Si es usted una de las pocas personas que aún no ha visto la última película de Pedro Almodóvar y si, de serlo, va a visionarla únicamente por el desarrollo de la historia, es recomendable que deje de leer aquí. Sí, este artículo incluye un spoiler.
La trama de Dolor y gloria es ya conocida por todos, ya que se trata de la biografía de un director ficticio, Salvador Mallo -un alter ego del director Manchego- que, al sufrir múltiples dolores, se encuentra en un momento de bloqueo personal y creativo que le impide volver a dirigir. El encuentro con algunos personajes de su pasado se alternan con los flashback a su infancia en una cueva en el pueblo valenciano de Paterna.
Entre los múltiples achaques que sufre Mallo, interpretado Antonio Banderas, hay uno al que al principio no se le da importancia y que acaba siendo determinante y creando un momento de tensión dramática importante. En varios momentos del filme se ve como Mallo se atraganta tanto al comer como al beber, incluso un simple vaso de agua.
Cuando finalmente decide dejar la automedicación -con el analgésico más potente de todos, el caballo- y ponerse en manos de los médicos para curar sus males -sobre todo el dolor de espalda, que es el que más le preocupa y que Almodóvar ha confesado que es autobiográfico-, descubrimos por boca de su asistente, Mercedes, que el director también se ha sometido a pruebas para descubrir por qué se atraganta con tanta facilidad. "Le han visto algo, sospechan que puede ser un tumor", le cuenta la empleada de Mallo al médico sin que su jefe la escuche. "Le tienen que hacer un escáner para confirmarlo", añade.
Una enfermedad rara
Días después, el espectador conoce al mismo tiempo que Mallo y su asistente que no es un cáncer lo que padece, sino una enfermedad "rara" que explica completamente sus atragantamientos: "La buena noticia es que se resuelve con una sencilla operación", les dice la médica que le da la noticia.
Lo que padece es hiperostosis esquelética idiopática, una patología también conocida como enfermedad de Forestier, una dolencia reumatológica con afectación sistémica que consiste en un endurecimiento óseo de los ligamentos en las áreas en las que estos se adhieren a la columna vertebral.
Cuando esto sucede a la altura del cuello, el atragantamiento es el síntoma más lógico porque, de alguna manera, se acumula algo en los ligamentos y tendones que no debería estar ahí y que se asemeja a un cuerpo extraño que impide tragar bien, un síntoma denominado científicamente disfagia.
Como se puede leer en la web de la Mayo Clinic, los espolones óseos en el cuello pueden ponerte presión en el esófago. La presión de los espolones óseos también puede causar ronquedad de la voz o apnea del sueño, un trastorno del sueño en el que dejas de respirar repetidamente durante el sueño. En raras ocasiones, esto puede volverse grave y podría requerir cirugía para extirpar los espolones óseos.
Esto es precisamente lo que le sucede al personaje interpretado por Banderas, que se ha de someter a una operación que se muestra en pantalla, y que todo parece indicar que acaba con éxito con sus problemas. Al menos con lo que se refieren a la incapacidad para tragar.
La enfermedad de Forestier es reumatológica, afecta más a varones que a mujeres y tiene un pico de incidencia alrededor de los 60 años, una edad cercana a la de Antonio Banderas y cercana a los 69 del director manchego, del que no hay constancia de que padezca esta patología.