En un futuro no demasiado lejano, y al igual que a mucha gente joven le piden el carné de identidad para poder comprar alcohol, es posible que a todos nos pidan otro tipo de carnet que, en lugar de sacar de la cartera llevaríamos en el móvil. En pleno escenario distópico como el que el coronavirus Sars Cov-2 nos está haciendo vivir, nada nos puede sorprender. Ni siquiera que para entrar en un supermercado o en otro recinto donde puede haber aglomeraciones nos pidan un certificado, una suerte de Pasaporte de Innmunidad que diga quién ha pasado la COVID-19 y es, por lo tanto, inmune a ella y quién está todavía en riesgo de ser contagiado o contagiar.
Esto, que la Comunidad de Castilla y León ha anunciado que implantará cuando la pandemia esté controlada y empiece el famoso desescalado, la vuelta progresiva a la normalidad, sólo se podría asignar a las personas que hayan pasado la enfermedad y así lo tengan certificado; es decir, actualmente, a quiénes hayan dado positivo en la prueba PCR y después negativo.
En Castilla y León, estas personas tendrán su pasaporte en la App Sacyl conecta y así lo podrán enseñar para desplazarse con plena libertad de movimiento, lo que incluiría viajar al extranjero. Pero de este carné, en la actualidad, sólo se podrán beneficiar 2.700 personas en Castilla y León, que se ampliarían a 43.000, los certificados por Sanidad como curados, si se aplicara a toda España.
El Gobierno no lo hará
Sin duda, un porcentaje tan pequeño de la población que apenas se notaría. Quizás por eso el ministro Salvador Illa descartaba este miércoles en rueda de prensa que el Gobierno se planteara hacer nada similar. También se lo confirma a EL ESPAÑOL la Consejería de Sanidad de Castilla La Mancha, que cree que antes de plantearlo tendría que hacerse un importante estudio de seroprevalencia que oriente la curva epidemiológica.
Es una medida que, sin embargo, plantean Alemania, Italia y Reino Unido.
Pero, ¿sería viable generar este certificado para un mayor número de personas? La respuesta es que sí, se podría, pero no con los test rápidos que ha adquirido el Gobierno que, aunque funcionan, no permiten definir con rotundidad quienes son o no inmunes. La razón: se trata de test que miden conjuntamente dos tipos de anticuerpos: la inmunoglobulina G (IgG) y la inmunoglobulina M (IgM), pero no distingue entre ambos, sólo mide la aparición de anticuerpos totales.
La diferencia entre estos dos tipos de anticuerpos, según explica a EL ESPAÑOL José Miguel Cisneros, expresidente de la Sociedad Española de Enfermedades Infecciosas y Microbiología Clínica (SEIMC), es que los IgM se desarrollan en los primeros días y van declinando durante la primera y segunda semana de infección. A partir de la semana dos, empieza a subir los IgG y ambas subidas pueden solaparse.
El único dato que nos daría la clave de que estamos inmunizados sería la presencia de anticuerpos IgG y la ausencia de IgM, que quiere decir que la persona ha tenido la infección y que está protegida frente a la enfermedad si vuelve a exponerse al virus.
Pero con los test actuales, esto no se puede distinguir. Sólo si se practica a una persona que se sabe que ha tenido síntomas hace dos semanas y da positivo en los anticuerpos totales, podríamos inferir que ha tenido la infección y se ha curado, pero tampoco podríamos estar seguros, porque podría haber al mismo tiempo aumento de IgG -sí, por ejemplo, los síntomas que presentó 15 días antes no hubieran sido de COVID sino de otra cosa- y tratarse por lo tanto de una persona con capacidad de infectar.
"Los anticuerpos totales por esa razón se pueden usar dentro de una estrategia diagnóstica en la que un paciente con síntomas y ac totales positivos es caso confirmado. Para el estudio de seroprevalencia es mejor utilizar pruebas que distingan entre IgG e IgM", confirman a EL ESPAÑOL fuentes oficiales.
Un indicador interesante
Por lo tanto, sería por decirlo de algún modo aventurado dar a esta persona un pasaporte de inmunidad, aunque podría ser un indicador interesante, sobre todo para saber la presencia del virus en un determinado territorio, que es para lo que se va a llevar a cabo el estudio de inmunidad frente a la COVID-19 que está a punto de poner en marcha el Gobierno.
Según explica a este diario un epidemiólogo que prefiere no ser citado, esto no tendría mucho sentido y menos si se llevan a cabo en residencias de ancianos, el grupo prioritario al que hay que proteger. "Cuando hay más frecuencia de la enfermedad, más fallan los negativos", subraya.
Sin embargo, existe otro tipo de test que sí miden por separado los dos tipos de anticuerpos. La Fundación para Nuevos Diagnósticos Innovadores, FIND, ha publicado un listado con los que serían más eficaces. A éste alude un plan diseñado por los investigadores catalanes Joel López y Oriol Mìtja que, basándose en lo que ha hecho Andorra, sí han pedido públicamente la expedición de estos pasaportes en su plan de salida coordinada del confinamiento.
La realización masiva de test serológicos que pudiera localizar a las personas que dan negativo en IgM y en IgG -las únicas que ganarían ese certificado que les permitiría libertad de movimientos- sería el siguiente paso tras autorizar un desconfinamiento secuencial, primero de las personas más jóvenes y sanas, y monitorizar que esto no supone un impacto sobre el sistema de salud.
Las menos utilizadas
Pero este tipo de pruebas de sangre no son las más utilizadas por los países afectados por la pandemia. La ciencia todavía avala a la PCR como la prueba de referencia para saber si alguien está infectado. En cualquier caso, ¿qué pasaría si se adquirieran ese tipo de test, como pretende Mitjà -aunque no está avalado aún por la Generalitat-; ¿serían realmente viables estos pasaportes?
Pues la respuesta, lamentablemente, también es incierta. No ha pasado el suficiente tiempo como para saber cuánto durará la inmunidad que aportan los anticuerpos IgG para el Sars CoV-2. "Hay que tener en cuenta que el paciente que más lleva curado puede llevarlo cuatro meses", señala Cisneros.
El jefe de Medicina Preventiva y Epidemiología del Hospital Clínic de Barcelona, Antoni Trilla, explica lo mucho que se desconoce sobre el Sars CoV-2 en la actualidad. "No sabemos aun casi nada de la duración, de que grado de protección confieren, de cual es la cantidad mínima necesaria para estar protegidos... Necesitamos respuestas a estas preguntas: pueden ser decisivas para el control de la epidemia y para encontrar una vacuna segura y efectiva", subraya.
El presidente de la SEIMC comenta que sí podemos sospecharlo, porque otros virus semejantes al nuevo coronavirus así lo han demostrado. Lo hizo el causante del SARS, cuyos anticuerpos protegían del virus durante entre ocho y diez años. Para el MERS, sin embargo, la protección duraba mucho menos, entre uno y dos.
Para la gripe, sin embargo, no es tan protector -de ahí la necesidad de vacunarse cada año- pero sí se sabe que el virus ataca con mucha menos virulencia a una persona inmunizada, aunque pueda atacarla.