La sobrecarga que están soportando los Centros de Atención Primaria para hacer frente a un repunte de contagios de COVID-19 -que, si no es ya la temida "segunda ola", admite Sanidad, se le parece- va a cobrarse un elevado precio al término del verano. Los médicos de familia y el personal sanitario de los ambulatorios tienen entre sus manos la responsabilidad principal del rastreo de contactos de riesgo una vez se notifica un caso positivo, una tarea realizan con plantillas depauperadas y bajas que no han sido cubiertas, y una necesidad de atención sanitaria que se ha ido agolpando durante la crisis sanitaria.
"Hemos estado tres meses parados y ahora tenemos demandas acumuladas de pacientes crónicos que no se han revisado en este tiempo", explicaba Javier Padilla, médico de atención primaria en el Centro de Salud de Fuencarral (Madrid), a EL ESPAÑOL. Al mismo tiempo, se impusieron las vacaciones entre julio y septiembre para dar descanso a los profesionales y tener a la plantilla al completo . Se contaba con que el nuevo coronavirus SARS-CoV-2 se comportase como un virus estacional y remitiera con el calor y la aridez, pero el repunte de contagios no respalda estas previsiones optimistas.
Si la capacidad del verano para atenuar la pandemia era una hipótesis, el riesgo para el otoño está fuera de toda duda. Los coronavirus respiratorios, como el del catarro común, circulan mejor con bajas temperaturas y contagian más cuando la humedad ambiental cae, resecando las mucosas nasales. Estos factores se pueden contrarrestar respetando las medidas de seguridad -mascarilla, distancia social e higiene- pero se suma un factor mayúsculo de inquietud: la gripe estacional, un problema de salud que causó 38.000 ingresos hospitalarios en 2019, 2.000 de ellos en las Unidades de Cuidados Intensivos (UCI), y unas 6.000 muertes.
Es fácil imaginar en qué medida puede aumentar la mortalidad si coinciden ambas patologías: a finales del pasado abril, pasado el 'pico' de la pandemia, el 46,5% de los casos de COVID-19, unas 81.000 personas, requería hospitalización, con un 5,7% de ingresos UCI. Ahora se hospitaliza a un 8,5%, un dato que se vincula a una tipología de pacientes más jóvenes y menos graves. Pero en los dos meses que tenemos por delante, estas variables pueden cambiar rápidamente, y la prioridad está ahora en proteger a los colectivos más vulnerables ante ambas enfermedades: los mayores, las embarazadas y los pacientes crónicos, pero también el personal sanitario y esencial.
El Ministerio de Sanidad, que valoraba el mes pasado adelantar la campaña de vacunación este año, ha adquirido más de cinco millones de vacunas de la gripe para reforzar el abastecimiento de las Comunidades Autonómas, muchas de las cuales se preparan desde antes de verano, y tratar de alcanzar un 75% de cobertura en las poblaciones designadas. La Comisión Europea ha recomendado a los países miembros reforzar la campaña de vacunación este año, una advertencia que se hace eco de la planteada por la Organización Mundial de la Salud (OMS) hace un mes.
"Todavía no se conoce exactamente el riesgo que puede tener que haya una coinfección. No sabemos si el hecho de que coincidan los dos virus a la vez hará que la enfermedad sea más grave o directamente que un virus tenga más poder que el otro", explicaba Aurora Limia, jefa de Área de la Unidad de Vacunas de la Subdirección General de Promoción de la Salud y Vigilancia en Salud Pública, al presentar la adquisición extraordinaria de vacunas. La posibilidad de que una infección por SARS-CoV-2 y un virus de la gripe coexistan se observó en los primeros días de la pandemia, cuando todavía era invierno en Asia.
Este tipo de infecciones coadyuvantes se relacionaron entonces con un peor pronóstico de mortalidad y secuelas. Pero no es necesario llegar a contraer ambas para suponer una complicación adicional para el sistema, según advertía María Jesús Lamas, directora de la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (Aemps), en una reciente conferencia: la gripe causa síntomas respiratorios muy similares a los del COVID-19, por lo que incluso los casos leves pueden despistar a los esfuerzos de rastreo y llevar a multitud de pruebas en falso que harían imposible la contención de la epidemia.
Para complicarlo más, la temporada de gripe coincidirá con la reanudación del curso escolar y universitario, algo en lo que insiste el ministerio de Educación y con medidas que plantean grandes dudas sobre la capacidad de contener la transmisión, ya sea la de la gripe estacional, del COVID-19 o de cualquier otra enfermedad respiratoria. Pero la pesadilla de los epidemiólogos es la de encontrarse, de entre las distintas gripes que pululan ya entre nosotros, con una cepa especialmente virulenta y que haya mutado, desarmando las defensas producidas por la vacunación.