"Esto nunca podrá ser como en marzo y abril". Creo que esta ha sido la frase más repetida desde septiembre en España y en buena parte del resto de Europa. Creo, también, que es una frase equívoca. Ya lo hablamos el otro día: no se puede entrar en comparaciones con un tsunami.
Lo de marzo fue de una explosividad estruendosa precisamente porque no teníamos datos previos: no se hacían tests, no se ordenaban las cuarentenas necesarias, los protocolos eran lamentables (¿recuerdan cuando con fiebre, apnea y pérdida de olfato le mandaban a uno a casa con paracetamol si no había estado en China o en el norte de Italia?) y el número de casos detectados rozaba el ridículo.
Hace meses que las cifras que vemos en nuestro país y en otros son cinco, seis o siete veces las que vimos en primavera. Siempre dijimos: "Claro, es que ahora hacemos más tests", y era verdad. El problema es que, si no puedes comparar con cifras totales, ¿con qué puedes comparar, entonces? ¿Con percepciones? Eso es muy complejo. Quedan los hospitales y los fallecidos, pero quizá no supimos ver que el volumen de hospitalizados y de muertos nos iba a llegar de otra manera: menos torrencial, más constante, e igual de complicada de reducir sin medidas extremas.
Y aquí es donde llega el otro problema: ¿Cómo se explican las medidas extremas si la situación no parece extrema? En España hay ahora mismo más de 20.000 hospitalizados, de los que casi 3.000 están en la UCI. La situación en determinadas comunidades, como veremos ahora, es crítica… pero, ¿cómo comparar esto con la última semana de marzo, cuando había 14.000 solo en Madrid? Habrá que tratar la segunda ola como un fenómeno con sus propias dinámicas.
Por ejemplo, esos 14.000 hospitalizados de Madrid eran ya solo 7.000 tres semanas después. ¿Cuánto tardaremos en reducir a la mitad los 20.000 que tenemos ahora? Probablemente mucho más tiempo. Eso supone un estrés hospitalario insostenible a medio plazo, aunque a corto no tengamos testimonios (imágenes no ha habido nunca) de UCIs en pasillos y morgues improvisadas, como si los está habiendo, por cierto, en París.
Y es que lo que nos está enseñando Europa es que esta segunda ola puede ser atroz. Los hospitales están llenos en Holanda, en Polonia, en Suiza, en Bélgica, en República Checa y en partes de Francia. En Reino Unido notifican ya más de 400 muertos al día, como lo hacen en Italia. España, Francia y Polonia notifican más de 300 y todas las tendencias son al alza.
Esto ya sí que empiezan a ser cifras de primavera y nos deberían poner sobre alerta: si esto está pasando en buena parte de Europa, ¿por qué pensar que la batalla ya está ganada en España solo porque los indicadores nacionales parecen frenar su aumento? También lo parecía en Francia y el sábado notificaron casi 90.000 casos en un solo día. Habría atrasos incluidos, por supuesto, pero muchos atrasos son esos.
Si en determinados países de Europa y en buena parte de Estados Unidos ya tienen más hospitalizados y más fallecidos que en la primera ola, ¿por qué no pasa lo mismo en España? Bueno, porque el reparto es desigual y porque la primera ola fue especialmente cruel con nuestro país. Comparado con marzo, como hemos visto, Madrid es ahora mismo el paraíso. Algo parecido, con matices, se podría decir de Castilla-La Mancha, la otra gran comunidad afectada de marzo a mayo.
Cataluña empieza a mostrar números parecidos, sobre todo en lo que respecta a UCIs y fallecidos: más del 40% de las camas UCI están llenas de casos Covid. Aquí hay que insistir en que estas cifras, tanto en Cataluña como en el resto del país, no son del todo exactas: los hospitales y los gobiernos autónomos tienden a considerar "cama UCI" casi cualquier cosa que se pueda convertir en tal. Los sanitarios alertan siempre de que el colapso es mucho mayor.
