"Hacer cosquillas" en la oreja con una leve corriente eléctrica ha demostrado tener efectos positivos a la hora de devolver el equilibrio al sistema nervioso autónomo en las personas de más de 55 años, lo que tiene el potencial de retrasar uno de los efectos del envejecimiento en el organismo. Esta es la conclusión de una investigación británica que publica la revista Aging.
Un tratamiento de quince minutos al día durante dos semanas, según comprobaron los investigadores de la Universidad de Leeds (Reino Unido), produjo una mejora en la capacidad fisiológica y en el bienestar de los pacientes, con beneficios en la calidad de vida, el humor y la calidad del sueño.
Esta técnica se denomina 'estimulación transcutánea del nervio vago' (tVNS), y consiste en suministrar una pequeña e indolora corriente eléctrica a nivel de la piel que, al alcanzar el mencionado nervio, envía señales a la totalidad del sistema nervioso.
Esto podría ayudar a proteger de enfermedades crónicas que tienden a aparecer con la edad, como la hipertensión, los problemas cardiovasculares y la fibrilación auricular. Según los autores, la terapia del "cosquilleo" tiene potencial para ayudar a las personas a envejecer con mayor salud general a base de "recalibrar" el sistema de control interno del organismo.
En palabras de la investigadora principal, la Dra. Beatrice Bretherton: "La oreja es como un portal a través del que podemos toquetear el equilibrio metabólico del cuerpo sin necesidad de medicación o de intervenciones quirúrgicas. Creemos que estos resultados son solo la punta del iceberg. Es emocionante pensar en las investigaciones sobre nuevos efectos y beneficios a largo plazo de la estimulación diaria del oído, porque la respuesta al tratamiento ha sido excelente por el momento".
¿Cómo funciona?
Pero, ¿en qué consiste el sistema nervioso autónomo? Su función es la de controlar las funciones corporales que se realizan inconscientemente, como la digestión, los latidos del corazón, la respiración y la presión sanguínea. Se compone de dos ramas, la simpática y la parasimpática, que funcionan de forma contrapuesta para mantener un equilibrio saludable de actividad.
Así, el sistema nervioso simpático regula las funciones de alta intensidad como los reflejos de lucha o huida, mientras que el parasimpático es fundamental para la actividad de baja intensidad, que los británicos denominan 'rest and digest' ("descansa y digiere"). A medida que envejecemos y mientras combatimos a la enfermedad, el equilibrio del cuerpo cambia y la rama simpática comienza a ser la dominante.
Esto nos vuelve más vulnerables a nuevas enfermedades y deteriora las funciones corporales a edades más avanzadas. La estimulación eléctrica del nervio vago, llamado así por el aspecto errático de su recorrido por el cuerpo, y puntal del sistema parasimpático, ha sido objeto de investigación en el marco de un amplio marco de males relacionados: depresión, epilepsia, obesidad, infarto, tinnitus (zumbidos que no cesan en el oído) y problemas de corazón.
Este tipo de intervenciones requieren cirugía para implantar electrodos en la región del cuello, pero existe una ramificación del nervio vago a la que se puede acceder a través de la piel en regiones específicas de la parte exterior de la oreja. Estudios anteriores habían demostrado que la tVNS ayudaba a equilibrar el sistema nervioso en treintañeros saludables. Para este trabajo, se reclutaron 29 voluntarios mayores de 55 años a los que se entrenó para que se aplicasen el tratamiento en casa.
Al término de las dos semanas, los mayores vieron un incremento de la actividad parasimpática en su organismo y una reducción de la simpática, una regulación de las funciones autónomas que mejoraron su salud general. Esto se tradujo para algunos de ellos en mejoras de fenómenos asociados a la salud mental y los patrones de sueño saludables. Los beneficios fueron mayores cuanto más desequilibrado se encontraba el sistema nervioso del individuo al comienzo.
Mejor calidad de vida
Estos beneficios se traducirían en una mejora de la calidad de vida a edades mayores y a una menor incidencia de caídas y lesiones debidas al deterioro fisiológico, lo que es beneficioso tanto para el paciente como para la Sanidad Pública, subrayan los autores. Sin embargo, las consecuencias a largo plazo y en poblaciones mayores todavía deben ser estudiadas.
En cualquier caso, los pioneros se declaran encantados con la experiencia. Es el caso de la sra. Diane Crossley, una vecina de 70 años de Leeds que se apuntó al experimento. "Me ha hecho feliz participar en este estudio tan interesante. Me ha ayudado a tener mejor conciencia de mi propia salud. Ha sido un proyecto fascinante, y me enorgullece haber formado parte de él".