Si se hiciera una encuesta a una población escogida al azar sobre los hábitos del sueño, no sería raro que la mayoría de la gente contestara que duerme poco. Lo harán, sin duda, los que descansan menos de entre las siete y ocho horas diarias recomendadas por los expertos, pero lo harán también probablemente los que, a pesar de haber dormido más, hayan vivido como una afrenta el estridente sonido de la alarma del despertador. Pero también lo harán, casi con seguridad, todos aquellos que no hayan podido -por causas fisiológicas o ajenas a ellas- cumplir con la deseada expresión dormir a pierna suelta.
El problema es que "dormir mal" es una sensación ambigua, pero los efectos de no descansar, por el contrario, están muy documentados. Pero la realidad es que hay gente que durmiendo poco funciona muy bien y otra que no lo hace con la cantidad correcta de horas de sueño. Pero, en cualquier caso, la falta de sueño puede ser muy peligrosa. Se cree que está implicada en hasta un 30% de los accidentes de tráfico y también en históricas catástrofes, como la explosión de la central nuclear de Chernobyl.
Ahora, un estudio publicado en The journal of Physiology ha demostrado la eficacia de llevar a cabo una sencilla prueba para detectar a quién le perjudica realmente haber dormido poco, ya que los propios afectados por la falta de sueño no son muchas veces conscientes del efecto que tiene esto sobre su rendimiento diario.
Para comprobar la validez del procedimiento se llevó a cabo un experimento en una de las instalaciones de la NASA, el Centro de Investigación Ames en Sillicon Valley, California.
Allí entraron 13 adultos después de haber pasado dos semanas durmiendo 8,5 horas al día. En ese periodo se abstuvieron de consumir alcohol, drogas o cafeína con el objetivo de empezar el experimento completamente descansados, sin deudas de sueño que pudieran hacer fracasar el objetivo del estudio.
La prueba que se ha validado en suelo estadounidense es familiar para los amantes de la ciencia ficción, ya que se trata de un detector de movimientos oculares. Sí, algo parecido a lo que utilizaban los blade-runners para detectar replicantes en la mítica película de Ridley Scott.
La investigación ha demostrado que esa detección de las medidas de los movimientos oculares, que se podían obtener de forma sencilla, podía ser utilizada como una herramienta sensitiva y confiable para detectar pequeños déficits neuronales. Además, el sistema permite diferenciar entre los déficits producidos por falta de sueño y los que se pueden achacar al alcohol o a una lesión cerebral.
Una vez reclutados los participantes y tras el oasis de sueño anterior al comienzo del estudio, estos fueron sometidos a una tortura: pasar 28 horas despiertos ininterrumpidamente en el Laboratorio de Contabilización de la Fatiga de esa instalación de la NASA. En ese día largo se les iban midiendo los movimientos oculares y viendo cómo estos cambiaban según el ciclo día - noche.
El experimento permitió establecer patrones que se podían rastrear de forma sencilla y que podrían así convertirse en biomarcadores de que no se está durmiendo bien -y de que ello está afectando al rendimiento-. Los autores apuntan que es especialmente importante para personas que trabajan en labores delicadas que requieren de una coordinación visual precisa, así como para los que trabajan por turnos.