La semana pasada anunciábamos un récord de casos y una situación comprometida. Se habían introducido 10.476 nuevos casos en el acumulado y 4.503 pertenecían al día anterior. La preocupación era lógica: aunque los datos de antes del 10 de mayo han desaparecido de la base del Carlos III, no se recordaba un día con tantos casos añadidos al total más allá de los lunes de verano en los que se acumulan casos de tres días distintos. Tampoco se había pasado, desde que los casos se fechan en las últimas 24 horas, la barrera de los 4.500.
Pues bien, este viernes los datos son aún peores y va ya para dos meses y pico. El miércoles, que fue más leve, pedíamos una tendencia, tres-cuatro días de bajar casos, para poco a poco ir bajando el resto: hospitalizados, camas UCI, fallecidos. Esto es un castillo de piezas de dominó en la que una solo cae si ha caído la anterior.
Alguien tiene que empujar la primera ficha para que todo funcione y nadie se decide a hacerlo. Es normal: ese 19% de caída del PIB en el primer trimestre asusta a cualquiera. A veces da la sensación de que las autoridades piensan que el país puede tirar adelante con 2.000 o 3.000 muertos por Covid al mes, pero no con esos resultados económicos en cada ejercicio.
El caso es que este viernes se han añadido 12.183 nuevos casos al acumulado y, de ellos, 4.708 se pueden fechar en las últimas 24 horas. Al parecer, la "estabilidad" es esto: ir de récord en récord cada semana. La situación ha dejado de ser crítica hace tanto tiempo que es imposible compararla con nada. Ningún país europeo, exceptuando a la pujante Francia, se atreve a tener datos la mitad de malos que nosotros. Todos cortan antes. Cada uno a su manera.
La subida constante de casos -de una semana a otra se ha producido un incremento del 10%- ya no es una anécdota sin consecuencias: todos los demás indicadores también van subiendo a un ritmo semejante, sin grandes colapsos pero sin cesión alguna al optimismo.
Con la Atención Primaria desbordada en algunas comunidades autónomas, va llegando el turno a los hospitales: si hace siete días, teníamos 7.392 ingresados, hoy son 8.658. Si hace siete días, había 976 personas en la UCI, hoy son 1.181. Por el camino, solo esta semana, 241 muertos según Sanidad. Las Comunidades Autónomas dan en torno a 500.
En esta nueva fase, puede que relacionada con la vuelta a la actividad no veraniega, algunas regiones agradecen el cambio y a otras les viene fatal. Sabemos que los datos de Madrid son malos desde hace tiempo y, aunque hubo un momento a finales de agosto en el que se intuyó una meseta, lo cierto es que desde entonces el crecimiento ha vuelto a subir desde unos niveles ya de por sí intolerables.
Con un 19% de positividad, un 18% de camas ocupadas, 17.000 casos a la semana y más de 300 ingresos diarios, la capital sigue jugando a esconder la suciedad bajo la alfombra sin que sea fácil entender por qué. El margen de actuación es enorme y choca con esta inacción total.
No les va mucho mejor las cosas a Murcia, con un crecimiento semanal del 55% y una incidencia acumulada de 265,55 casos por 100.000 habitantes en los últimos 14 días. La región levantina, que pasó con nota el test de la primera ola, se está viendo de repente en una espiral desconocida: no solo hay más casos, sino que aumentan las hospitalizaciones y los fallecidos. En lo que va de septiembre (diez días) se han notificado 13 decesos, los mismos que en los tres meses anteriores.
Tampoco me gusta especialmente cómo está la situación en Castilla-La Mancha, comunidad muy azotada en marzo y abril, especialmente en sus residencias. La comunidad gobernada por Emiliano García Page sube un 25% su incidencia acumulada de una semana a otra, pasando de 207,2 a 258,3 casos por 100.000 habitantes en 14 días. A mediados de agosto estaba en 66,41.
Las hospitalizaciones por Covid alcanzan en España el 7,5% del total de camas disponibles y en cinco comunidades se llega al 10% o incluso más: Madrid (18%), Baleares (12%), Aragón (11%), País Vasco (11%) y Castilla La Mancha (10%). El panorama es tan desalentador que nos conformamos con poco.
Con la estabilidad de verdad, que no es que te metan un gol cada quince minutos en vez de cada diez sino que empieces a remontar el resultado: Asturias sigue con su comportamiento impecable y parecen unirse poco a poco otras comunidades en algo parecido a la bajada de la curva: Galicia, Comunidad Valenciana…
También otras regiones que lo han pasado realmente mal como La Rioja, País Vasco o Aragón, aunque en el caso de esta última la semana ha sido dura y la bajada parece haber detenido su ritmo. No así en la presión hospitalaria, que se va relajando. Ya saben, el castillo de dominó. Ellos empujaron la primera ficha y, a partir de ahí, el resto, con esfuerzo, va cayendo. Sin ese primer impulso, es imposible ganar la batalla.