A finales de agosto nos sorprendía la noticia de un innovador y esperanzador invento español. Diseñadas por el CSIC (Centro Superior de Investigaciones Científicas), adscrito al Ministerio de Ciencia e Innovación, y Bioinicia (una empresa vinculada a este organismo) se había lanzado al mercado un nuevo tipo de mascarilla que posee unas características que, a priori, parecen bastante interesantes. Diez días después del anuncio de su lanzamiento, comprarlas es misión imposible. "Producto agotado", se lee cuando se pincha en las distintas opciones de compra.
Se trata de las primeras mascarillas con filtro de nanofibras. Son equivalentes a las FFP2, aunque, por el momento, no se pueden aún definir como tal. Así lo señala la noticia publicada en Sinc. "La distinción entre una FFP2 y la anticovid-19 es que la primera ha sido analizada con todos los ensayos de la norma Europea EN149 y la nuestra con la misma norma, pero abreviada para permitir la protección de la población frente a la COVID-19", explicaba en ella el director del proyecto, José María Lagarón.
Por sus prestaciones y características, no hay duda de que se trata de una buena mascarilla. Sin embargo, como suele ocurrir cuando aparecen determinadas novedades, se ha exagerado este extremo, hasta el punto de que mucha gente ha acudido en masa a hacerse con ella. Resultado: agotamiento en pocos días.
¿Qué ventajas tienen?
La expectación causada por este producto de firma nacional llevó a su agotamiento rápido. Pero también a generar muchas preguntas en las redes sociales. Ello ha llevado a que desde Bioinicia se haya lanzado un comunicado para tratar de resolver las dudas que sobre este producto se han generado. Sobre todo en las redes sociales. Veamos, pues, cuáles son sus ventajas.
Una de ellas es que se trata de un producto que cuenta con certificación de examen UE de tipo nº 0370-4080-PPE/B de protección frente a la COVID-19. Por tanto, se garantiza que cumple con los requisitos de la norma UNE-EN 149:2001 + A1:2009 en relación a la evaluación de medias máscaras autofiltrantes.
Otra ventaja la encontramos en que el gramaje es 60 veces más fino que el material convencional. Dicho de otro modo, son más finas, y, por tanto, probablemente más cómodas. A pesar de ello, no pierden eficacia sobre otras más gruesas, gracias a que ofrecen una filtración mecánica, en lugar de electrostática.
Existen estudios que demuestran que presentan una morfología uniforme con tamaño de poro de entre 50 y 100 nm. Con estas cifras, es posible que el aire, con tamaño aproximado de 4 nm, pueda pasar, pero no pequeñas partículas en suspensión, ni bacterias ni virus. Por tanto, teniendo en cuenta que el tamaño de los coronavirus oscila entre 80 y 160 nm, la lógica nos lleva a pensar que con ella estaremos bien protegidos. De hecho, la propia compañía asegura que su eficiencia de filtración media es de 96,4%, según los ensayos realizados con aerosoles de parafina.
Una tercera ventaja, pero no por ello menos importante, es su mayor tiempo de usabilidad. Hasta ahora, el uso de la mascarilla quirúrgica tradicional, la más conocida y usada, era de cuatro horas, con una eficacia de filtración del 65 %. Por su parte, las FFP2 tradiciones no reutilizables (NR), tienen una duración de ocho horas, o lo que es lo mismo, el equivalente de una jornada laboral.
En cambio, las nuevas mascarillas del CSIC, siempre según las empresa, pueden durar hasta 48 horas. En su comunicado afirman que los ensayos internos demuestran que la eficiencia de filtración media se mantuvo por encima del 97%. Eso sí, esta durabilidad no se calcula teniéndola puesta de forma ininterrumpida durante esas 48 horas, sino tomando en consideración que en ese tiempo nos la quitaremos para dormir o comer.
¿Y las pegas?
Como todo buen producto, estas mascarillas también tienen sus pegas. Quizás no se deba tanto al producto en sí, sino a la exagerada reacción que han provocado, tanto en redes sociales como en medios de comunicación. Y, obviamente, cuando las expectativas se ponen por las nubes, es más fácil que algo acabe decepcionando.
Son muchos los usuarios de Twitter que se han lanzado a debatir sobre estas mascarillas. Una de ellas, la especialista en I+D+I y seguridad alimentaria Gemma del Caño, señaló que estas mascarillas son buenas, pero que no tienen ninguna diferencia con una FFP2 normal.
De hecho, remarca algo que el comunicado emitido por la empresa ya señala: que su mayor durabilidad, de hasta 48 horas, no ha sido certificada por organismos externos, sino solo en ensayos propios. Tanto es así que, incluso en la descripción del producto en la página web, se señala que no debe usarse durante más de un turno de trabajo, contradiciendo lo anterior. Sin duda, una cierta ambigüedad que muchos usuarios no han visto con buenos ojos.
Por ese motivo, cabe preguntarse si vale la pena pagar su precio, que es otra de sus pegas. Su coste para quien quiera hacerse con un paquete de 10 unidades es de 29,90€, es decir, 2,99€ por unidad. Este es algo más elevado que el de las mascarillas FFP2 no reutilizables, que se pueden encontrar a partir de 1,5€. Además, al precio de venta hay que añadirle 10€ en concepto de gastos de envío, lo que, al final, supone invertir unos 4€ por cada una de las unidades.
Un tercer inconveniente lo encontramos en las quejas de algunos usuarios en esta misma red social por no haber recibido a tiempo el producto. La realidad es que, a día de hoy, en Openmarkt, la plataforma en la que están a la venta en exclusiva, tiene colgado el cartel de no disponible. Algo que ha hecho a muchos desconfiar de la calidad, o, al menos, de la seriedad de estas mascarillas.
Por tanto, parece que nos encontramos ante una mascarilla de calidad, que ofrece una protección parecida a otras similares. Sin embargo, parece que ante el miedo que todavía hoy sigue generando el coronavirus y la esperanza de encontrar una buena protección, han hecho que las expectativas hayan sido más altas de lo que sería razonable, por parte de medios de comunicación y de usuarios ansiosos de protegerse ante este pequeño pero duro enemigo que nos acecha.