En la premonitoria película Contagio [alerta, spoiler], un nuevo virus diezma a la población mundial y desconcierta a los científicos, que no consiguen encontrar una cura ni una forma de prevenir las nuevas infecciones.
La búsqueda de la vacuna se convierte en una carrera contrarreloj [¿les suena?] y cuando finalmente se logra, la alegría no es completa: ninguna inmunización puede producirse para que, de golpe, sea capaz de proteger a toda la población.
Así, se opta por una solución salomónica. Se sorteará quién recibe la vacuna según el día de su nacimiento. Un bombo decidirá cuándo una persona podrá vacunarse y si tendrá que esperar mucho o poco para obtener su salvoconducto.
Por supuesto, estamos hablando de una ficción: la Covid-19 no ha matado -afortunadamente- al 25% de la población, existen medidas de prevención que disminuyen casi al 100% el riesgo de infectarse y, casi con total certeza -nunca se sabe de lo que es capaz 2020- no se decidirá por sorteo quién recibirá las primeras vacunas.
Pero sí hay paralelismo en una circunstancia: varias compañías farmacéuticas están probando prototipos de la vacuna frente al Sars CoV-2 y los ensayos están tan adelantados-nueve productos están en fase II/III o III, la previa a su aprobación- que la Agencia Europea del Medicamento calcula que podría recibir datos clínicos que le permitieran dar luz verde a los más avanzados hacia finales de 2020.
Sin embargo, ni la visión más optimista hace prever que lleguen muchas vacunas de golpe. Ni siquiera la de AstraZeneca -de la que España ha comprado 31,5 millones de dosis y que se empezó a producir antes de los resultados de los primeros ensayos clínicos- estará a completa disposición de los países tras su presunta aprobación.
Si los últimos ensayos clínicos demostraran una eficacia que permitiera a la EMA aprobarla, España adquiriría cuando eso ocurriera -en diciembre en los mejores cálculos- 3.155.547 de dosis. Es decir, podrían vacunarse 1.577.000 personas.
Teniendo en cuenta que nadie se ha destacado en esta pandemia por predecir acontecimientos, el Centro Europeo para la Prevención y Control de las Enfermedades (ECDC) ha lanzado una advertencia: empieza a ser prioritario decidir quiénes recibirán esas primeras dosis.
Lo ha hecho en un informe técnico que ofrece a los distintos países estrategias de administración de esa vacunación precoz que no son "exclusivas" -se pueden combinar- pero si ayudan a centrar el foco y, sobre todo, a evitar a que no haya un plan para cuando finalmente la solución que el mundo está esperando se haga realidad.
La primera estrategia que sugiere es centrarse en grupos específicos. "La vacunación podría administrarse a grupos específicos de población basándose en su papel durante la pandemia de Covid -por ejemplo, trabajadores sanitarios o sociales o cualquiera que esté en primera línea de fuego-, en su riesgo de contraer la infección -como personas con enfermedades subyacentes- o en su pertenencia a grupos vulnerables". Esta estrategia, se puede leer en el documento, contribuiría a un mejor funcionamiento del sistema sanitario y a la protección de las personas que tienen más riesgo y son más vulnerables.
La segunda habla de centrarse en los grupos de edad. Sabiendo que son los mayores los más gravemente afectados por la Covid-19, diseñar un programa de vacunación precoz y específico para los ancianos parecería la estrategia ideal para protegerlos. Sin embargo, antes de decidirse por esta opción, habría que demostrar la eficacia de la vacuna concretamente en estos grupos, algo que no ha hecho de momento ningún candidato o, al menos, no lo ha publicado.
La tercera sería dirigir las primeras vacunas a los grupos más expuestos al virus, que no son necesariamente los que más sufren sus consecuencias. Entrarían ahí los más jóvenes y algunas profesiones concretas, pero también tendría sus contras: aunque teóricamente sería la más asociada a una vuelta rápida a la normalidad, la identificación de estos grupos podría no ser posible y los que están más en riesgo de morir por la enfermedad podrían tardar en beneficiarse de la vacuna.
Otra opción sería un análisis concienzudo de los datos para optar por vacunar primero en las regiones o zonas donde se detecte más actividad viral, sobre todo con una elevada densidad de población. Así, podría darse la circunstancia de que las primeras dosis de la vacuna no se distribuyeran por todo el territorio nacional, lo que requeriría de pedagogía para evitar reclamaciones localistas.
¿Y si lo que se decide es algo parecido a improvisar? Esta quinta estrategia no implicaría no pensar en el asunto hasta que lleguen las vacunas, pero si ajustar en el tiempo la decisión a las últimas tendencias epidemiológicas.
Por último, el documento habla de una estrategia de vacunación universal cuando haya vacunas suficientes, aunque habría que utilizar marcadores para priorizar algunas vacunas.
En conclusión, como casi todo lo que se refiere a la Covid-19, decidir quién recibirá las primeras dosis de la o las vacunas que lleguen al mercado no va a ser una tarea fácil y los ECDC sugiere que Europa y Reino Unido diseñen una estrategia conjunta tanto para el corto como para el largo plazo.