En otras regiones, la comparación sale a deber claramente. Pongamos algunos ejemplos: Andalucía tiene ahora mismo 3.197 hospitalizados, de los cuales 442 están en la UCI. En la primera ola, no superó en ningún momento los 2.800, aunque las UCI ocupadas sí se acercaron a 500.
El problema en los últimos días, además, es que los muertos van sumándose de más de 50 en 50. Desde el 3 de agosto, han muerto en Andalucía 1.361 personas. Según el ministerio de Sanidad, en los cinco meses anteriores habían muerto 1.437. A este ritmo, no es descartable que los muertos de esta “segunda ola”, a poco que se prolongue, acaben siendo el doble que en la primera.
No es obviamente Andalucía la única comunidad autónoma donde se da esta circunstancia. Si colocamos esa fecha del 3 de agosto como posible comienzo de la segunda ola (al menos así era en Aragón, Cataluña y Navarra, donde la incidencia acumulada en 14 días superaba ampliamente los 100 casos por 100.000 habitantes), observamos que hay más regiones cuyo ritmo de fallecidos es mayor que en el período anterior.
Que quede claro que estoy comparando los últimos tres meses con los cinco anteriores y no específicamente con los dos y medio que duró en sentido estricto la primera ola… pero a cambio hay que reconocer que en esos dos meses y medio los muertos se contaron mal, así que, en fin, aceptemos estos datos como indicativos pero con sus limitaciones.
Estas regiones son Aragón (982 fallecidos hasta el 3 de agosto, 843 desde entonces), Murcia (148 y 241) y las dos ciudades autónomas: entre Ceuta y Melilla acumularon 6 muertos en la primera ola, y llevan ya 50 en la segunda. Es, con diferencia, donde más se ha notado. Ahora bien, la media actual de muertos diarios es muy superior en Asturias, Extremadura, Galicia o Navarra de lo que nunca lo fue en primavera.
Incluso en las regiones más golpeadas por el tsunami de marzo, hay cifras que no invitan al optimismo ni en Cataluña, ni en País Vasco, ni en Castilla y León. El esfuerzo de transparencia de esta última comunidad es envidiable. Han organizado un portal de datos con todo lo que uno pueda desear. Así, por ejemplo, vemos que del 24 de marzo al 24 de abril, hubo más de 1.000 hospitalizados en planta, con un pico de 2.358 el 2 de abril.
En esta segunda ola, el pico probablemente aún esté por llegar, pero de momento lo podemos cifrar en 1.436… ahora bien, llevamos desde el 20 de octubre con más de 1.000 ingresados y aquí no vemos bajada alguna. ¿Cuánto tiempo pasaremos en esas cifras? En cuanto a las UCI, el número total tampoco llega al de abril (216 por 352), pero la situación es espantosa.
Según los datos de la propia Junta, el 71% de las camas UCI están ocupados por casos de clínica Covid, llegando o superando el 100% (es decir, teniendo que improvisar unidades que antes no había) en siete. De hecho, si el cálculo lo hacemos sobre las camas que había antes de la pandemia, nos encontramos que el 105% de las mismas están ocupadas por pacientes Covid.
Como hemos dicho varias veces, y no conviene olvidarlo, el gran problema de comparación es que esto no se ha terminado. Que ese 105% aún puede ser un 120% y que esos 3.197 hospitalizados de Andalucía aún pueden ser 4.000 y así sucesivamente. Con el confinamiento domiciliario se intuía el final. Con las medias tintas, no intuimos nada. Esto se puede prolongar durante meses y meses con un coste sanitario tremendo.
Si ese sacrificio en vidas y recursos va a evitar el previsible derrumbamiento económico, se escapa por completo de mi competencia y me temo que de la de cualquiera. ¿Cómo proyectar cifras sobre unos períodos que desconocemos?
De momento, ya sabemos que cuando decíamos que marzo y abril eran irrepetibles nos equivocábamos en demasiados sitios. Los que no aparecen en este artículo, harían mal en caer en la complacencia. Nada ni nadie asegura que no sean los siguientes, por duro que sea decirlo.