Últimamente estoy trabajando en mi consulta con varias personas de más de 40 años que nunca han tenido relaciones sexuales con penetración. Suelen venir bastante angustiados y preocupados, sin saber muy bien cómo abordar la situación. La vergüenza suele ser también una emoción que está muy presente en ellos.
Los motivos por los que no han tenido penetración son variados: enfermedades mentales o físicas, religión, ser pareja de alguien que no podía o quería tener penetración, miedos y prejuicios acerca de esta práctica… Entre todos estos motivos tan diversos subyace una misma idea: la penetración vaginal es la práctica más importante y relevante de todas.
Cuando hablamos de alguien "virgen" nos referimos a una persona que no ha mantenido relaciones sexuales con penetración. Si esa persona sí ha tenido, por ejemplo, relaciones de sexo oral o masturbación, pero no penetración, sigue considerándosela virgen. Incluso, en muchas culturas, mantienen relaciones de penetración anal, pero no vaginal, para seguir considerádose vírgenes cuando llegue el momento de casarse. Curioso, ¿verdad?
Alrededor de la penetración hay toda una construcción cultural tremenda sobre su significado. "La primera vez" es única, irrepetible y llena de valor. Si lo haces, has perdido algo, has entregado algo que no vas a poder recuperar. Por tanto, debe ser algo que entregues "cuando estés seguro" o, incluso, "cuando te cases" o "sea amor de verdad". En cambio, no se le suele dar tanta importancia a la primera vez que masturbas a otra persona.
Tener penetración tiene también muchas veces un significado de madurez, de paso a la vida adulta. Las personas que no la han tenido se perciben a sí mismas –y son vistas por los demás- como inmaduras, infantiles o poco experimentadas.
Curiosamente, casi todas las personas "vírgenes" con las que estoy trabajando en la consulta mantienen o han mantenido relaciones de pareja estables, sanas y duraderas. Han mantenido o mantienen, también, relaciones sexuales en las que se incluyen prácticas como el sexo oral o la masturbación. Incluso tienen orgasmos con facilidad.
Cuando estas personas "vírgenes" que acuden a mi consulta deciden que quieren empezar a practicar la penetración se encuentran no sólo con sus propios miedos e inseguridades sino, también, con los prejuicios de las personas que les rodean.
Conocer una pareja nueva es para ellos todo un mundo porque "deben explicarles lo que les pasa", su "situación especial" y esperar a que no salgan corriendo. El otro miedo al que se enfrentan es al de "no sé cómo hacerlo", "no tengo experiencia" y al consecuente "voy a hacer el ridículo" y "se me va a notar que no tengo ni idea". Estos miedos, por supuesto, les generan muchísimo malestar y les paralizan.
En realidad, la penetración es una práctica sexual más y para muchas personas no es siquiera la más placentera. Es fundamental relativizar la importancia que tiene esta práctica y darle únicamente la que le corresponde, ni más ni menos.
Lo realmente importante en la cama es conectar con la otra persona, comunicarte con ella y disfrutar del contacto físico, dejarse llevar por el placer y sentir. Para sentir no necesitamos "tener experiencia" ni "tener conocimientos". Simplemente hay que sentir. Eso sí que es importante y es, con seguridad, lo que está infravalorado. Una vez que sientes y conectas con la otra persona, te dejas llevar por la excitación y disfrutas ¡el encuentro sexual ya ha sido un éxito!
*Ana Lombardía es psicóloga y sexóloga.