El pasado viernes 28 de febrero el Ministerio de Sanidad hacía públicas como todos los días las cifras de infectados por el coronavirus. Sin duda, eran muy tranquilizadoras, ya que sólo se habían detectado 34 casos en todo el país. Una situación que nada tenía que ver con Italia, donde el caos se había apoderado del país una semana antes, con la declaración del primer caso de coronavirus y, en sólo un día, la muerte de dos pacientes por COVID-19 y el ascenso de número de contagiados a más de 40.
Así, España parecía dejar atrás la posibilidad de convertirse en una segunda Italia y todo apuntaba a que la rápida gestión de las autoridades sanitarias, con el ministro Salvador Illa y el director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias (CCAES) del Ministerio de Sanidad, Fernando Simón, al mando era la responsable de este éxito.
Una semana después la situación ha cambiado radicalmente. En España habían fallecido este viernes ocho personas por coronavirus y a las seis de la tarde eran 374 los casos confirmados en todo el país. Seguimos estando muy lejos de Italia, con 3.800 casos y 197 muertes este viernes, aunque el primer caso se detectó mucho más tarde (21 de febrero) que el primero en nuestro país, el 31 de enero.
Así, es innegable que la infección por el nuevo coronavirus SARS-CoV-2 se ha convertido en un quebradero de cabeza tanto para las autoridades sanitarias como para la población en general, que exige la realización de las pruebas fuera del protocolo y se pregunta si el Gobierno no tendría que haber tomado medidas más radicales, como sí lo ha hecho Italia y por supuesto China.
Mientras que Sanidad insiste en que, aunque entiende la preocupación, la situación no debe generar alarma, hay quien teme que un exceso de complacencia con la postura oficial pueda acabar trayendo consecuencias negativas. A cinco semanas de la declaración del primer caso en España, estos son los aspectos que realmente preocupan a médicos, autoridades sanitarias, científicos y expertos en salud pública.
Falta de médicos
Este martes, el ministerio dirigido por Illa anunciaba las dos primeras medidas extraordinarias, más allá del cambio en los protocolos que se produjo la semana anterior y las dirigidas a mejorar la información sobre el coronavirus, para el control de la epidemia.
Aunque la más llamativa fue la orden de celebrar a puerta cerrada eventos deportivos con público que venga de zonas de riesgo, el pack incluía otra, una destinada a suspender congresos, jornadas, seminarios y cursos que impliquen la asistencia de médicos, algo que ya había recomendado la Organización Médica Colegial.
"Nos preocupa la protección de los profesionales sanitarios", reconocía Simón. Y no es de extrañar: hace tres días eran 100 los profesionales sanitarios en cuarentena en el País Vasco y hoy se ha informado de que otro centenar lo está en Cataluña. Este diario a podido saber que la crisis también afecta a los hospitales privados, que han tenido que mandar a casa a varios de sus profesionales en toda España.
En el horizonte, una preocupación: ¿y si el coronavirus -bien sea por afectación directa o por ser contacto que requiere de cuarentena- deja a España sin médicos? Simón también ha intentado tranquilizar sobre ello: la gripe estacional, que tiene una incidencia muchísimo mayor que el COVID-19 también afecta a los profesionales sanitarios. Muchos de ellos cogen la baja en la temporada de gripe o son aislados de los pacientes más necesitados por presentar síntomas. "El sistema puede hacer frente", repite Fernando Simón. Pero, al contrario que la gripe estacional, nadie sabe bien del todo cómo va a evolucionar ésta y su impacto real en los médicos. Eso sí sería algo preocupante.
¿Sólo a mayores?
Es un mantra que se repite sobre todo desde que empezaron las muertes por coronavirus en España. La letalidad de COVID-19 es especialmente importante en las personas mayores y con el sistema inmune comprometido. El mayor estudio que se ha hecho al respecto, que analizó más de 70.000 casos en China, demostró que la mortalidad se multiplicaba con la edad, alcanzando el 15% en los mayores de 80 años y el 8% en los de más de 70.
Más allá de que, como también señalan las autoridades sanitarias y los médicos, cualquier muerte es indeseable, preocupa que la enfermedad cause casos graves en personas más jóvenes. Sanidad no ofrece en sus actualizaciones diarias este dato, pero sí lo hacen las comunidades autónomas en sus comunicados. Y ahí sí se ven casos graves en personas mucho más jóvenes.
