequeñas estructuras cerebrales que intervienen en diversos procesos celulares.
Tau juega un papel clave en determinados procesos neurodegenerativos. Los científicos creen que colabora con el principal componente de las placas seniles, beta-amiloide, presente en todos aquellos pacientes que sufren Alzheimer. Todos solemos tener cantidades moderadas de esta proteína en nuestro cerebro. Sin embargo, los encargados del estudio afirman en sus conclusiones que las cantidades de tau aumentan exponencialmente sin unos hábitos de sueño adecuados.
"Lo interesante de este estudio es que apunta a que hábitos como el sueño podrían afectar a la velocidad con la que esta enfermedad se extiende a través del cerebro", declara el neurólogo David Holtzman. "Ya sabíamos que los problemas de sueño y el Alzheimer se relacionaban a través de beta-amiloide, pero este estudio demuestra que la falta de sueño provoca que la proteína tau se desarrolle rápidamente", añade.
Durante el desarrollo del experimento, los científicos descubrieron que los niveles de tau en ratones aumentaban exponencialmente si se perturbaba su descanso diurno. Es decir, el equivalente a las siestas ligeras con las que los ancianos sustituyen ese sueño profundo difícil de alcanzar a su edad. Tau comienza su desarrollo en el hipocampo y en la corteza entorrinal -estructura que coordina la memoria y la orientación- para posteriormente extenderse a las regiones restantes del cerebro. Ahora estos neurólogos estudian la relación entre el sueño y la alfa-sinucleína, que interviene en el desarrollo del Parkinson.
"Aún no podemos confirmar si un sueño adecuado puede proteger a la gente mayor del Alzheimer", confiesa Holtzman, "pero los datos sugieren que podría retrasar e incluso desacelerar el proceso en caso de que haya comenzado", concluye.
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