Superar una pandemia como la provocada por el coronavirus SARS-CoV-2 es una carrera de fondo: los epidemiólogos deben actuar como el deportista que dosifica estratégicamente sus fuerzas en función del recorrido. Y si la cima más inmediata que hay que superar es la de la famosa "curva" de nuevos contagios, ingresos hospitalarios y muertes a causa del COVID-19, la meta está más allá, en otoño: el objetivo es alcanzarla sin que se interponga una nueva montaña de contagios por el regreso del coronavirus y un colapso sanitario agravado por los virus estacionales ya existentes.
Hay indicios, efectivamente, de que la epidemia puede atenuarse con las altas temperaturas y la climatología más adversa para el contagio del verano. Pero, ¿que ocurrirá cuando se marche el calor y se reactive el virus? Ni los más optimistas confían en que se haya desarrollado para entonces una vacuna eficaz en cantidad suficiente para todo el planeta como para garantizar el regreso a la vida cotidiana con normalidad. No quedaría otra solución que un nuevo confinamiento, esta vez más prolongado y agravado a nivel social por la recesión económica.
El trabajo para evitar este escenario comienza desde las próximas semanas, explicaba Fernando Simón, director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias del Ministerio de Sanidad, en el momento en el que el anhelado "pico" de la curva y la presión asistencial sobre los hospitales se vaya aliviando. El confinamiento no terminará de un día para otro, será un proceso sistemático en el jugarán un papel fundamental los famosos tests que España ha adquirido masivamente, con polémica política entre medias por las partidas defectuosas.
El desembarco de tests viene a desentrañar uno de los principales puntos ciegos de la crisis sanitaria por el coronavirus: ¿Cuántas personas se han contagiado realmente y han podido propagarlo? Lo que conocemos sobre el SARS-CoV-2 ha ido evolucionando rápidamente: si hace un mes se consideraba improbable que un paciente asintomático llegase a ser contagioso, dos recientes investigaciones publicadas en Sciences atribuían hasta el 79% de los casos en Wuhan, epicentro original de la infección, a personas sin síntomas o con casos muy leves.
No es el único indicio de que las personas que tienen o han tenido COVID-19 son muchas más que las que reflejan las estadísticas oficiales. La mortalidad en España e Italia ha sido considerablemente más elevada que en China y otras naciones asiáticas: un cálculo del Centro para Modelado Matemático de Enfermedades Infecciosas de la London School of Hygiene & Tropical Medicine (Reino Unido) explicaría esta anomalía por el hecho de que podría haber en realidad medio millón de casos desconocidos en nuestro país.
Esto es así porque hay dos tipos de tests. El 'lento' se basa en la reacción en cadena de la polimerasa (PCR), un método que permite encontrar por su ARN al SARS-CoV-2 por escondido que esté en el organismo. Es una prueba compleja y larga, que solo se puede realizar en hospitales acondicionados a tal efecto o en laboratorios, por lo que hasta ahora se ha reservado a los casos más severos o lo suficientemente sintomáticos como para requerir asistencia médica. El resultado es fiable, pero la crisis sanitaria ha sorprendido a España sin infraestructura como para generalizarlo como sí ha hecho Corea del Sur.
Un test 'rápido', por otra parte, se ha comparado con una "prueba de embarazo", en el sentido de que detecta a partir de una secreción del cuerpo -la saliva generalmente- los anticuerpos específicos generados por el sistema inmune para combatir el coronavirus. Sin embargo, se ha cuestionado su idoneidad directamente contra la pandemia porque su sensibilidad es en el mejor de los casos de un 80%, lo que deja un 20% de posibles falsos negativos. Pero "si dan positivo, te los puedes creer", explicaban especialistas a EL ESPAÑOL.
Pero su uso generalizado sí que será útil para lograr la "fotografía real" del coronavirus en España. "Podrían servir para saber quién está inmunizado, aunque todavía no sabemos si haber estado expuesto al virus sirve para inmunizarse; si eso fuera así, se podría poner en primera línea a los que ya lo han pasado", explicaba una fuente hospitalaria a este diario. Simón recogía esta idea: la llegada de "suficientes tests serológicos" para "toda la población" permitirá determinar quién ha desarrollado inmunidad y quien sigue expuesto a infectarse en una segunda oleada.
Esta presunta inmunidad al SARS-CoV-2 es un enigma en sí mismo, porque la posibilidad de que un enfermo se vuelva a contagiar no está descartada por completo. Y, como recuerda Simón, el anterior coronavirus SARS solo concedía un año de inmunidad a los pacientes que lo superaban. Pero pudiera ser que lo que ha hecho tan grave esta pandemia, su transmisión comunitaria silenciosa, tan severa en algunos sectores como el sanitario, termine jugando a la contra del virus.