Desde que se inició la pandemia mundial por el nuevo coronavirus SARS-CoV-2, causante de la enfermedad COVID-19, los sanitarios se han caracterizado por llevar siempre consigo el famoso equipo de protección individual o EPI, compuesto por una mascarilla, protección ocular, traje o bata impermeable e incluso una pantalla facial.
A nivel poblacional, la recomendación principal es tan solo llevar mascarilla higiénica o quirúrgica, siendo innecesario llevar mascarillas tipo FFP2 en el ámbito cotidiano. Pero, ¿y si llevar gafas también otorgase cierta protección?
Eso es lo que sugeriría un reciente estudio públicado en JAMA Ophthalmology: llevar gafas podría reducir el riesgo de contagio, al menos en parte. Inicialmente, los autores del estudio notaron que desde el primer brote por coronavirus iniciado en la ciudad de Wuhan en diciembre de 2019, muy pocos pacientes portadores de gafas acabaron ingresados en el hospital.
Investigaron a fondo dicha relación, recopilando datos sobre el uso de gafas y contagio por COVID-19. En su pequeño estudio, de 276 pacientes, solo 16 de ellos (5.8%) llevaban gafas más de ocho horas al día. Sin embargo, en la provincia de Hubei, donde se encuentra Wuhan, la proporción de personas con miopia era mucho mayor: hasta el 31.5% de sus habitantes sufre miopia y por tanto precisa llevar gafas.
Aunque la miopía es un problema en auge en toda Asia -ha llegado a ser calificada de 'nueva epidemia', especialmente entre los jóvenes-, la proporción no está muy alejada de la que se da en España, donde hay un 29% de miopes y un 25% de astigmáticos. Si a ello le sumamos la presbicia o vista cansada que, con la edad, llega a afectar a un 44,5% de la población, nos da hasta 25 millones de españoles que usan gafas o lentillas.
Precisamente entre los individuos que usan lentes, la proporción de ingresos por COVID-19 sería hasta cinco veces menor que el resto según el estudio de Wuhan. Si bien esta relación es llamativa, son resultados que deben tomarse con precaución. La protección ocular es una parte esencial del mencionado EPI, pero la diferencia entre la proporción de usuarios de gafas y el resto de población en cuanto a contagio se refiere es más llamativa si cabe, y puede incluso resultar sospechosa.
De hecho, dada la escasa cantidad de participantes en el estudio, no sería recomendable usar gafas a propósito para reducir el riesgo de contagio de COVID-19, al menos no de momento. Además, no tiene en cuenta un factor práctico al combinarla con la mascarilla: aunque hay técnicas para evitarlo, muchos renuncian a llevar las gafas por el vaho que empaña los cristales.
Los ojos como entrada del coronavirus
La mayor parte de nuestro cuerpo está cubierto de piel, la cual protege eficazmente contra la gran mayoría de virus y bacterias. Sin embargo, las membranas protectoras que cubren las vías respiratorias, el sistema digestivo y los ojos son más delgadas y "débiles" en comparación.
De hecho, así deben ser, pues en el caso de las vías respiratorias se necesita que estas membranas sean más finas para permitir el paso de oxígeno, y también el tránsito de los nutrientes en el caso del sistema digestivo. Respecto a los ojos, poseer unas membranas protectoras demasiado gruesas dificultaría la visión. El problema es que los microorganismos infecciosos han aprendido a usar estas debilidades humanas en su favor.
En el caso del nuevo coronavirus, se sabe que la principal puerta de entrada al cuerpo humano es por partículas virales transmitidas a través del aire, en forma de aerosoles o microgotas, pero también a través de las manos: cuando nos tocamos la cara, el coronavirus puede llevar a cabo el contagio al contactar con las mucosas de la boca o de los ojos.
Así pues, tiene cierto sentido que cubrir los ojos con gafas ofrezca cierta protección adicional, ya sea para evitar tocar los ojos de forma directa, o protegiéndolos del aliento de otros individuos. Además, ya en febrero de 2020 algunos trabajos sugirieron que el hecho de no proteger adecuadamente los ojos en entornos médicos aumentaría el riesgo de infección. Y se sabe que los receptores ACE-2, a los cuales se une el coronavirus, también están presentes en esa zona.
Aún así, cabe recordar que correlación no implica causalidad: que se haya detectado que muy pocos individuos portadores de gafas se vean afectados por el nuevo coronavirus no implica, como causa, que las gafas ofrezcan la mencionada protección adicional. Este estudio es pequeño, y solo se observó una relación sin más; no se ha realizado un ensayo clínico para comprobar esta protección como tal. Se necesitan más datos y continuar investigando al respecto.