La "nueva normalidad" que acompaña a la segunda fase de la pandemia por COVID-19 que se abre ante nosotros implica incorporar ciertas medidas sanitarias a nuestra rutina. Una de ellas pasa por la mascarilla, un material de protección que nos hemos acostumbrado a ver en las imágenes de las multitudes en los espacios públicos de los países asiáticos, y que llega a España, muy probablemente, para quedarse.
Ya sea fabricada en casa o de tipo quirúrgico, la mascarilla cumple una función profiláctica al tapar las vías aéreas, conteniendo las gotas microscópicas expelidas por la respiración, la tos, los estornudos, y el habla con las que se propaga el nuevo coronavirus SARS-CoV-2. La recomendación para su uso generalizado se ha ido abriendo paso en los gobiernos occidentales y en la propia Organización Mundial de la Salud (OMS) ante la evidencia de un gran número de casos asintomáticos en los que una persona puede ser contagiosa sin saberlo.
No es este, sin embargo, el principal motivo que lleva al ciudadano de a pie a adoptar la mascarilla: contamos con que nos sirva de protección, ya que efectivamente las mismas vías aéreas son la principal puerta de entrada para el coronavirus. Pero ahí radica el principal riesgo de la mascarilla: la sensación de "falsa seguridad" sobre la que advierten los profesionales de la salud pública, y que nos lleva a descuidar otras medidas de prevención básicas. A lo que se suma la falta de costumbre, como señalaba el divulgador y experto en Ciencia y Tecnología de los alimentos, Miguel Ángel Lurueña:
Efectivamente, puede que por la novedad, por la sensación de asfixia o por una asociación errónea de las "gotas microscópicas" por las que viaja el coronavirus a la saliva, no es nada infrecuente ver personas que transitan con la mascarilla a modo de mordaza pero con la nariz al descubierto. Es un error, ya que ambos orificios deben quedar completamente cubiertos. El cobijo predilecto del coronavirus está en las profundidades de las fosas nasales, allá donde entroncan con la garganta, por lo que hay que cortarle el camino.
Una iniciativa conjunta de @Farmaenfurecida y la ilustradora Maribel Carod muestra en forma de viñetas otros errores muy comunes que cometemos al llevar mascarilla. El principal es el fallo favorito de casi todos los políticos que han comparecido con una en pública para dar una rueda de prensa: quitársela para hablar, bajándosela como una bufanda por debajo de la barbilla o poniéndosela a modo de visera sobre la frente. No solo estamos anulando su efecto protector, sino que el propio coronavirus puede sobrevivir en el tejido. Lo que estaríamos haciendo es esparcirlo por la cara.
Ese es el mismo motivo por el que tenemos que evitar toquetearla o rascarnos: aunque nos hayamos puesto guantes para ir al supermercado para prevenir el coronavirus en superficie, llevarnos los dedos a lugares sensibles al contagio como la cercanía a la boca, la nariz y los ojos puede facilitar la infección. Las mascarillas deben ser colocadas al salir de casa y permanecer en su lugar hasta la vuelta.
Durante todas las interacciones sociales, como las conversaciones y la compra, deben compaginarse con el mantenimiento de una distancia de cerca de un metro, o con un obstáculo como una mampara de por medio. Y a la vuelta, hay otro error a evitar: el quitárselas de una manera inapropiada. Gemma del Caño, divulgadora y especialista en Farmacología y Seguridad Alimentaria, mostraba con un vídeo cómo hay que hacerlo: limpiándose las manos primero, y tocando únicamente los elásticos que van tras las orejas o el cogote, nunca la parte que cubre nariz y boca.
El trabajo no acaba aquí: asumiendo que estamos usando una mascarilla reutilizable, ha llegado el momento de desinfectarla mediante un lavado a altas temperaturas o con otros métodos aquí detallados. Como señala la ilustración, no lavar nuestra mascarilla es una invitación a que el coronavirus persista y aumente las posibilidades de infección. Asimismo, las mascarillas no deberían compartirse, incluso después de desinfectadas, para minimizar el riesgo de contagio.