Este martes por la noche, la periodista Sara Carbonero anunciaba en su cuenta de Instagram que había sido operada de un tumor maligno en el ovario. Como denuncian principalmente las mujeres que lo sufren -agrupadas en la combativa Asociación de Afectadas por Cáncer de Ovario (ASACO)-, este tipo de tumor maligno se conoce poco, a pesar de ser en los países occidentales el tercer cáncer ginecológico más frecuente, sólo por detrás del de mama y el de endometrio.
En 2017 se diagnosticaron 3.412 casos de esta enfermedad, según los datos de la Sociedad Española de Oncología Médica (SEOM). Parece una cifra menor, si se compara con los 26.000 diagnosticados anualmente de cáncer de mama, pero el panorama cambia cuando se analizan los índices de mortalidad de una y otra dolencia. La supervivencia a cinco años del cáncer más frecuente en mujeres supera el 80% y la del cáncer de ovario apenas alcanza el 60%.
Según explica a EL ESPAÑOL el presidente del Grupo Mundial de Investigación Cáncer Ginecológico (GCIG)y jefe del Departamento de Oncología Ginecológica de INITIA-Quironsalud en Valencia, Andrés Poveda, una de las razones de esta diferencia está en el diagnóstico precoz, muy elevado en el cáncer de mama por los programas de cribado sistemático y casi una rareza en el de ovario por la inexistencia de pruebas que ayuden a localizar el tumor antes de que sea demasiado tarde. "La mayoría de los diagnósticos precoces de este tumor son casuales, porque la paciente se somete a una cirugía por otro motivo, por ejemplo", comenta.
Poveda, que no comenta el caso específico de Carbonero, sí quiere dejar claro que no hay que achacar un diagnóstico de cáncer de ovarios a un error en las revisiones ginecológicas, precisamente por esta falta de pruebas de cribado. "Al igual que es raro que si una persona tiene una citología normal en la revisión anual, tenga un cáncer avanzado al año siguiente, esto sí puede pasar en el caso del cáncer de ovarios. ¿Significa esto que hay que ir al ginecólogo cada dos meses? No, eso sería crear alarma y no serviría de nada, porque hay que insistir en que se trata de un cáncer poco frecuente", subraya el experto.
El cáncer de ovario es especialista en pasar desapercibido. Ladino, se disfraza de síntomas inespecíficos, que pueden hacer que se confunda con una indigestión con flatulencias tras una comida pesada. "Está claro que no se puede decir a las mujeres que acudan al ginecólogo cada vez que sientan una distensión de abdomen que se parezca a una indigestión", apunta Poveda. En el caso de Carbonero, la propia periodista dijo que, "afortunadamente" se había pillado muy a tiempo.
Pesimismo en la detección precoz
Entonces, ¿qué se puede hacer para localizarlo antes de que sea tarde? Poveda no puede esconder cierto pesimismo. No existe una prueba clara que se pueda hacer a una mujer para saber si el cáncer está ahí. Y eso que médicos e investigadores llevan años buscándola. "Se ha evaluado si la combinación de una prueba de diagnóstico por imagen -el ecodoppler- y un marcador tumoral -CA-125- era una prueba útil para ello, pero no se ha demostrado; el marcador puede mostrarse elevado por dolencias que nada tienen que ver con el cáncer, como la apendicitis y la ecografía puede pasar por alto tumores que se originan en las trompas, por ejemplo", explica el experto.
Sin embargo, Poveda señala un mensaje que sí hay que transmitir y que puede ayudar a ese diagnóstico precoz. "Ante cualquier alteración fuera de lo habitual y mantenida en el tiempo hay que acudir a un ginecólogo y, si resulta ser un cáncer, asegurarse de que éste es experto", resalta. ¿Experto? "Sí, no basta con que tenga la especialidad en Ginecología, tiene que ser alguien acostumbrado a tratar cáncer, no es lo mismo si se va a un obstetra, especializado en partos", aclara.
Optimismo en el tratamiento
Porque a pesar de las dificultades del diagnóstico precoz y de la habilidad de este cáncer para pasar desapercibido, hay buenas noticias en torno al cáncer de ovario. "Su supervivencia a cinco años ha pasado del 15% al 60%, se ha cuadriplicado", destaca el oncólogo.
Poveda señala que hay cuatro tipo de apellidos para los tumores de ovario y que de esto depende el tratamiento que se escoja para ellos. Así, y resaltando de nuevo que no se ha de opinar del caso de Carbonero, sí que explica el tratamiento más frecuente para el tipo más frecuente de este cáncer, según las guías clínicas: "Cirugía radical llevada a cabo por expertos seguida de entre cuatro y seis ciclos de quimioterapia con taxol y carboplatino -una quimioterapia de las denominadas clásicas-". Sin embargo, existen casos en los que el tratamiento es una quimioterapia oral o incluso una terapia hormonal. "Hay que ser muy prudente en esto si no se tiene información sobre el caso concreto", puntualiza.
Pero para este experto si algo ha sido clave en la mejora de la supervivencia es la "especialización de los cirujanos" en la cirugía.
Son ellos los profesionales encargados de extirpar el tumor y éste se suele quitar junto a los órganos reproductivos femeninos, por ello se llama cirugía radical. Esto, ¿quiere decir que las pacientes no pueden tener hijos después?. El oncólogo comenta que es lo más probable, ya que la cirugía de conservación de fertilidad sólo es posible con tumores muy poco agresivos.
Por último, Poveda resalta la importancia de la investigación. "Es muy importante insistir en la importancia de investigar, esto salva vidas". El grupo que preside, sin ir más lejos, engloba a 32 grupos nacionales, de los que el español es uno "importante". Al investigar en red, los hallazgos son más rápidos, se intercambian datos en tiempo real y se avanza más. "Muchas pacientes tienen la oportunidad de participar en ensayos clínicos", concluye.