El perfil del enfermo de COVID-19 está cambiando, revela Fernando Simón, director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias, en su rueda de prensa del lunes. La media de los diagnosticados ha bajado a 46,3 años en el caso de hombres y a 50,5 años en el de la de las mujeres, un rango de edad más joven que el observado en marzo y abril. Además, en el 70% de los casos, han pasado la enfermedad de forma asintomática.
"Los mayores incrementos que estamos observando afectan a menores de 50 años, incluidos los menores de cero a cuatro años. Estos grupos suelen ser también los que pasan la enfermedad de forma más leve, por lo que la epidemia actualmente es diferente a la que hemos vivido", recalcaba Simón. Eso no significa, sin embargo, que podamos contar con un remisión de la mortalidad de la pandemia, porque si el COVID-19 se presenta de forma leve para ellos, siguen siendo vectores de contagio aunque no tan virulentos como los casos más graves.
Con todo, Simón ha invitado a los jóvenes a divertirse de "otra manera" para evitar las aglomeraciones, especialmente tras las imágenes de la celebración cadista. "Hay que tener cuidado de moverse con un número excesivo de grupos diferentes, y uno tiene que aprender a valorar mejor a sus amigos más cercanos". En este sentido, hasta 1.975 personas han iniciado síntomas en las dos últimas semanas, de las que 683 se han producido en los últimos siete días.
Un caso grave por cada tres pacientes jóvenes
Que la pandemia sea "diferente" no implica que haya que bajar la guardia. El avance imparable del COVID-19 en Estados Unidos está dejando datos que deben llevar al mundo a replantearse muchas de las ideas generales que hemos ido adquiriendo en estos siete meses bajo la sombra del nuevo coronavirus SARS-CoV-2. Una de ellas es la de que es un problema de gente mayor: lo cierto es que, si bien la mortalidad se concentra en la tercera edad, la cantidad de jóvenes que van a sufrir un caso grave, con las secuelas que puede acarrear, es muy superior de lo que las pandillas que pasean este verano sin mascarilla probablemente sospechen.
Efectivamente, un tercio de los jóvenes que contraigan el COVID-19 sufrirá el cuadro más grave de la infección, según los datos recogidos por expertos del UCSF Benioff Children's Hospitals de San Francisco. Para su estudio, emplearon datos de una muestra representativa a nivel nacional con 8.400 hombres y mujeres entre los 18 y los 25 años. La "vulnerabilidad médica" se estableció en un 33% para ellos y un 30% para ellas, y mayor riesgo asociado, según sus conclusiones publicadas en el Journal of Adolescent Health, es el tabaquismo.
Además, los datos proporcionados por los Centros de Control y Prevención de Enfermedades de EEUU, los CDC, indican que, si bien los pacientes de COVID-19 de más de 65 años son los que tienen mayores probabilidades de ser hospitalizados, las franjas de edad se estrechan. Para la semana del 18 de abril, hubo 8,7 hospitalizaciones por cada 100.000 jóvenes pacientes, por 128,3 por cada 100.000 de los mayores. Pero para la semana del 27 de junio, las proporciones eran de 34,7 por 306,7: un crecimiento del 299% para los más jóvenes frente a un 139% entre los más mayores.
Los investigadores, dirigidos por la Dra. Sally Adams de la División de Medicina para el Adolescente y el Joven Adulto de la UCSF, determinó la vulnerabilidad en base a los indicadores de referencia de la CDC. Estos incluyen los problemas cardiovasculares, la diabetes, las enfermedades autoinmunes -lupus, gota, artritis reumatoide-, problemas de hígado, obesidad y el haber fumado en los 30 días anteriores al contagio. Adicionalmente, también contemplaron el uso de cigarrillos electrónicos, ya que los Centros los sumaron a la lista de riesgos capaces de agravar la infección por COVID-19.
Para el índice de vulnerabilidad de los fumadores, se estableció que un 100% de los jóvenes afectados estaba en riesgo de sufrir un cuadro grave en caso de contraerlo. Para los 6,741 no fumadores declarados de la muestra de estudio, la vulnerabilidad se desplomaba al 16,1%. Sin embargo, sobre la muestra total que también incorporaba a quienes fumaban o vapeaban, el porcentaje de personas en peligro aumentaba hasta el 31,5%.
"Las pruebas más recientes indican que el tabaquismo se asocia a una probabilidad mayor de que el COVID-19 progrese, lo que incluye un agravamiento de la enfermedad, un riesgo mayor de requerir un ingreso en UCI, y finalmente, un mayor peligro de muerte", explica Adams. "Fumar tiene efectos significativos en los jóvenes adultos, que habitualmente sufren bajos índices de las enfermedades crónicas más comunes". Además, según han observado, cada vez más personas empiezan a fumar entre los 18 y 20 años en lugar de empezar en la adolescencia como antes.
Así, con datos de la Encuesta Nacional de Salud de EEUU, observaron que un 10,9 de los participantes había fumado un cigarrillo en los 30 días anteriores al muestreo; un 4,5% había fumado un derivado del tabaco; y un 7,2 había vapeado. La cifra de fumadores -1.664, un 19.8%- era mayor que los jóvenes que sufrían asma (8,6%), obesidad (3%) y enfermedades autoinmunes (2,4%). Para el resto de factores de riesgo, se reportaron un 1,2 de diabéticos, un 0,6% de enfermos hepáticos y un 0,5% de jóvenes con problemas cardiovasculares.
"El riesgo de ser médicamente vulnerable a la manifestación más grave de la enfermedad se reduce a la mitad cuando los fumadores se retiran de la muestra", explica uno de los coautores, el Dr. Charles Irwin. "Los esfuerzos para erradicar el tabaquismo y el uso del cigarrillo electrónico entre los jóvenes sin duda reducirían su vulnerabilidad frente a la enfermedad grave". En ese sentido, la diferencia entre sexos se ha visto acrecentada por el hecho de que hay "considerablemente" menos chicas fumando en ese tramo de edad que chicos.