En la madrugada de este sábado 26 al domingo 27 el reloj se atrasa una hora, a las tres volverán a ser las dos. Así entramos una vez más en el horario de invierno y de paso tenemos una hora más. Nos suena porque ocurre cada año y otra vez en primavera, aunque entonces es justo al revés y perdemos 60 minutos. También nos suenan los efectos que tienen estos trastornos. Pero, ¿realmente nos afectan tanto?
Ricardo Martínez Murillo, neurobiólogo del CSIC que trabaja en el Instituto Cajal, es experto en esta cuestión y explica a EL ESPAÑOL que las alteraciones en nuestra vida diaria son muy escasas y que, en todo caso, duran menos de una semana.
"Si estoy acostumbrado a comer a las dos, me tengo que adaptar a comer a las tres y esto puede fastidiar, altera levemente la rutina diaria, pero es simplemente eso", comenta. Este cambio lo notamos poco más que el primer día, hasta que retrasamos todos nuestros hábitos. "Es un impacto perfectamente asumible por la capacidad de adaptación de nuestro sistema nervioso, lo que llamamos plasticidad", señala.
No es un 'jet lag'
En contra de lo que a veces se comenta, no es comparable con el jet lag que sufrimos tras los viajes en avión de larga duración, por la sencilla razón de que "no son seis u ocho horas, estamos hablando de sólo una y esto no tiene ninguna repercusión desde el punto de vista cerebral".
Es cierto que puede haber personas más sensibles que se vean más afectadas, pero "es más un problema psicológico, hay menos horas de luz y cuando salgo de trabajar ya es de noche y no puedo desarrollar algunas actividades que hacía antes", señala el experto.
Asimismo, niños, personas mayores y enfermos, en particular las personas que están hospitalizadas, están sometidos a un ritmo más estricto y el pequeño cambio de hábitos puede suponerles un inconveniente mayor, pero habitualmente " tiene más que ver con los horarios de los cuidadores" que con lo que ellos mismos perciben. En cualquier caso, también se acaban acoplando en muy poco tiempo.
En general, "el cerebro se adapta muy bien a los cambios lumínicos" y más teniendo en cuenta que "tenemos la iluminación artificial", una herramienta que diluye bastante la frontera entre el día y la noche en nuestras actividades diarias. En ese sentido, también hay que tener en cuenta que la pérdida de luz natural es muy progresiva, a lo largo del otoño vamos teniendo menos horas de luz y el cambio horario tan sólo contribuye a dar un pequeño salto en la percepción que tenemos de la duración del día por las tardes.
Este cambio afecta menos que el de primavera
Además, los expertos consideran que el cambio de hora del otoño es más leve que el de primavera. La primera razón es muy evidente: el día que ocurre, en lugar de dormir una hora menos (o lo que cada uno haga en la madrugada del sábado), disponemos de una hora más.
Pero además, "en primavera se producen más problemas de trastornos depresivos y tendencias suicidas, porque al ir ganando horas de luz las personas con alguna psicopatología están más activas", comenta Martínez Murillo. De hecho, hay investigaciones que confirman un incremento de suicidios relacionado, principalmente, con ese cambio al horario de verano.
En este sentido, la revista The American Journal of Cardioloy publicó en 2013 un curioso estudio que afirmaba que en los días posteriores al cambio de hora de primavera se producen más infartos, mientras que se reducen en los días posteriores al cambio de hora que vamos a vivir ahora para pasar al horario de invierno. Es cierto que las variaciones, estudiadas en hospitales de Estados Unidos, eran muy leves, pero parece ser que la duración y la calidad del sueño se ven afectados y pueden influir de manera transitoria en el riesgo cardiovascular.
Del mismo modo, esa diferencia en el descanso se nota en el incremento de los accidentes de tráfico, según otro estudio americano, pero de nuevo ocurre con el cambio horario de primavera, el que nos quita una hora de sueño, y no al revés.
En cualquier caso, el neurobiólogo del CSIC aclara: "Yo no soy partidario de los cambios horarios, no porque se produzcan trastornos del sistema nervioso que dificulten la actividad diaria de las personas, sino simplemente porque se altera la rutina diaria".
¿Horario de invierno o de verano?
Si se cumplen las previsiones de la Unión Europea, éste puede ser uno de los últimos cambios de hora, ya que el Parlamento Europeo aprobó el pasado mes de marzo acabar con esta práctica en 2021 y la Comisión Europea se había pronunciado en el mismo sentido tras una consulta pública que rechazó seguir cambiando la hora dos veces al año por abrumadora mayoría. Sin embargo, está en manos de los Estados miembros decidir cómo implementar esta recomendación. Dejar de cambiar supone quedarse para siempre con el horario de verano o con el de invierno. ¿Qué hacer? España decidió crear una comisión de expertos para estudiarlo.
En este sentido, Martínez Murillo sólo expresa una opinión personal. "Preferiría el horario de verano, para un país mediterráneo como el nuestro quizá sería mejor para ganar horas de actividad y que la gente salga más, pero tampoco pasa nada por mantener el de invierno. No hay ninguna razón fisiológica ni relacionada con las funciones cerebrales para elegir uno u otro, lo importante es no seguir cambiando la hora", asegura.