Por poner sólo un ejemplo, este viernes se diagnosticaban en Andalucía dos casos de COVID-19 en personas de 37 y 50 años, ambos ingresados en el hospital y con neumonía. La falta de datos en este sentido y el clásico "yo conozco a..." preocupan, y con razón, a todos los protagonistas.
Falta de suministros médicos
Desde el principio se ha advertido a la población de lo absurdo de usar mascarillas para prevenir la infección por el nuevo coronavirus, pero eso no quiere decir que este equipamiento médico no sea necesario. Lo es, y mucho.
Las mascarillas son imprescindibles para tratar a los enfermos, para que estos -sobre todo los leves, puedan relacionarse y, sobre todo, para el personal sanitario. La OMS advirtió de que había un problema de falta de suministro de material sanitario a nivel mundial mientras que, en España, el mensaje ha vuelto a ser tranquilizador. "No hay desabastecimiento", ha subrayado Simón que, sin embargo, ha comentado que que se están negociando iniciativas de compra conjunta y, si no se cerraran, sí podría haber problemas. Esa situación sí sería preocupante.
Cambio de escenario
Tanto Fernando Simón como Salvador Illa cuando interviene en las ruedas de prensa, no cesan de recordarlo. España sigue en el nivel 1, el más bajo, de alerta ante una epidemia. Existen tres posibles escenarios y el primero es en el que estamos situados: un escenario de contención.
En otras palabras, se plantea una batalla contra el nuevo coronavirus y se cree firmemente en la posibilidad de ganar, lo que equivaldría a ir reduciendo paulatinamente el número de casos nuevos hasta acabar con ellos y que COVID-19 fuera sólo un mal recuerdo en unos meses.
Pero los expertos siempre dicen que España está preparada para pasar al escenario 2, el de mitigación. Por seguir con el símil bélico, en dicho escenario se siguen planteando una batalla contra el nuevo coronavirus, pero la fe en la propia victoria se tambalea y se saca el armamento más potente. "El cambio a un escenario de mitigación implica medidas con un impacto socioeconómico muy importante", reconocía Simón, que no quiere decir qué medidas serían hasta que llegue, si llega, el momento de aplicarlas -algo que sólo sucedería en áreas concretas y no a nivel global-.
En la cabeza de todos, las drásticas medidas tomadas en Italia -cierre de colegios, recomendación de no ir al cine, no poder estar a menos de un metro en la calle- o incluso las de Wuhan, el foco de la epidemia, que lleva un mes y medio completamente cerrada.
Que esto pueda suceder en España es algo que preocupa a todos, pero hay a quien le inquieta también no saber qué tiene que pasar para que se dé el paso y ni qué depende exactamente.
¿Y si llega el calor?
En este escenario de incertidumbres, hay una de la que se habla pero casi en voz baja, como si fuera a dar mala suerte pronunciarla en alto. El que la pronunció en voz demasiado alta, como es habitual en él, fue el presidente de EEUU, Donald Trump, que recientemente vaticinó que el SARS-CoV-2 desaparecerá milagrosamente "cuando llegue abril y aumenten un poco las temperaturas, porque es lo que suelen hacer este tipo de virus".
Sin embargo, los científicos no lo tienen tan claro. Según declaró a Snopes Nancy Messionnier de los Centros para el Control y Prevención de las Enfermedades de EEUU (CDC) es "prematuro" asumir que COVID-19 se disipará con el buen tiempo.
En la misma línea se pronunció Peter Hotez, decano de la Facultad de Medicina Tropical en el Bayllor College de Texas. "No entendemos las bases de la estacionalidad y tampoco sabemos absolutamente nada de la de este virus en concreto".
Otros científicos han comentado que el virus podría desaparecer, pero hacerlo como el de la gripe, prometiéndonos una nueva visita cada año. Es lo que pasó con la gripe A, la última gran pandemia que afectó a España. Sin duda, sería preocupante que esto ocurriera porque, como bien dijo Simón en una de sus comparecencias: "Lo que queremos es eliminar enfermedades de nuestro catálogo, no añadir otras".