En octubre de 2014, aterrizaba en Madrid una monja guineana de nombre Paciencia Melgar. Era misionera en el Hospital San José de Monrovia, en Liberia y era una de las pocas personas que sobrevivía al último virus que provocó pánico antes de la aparición del Sars CoV-2: el del ébola.
Su nombre lo pronunció ante los medios Fernando Simón, la misma persona que comparece ahora a diario, aunque en aquel entonces en España gobernaba el Partido Popular de Rajoy. Él ya entonces director del Centro de Emergencias y Alertas Sanitarias explicó que la monja venía a este país a participar en un ensayo clínico, consistente en administrar plasma de personas curadas de ébola a enfermos que no superaban la enfermedad, para la que no había tratamiento claro.
Algo más de cinco años después la historia se repite, aunque sin misionera africana y con mucha menos publicidad. España es uno de los países que apuestan por el tratamiento con plasma hiperinmune de convalecientes (PC) y están estudiando su eficacia.
Como explica a EL ESPAÑOL Cristina Avendaño Solá, del Hospital Puerta de Hierro y colíder del principal estudio nacional de este fármaco, financiado por el fondo COVID del Instituto de Salud Carlos III con 640.000 euros y el que van a participar más de 30 hospitales y 300 pacientes -ya están incluidos más de 70-, esta aproximación terapéutica hay que estudiarla con "ensayos clínicos controlados", que comparen la administración de plasma con otra alternativa, en este caso otros tratamientos experimentales que se estén utilizando frente al Covid-19.
Según la portavoz de la Sociedad Española de Enfermedades Infecciosas y Microbiología Clínica (SEIMC) María Tomas, se trata de uno de los tratamientos más "prometedores" en el oscuro panorama terapéutico frente al Covid-19, en el que ha caído en desgracia el medicamento más utilizado en España, la hidroxicloroquina y se cuestionan otros tratamientos probados desde que empezó la pandemia.
Tomas, también microbióloga en el Hospital A Coruña, destaca que existen varios estudios sobre la eficacia de anticuerpos neutralizantes del virus obtenidos de plasma de los supervivientes, que apuntan a que "mejoran la mortalidad" sin apenas toxicidad.
"Yo animaría a los pacientes que se han curado de la enfermedad a donar", relata a este diario, aunque con una advertencia: todo parece indicar que son más eficaces en personas en los estadios previos de la infección.
Es lo que demuestra un pequeño estudio estadounidense -aún no revisado y disponible en el repositorio MedRxiv- que se ha llevado a cabo como el español: comparando grupo control y grupo de intervención. Los pacientes no intubados mejoraron su supervivencia y vieron disminuida o mantuvieron igual su necesidad de suplementos de oxígeno.
La apuesta por el plasma de curados está, por lo tanto, generalizada y parece prometedora. Tomas insiste en que "en general" cualquier tratamiento experimental para el Covid-19 dependerá de la situación en la que el paciente llegue al hospital. "Es importante que no llegue a la UCI", reflexiona la microbióloga, una especialidad que está teniendo un papel especialmente relevante en el manejo de la actual pandemia.
Una de las ventajas de la terapia con anticuerpos neutralizantes es que su estudio no se va a tener que hacer sólo con plasma de supervivientes, sino que se podrán desarrollar versiones en laboratorio de estos compuestos de la sangre, los llamados anticuerpos monoclonales, que han demostrado eficacia muy preliminar en un reciente estudio publicado en Nature.
Otra ventaja, aunque no demostrada por datos y más basada en la lógica, es que este tratamiento debería ser más barato que otras alternativas basadas en moléculas, sobre todo si estas son de nuevo desarrollo.
El optimismo en torno a esta terapia ha llevado al Sistema Nacional de Salud de Reino Unido (NHS) a anunciar que aplicará la terapia experimental a un número mucho mayor de pacientes de Covid-19.
Precisamente en este país se ha localizado, tal y como adelantaba El Confidencial a un superviviente con unos niveles de anticuerpos 40 veces mayores que los de cualquier paciente que haya pasado el virus, al que llaman el superdonante ya que, por supuesto, se ha presentado voluntario para ceder su plasma para que ayude a otros enfermos.
Tomas subraya además que otra característica de esta terapia observada en algunos estudios son sus escasos efectos adversos. En otro estudio que menciona, éste ya con 5.000 pacientes en EEUU -aunque sin grupo control ni revisión- la mortalidad observada entre los que lo recibieron era de sólo el 14% pero menos del 1% sufrieron efectos adversos graves. Este estudio es especialmente llamativo porque el 66% de sus participantes estaban en la UCI.
Mientras tanto, la española que lidera el trabajo nacional no se atreve a hablar de eficacia. "A día de hoy es un tratamiento experimental, que parte de una hipótesis razonable pero que debe aclararse si es útil,en que momento de la enfermedad debería administrarse y que título de anticuerpos es necesario en el plasma", concluye.
Se nota la prudencia y sin duda puede hacer falta. En el caso del plasma de supervivientes de ébola, el viaje de Paciencia Melgar demostró al tiempo no haber sido muy útil: aunque Teresa Romero se curó, un estudio publicado en The New England Journal of Medicine casi dos años después demostró que el plasma no era eficaz.