La luz ya se ve al final del túnel y salir de casa ya es posible, además de para hacer la compra u otras actividades esenciales, para acompañar a los niños a dar un paseo o que estos le acompañen a un padre al supermercado u otros locales de ese tipo. Si todo va según lo previsto, el próximo sábado se sumarán a estas salidas la de las personas que quieran pasear o hacer ejercicio y es de esperar que en algún momento más o menos cercano se inicie la desescalada que, como ha advertido el presidente Pedro Sánchez, será "gradual y asimétrica".
Este aumento continuado de personas en las calles se hubiera visto hace nada -con una tasa de aumento de número de casos de hasta el 20%- como una absoluta temeridad, pero ahora se ve como algo necesario: ninguna economía permite un confinamiento eterno y las cifras han caído, como lo han hecho la ocupación de las UCIs y hospitalaria, con el cierre anunciado de hospitales de emergencias como el levantado en Ifema, Madrid.
Sin embargo, puede que la naturaleza nos dé una ayuda extra para no depender tanto del cumplimiento estricto de las medidas y la responsabilidad individual, una posibilidad de la que se ha hablado casi desde el principio de la pandemia, pero que sigue siendo una hipótesis; una hipótesis que, eso sí, nos vendría my bien.
Sólo una hipótesis
El Instituto de Salud Carlos III publicó recientemente el informe Clima, temperatura y propagación de la COVID-19, un documento realizado "con la evidencia científica disponible" en ese momento que podría "ser actualizado si surgen nuevas evidencias".
En el mismo, lo autores dejan claro que "una de las hipótesis con las que está trabajando la comunidad científica es la opción de que el coronavirus Sars CoV-2 sea menos transmisible en presencia de un clima cálido y húmedo, una posibilidad que podría reducir la incidencia de la enfermedad según avance la primavera, se vayan acercando los meses de verano y haga más calor". A esta conclusión, siempre de forma preliminar, ya llegó el mismo ISCIII en un estudio conjunto con la Agencia Española de Meteorología (Aemet).
Pero este informe deja muy claro que se trata de una hipótesis que, eso sí tiene base científica. Entre las razones que la apoyan es que algunos virus de tipo respiratorio como la gripe se propagan más durante los meses de clima frío, pero también existen razones ambientales, relacionadas con la actividad humana y asociadas al funcionamiento del sistema inmunitario.
Condiciones ambientales
Según explican los autores del informe, en el invierno el aire exterior es más frío y también más seco, generalmente tanto en interiores como en exteriores. Comentan, por ejemplo, como en los países templados se ha demostrado que la humedad absoluta afecta a la transmisión de la gripe: la baja humedad para mal y la alta para bien. Pero claro, hablamos del virus de la gripe y no del coronavirus, y datos como los de Singapur -con una alta humedad y una transmisión significativa- llevarían a rechazar la hipótesis. Como siempre, hace falta más información para saber si otros factores han podido influir en esto.
Actividad humana
¿Puede favorecer el ritmo de vida estival una menor propagación del virus? Lo que dice el informe del ISCIII es que es un factor a tener en cuenta. La hipótesis es que en invierno, los humanos pasan más tiempo en ambientes interiores con menos ventilación y menos espacio personal que los lugares donde pasan más tiempo en verano, espacios exteriores. Asimismo, en verano no hay colegios, que suele constituir una sitio de transmisión de enfermedades infecciosas. Pero de nuevo, hay que andarse con ojo. Todo esto que se aplica al virus de la gripe y otros, no se sabe si es extrapolable al nuevo coronavirus.
Sistema inmunitario
Ciertas hipótesis apunta a que la condición del sistema inmunitario de una persona cualquier es sistemáticamente peor en invierno que en verano, debido a la producción de melatonina y los niveles de vitamina C.
La curva habitual
Esto es algo que se lleva mencionando desde el principio de la pandemia; que en cualquier epidemia, los casos aumentan exponencialmente, se nivelan y disminuyen porque hay más gente con defensas frente al virus que sea. Es lo que se llamaría el agotamiento de los hospedadores susceptibles, pero las cosas pueden cambiar al hablar de un patógeno completamente nuevo.
Por último, aunque esto no está recogido en el informe del ISCIII, fuentes científicas están empezando a ver un virus menos virulento en los últimos tiempos. Como esta pérdida de virulencia coincidiría con el avance de la primavera y verano en España, podría ayudar a que el impacto del COVID-19 sea menor en nuestro país coincidiendo con la desescalada.