La semana que concluye se inició de la mejor de las maneras. Pfizer anunció que su candidata a vacuna BNT162b2 tenía un 90% de eficacia y, aunque por las reacciones de las bolsas podría decirse que la Covid-19 ya es historia, la realidad es que queda mucho por hacer para vencer a la enfermedad y para controlarla con una vacuna.
¿Quiere esto decir que la vacuna de Pfizer no va a funcionar? En absoluto. Pero lo que sí es importante destacar es que el éxito de este prototipo -lo que sigue siendo- no puede hacer que se deje de investigar no sólo en el producto de Pfizer sino en otros candidatos prometedores, algunos de los cuales serán seguramente españoles.
Cuatro meses después de que la biotecnológica alemana BioNTech asignara a 500 empleados la labor de investigar en una vacuna contra un virus que afectaba a personas en una lejanísima provincia china y dos meses más tarde de que la multinacional Pfizer le inyectara una millonada para hacer realidad su vacuna, siete entidades -la mayoría españolas- se ponían manos a la obra de forma conjunta para hacer Covarna, una vacuna made in Spain.
Fabricar la vacuna
Este consorcio, sin embargo, necesita de otro actor indispensable para alcanzar un final feliz: su nombre, Hipra; su sede, en Amer, Gerona, el pueblo natal de Carles Puigdemont; su función, hasta ahora, ser líder en prevención para salud animal. Un modelo de negocio que ha cambiado este año, cuando decidió adaptar sus instalaciones para fabricar este prototipo de vacuna española.
"El compromiso de Hipra con la sociedad es total. Desde el inicio de la crisis sanitaria ocasionada por el Sars CoV-2, nos pusimos a disposición de las autoridades sanitarias", explican desde la empresa a EL ESPAÑOL. Por su experiencia en investigación, desarrollo y producción de vacunas para salud animal, tenían el conocimiento, las instalaciones y el equipo para poder colaborar en la producción de una posible vacuna para humanos.
Para hacerlo, han recibido 458.469,60 euros del Centro para el Desarrollo Tecnológico Industrial (CDTI) y ya están listos para comenzar su fabricación, tan pronto como se sepa la composición definitiva de la vacuna.
"En Hipra disponemos de unas instalaciones de primer nivel, preparadas para producir vacunas de diferentes tipos. La ayuda del CDTI la estamos destinando a la investigación y desarrollo de esta vacuna frente a SARS-CoV-2", explican desde la empresa, que añade que esto incluye el escalado industrial y los primeros lotes GMP [siglas de good manufacturing practice, la norma necesaria para fabricar material de este tipo] de la inmunización. Aunque para llegar a ese punto, aún hay que desarrollar la vacuna.
Investigación
"Empezamos a trabajar en mayo", explica a EL ESPAÑOL el jefe de Sección de Enfermedades Infecciosas del Hospital Clínic de Barcelona e investigador del IDIBAPS Felipe García, el que coordina a todos en un engranaje perfecto que podría dar lugar a una vacuna española en el segundo semestre de 2021.
Aunque no es el único prototipo español -la desarrollada en el Centro Nacional de Biotecnología (CNB) por el equipo de Mariano Esteban también está bastante avanzada-, la vacuna que coordina García tiene características que la hacen muy esperanzadora.
En primer lugar, su mecanismo de acción. Covarna utiliza un mecanismo similar al de la prometedora vacuna de Pfizer, ya que está hecha con ARN mensajero. En principio, según García, la española tendría además una ventaja que no tiene la de la farmacéutica estadounidense: su conservación no tendría que ser a las bajas temperaturas que el prototipo más avanzado.
ARN mensajero
Es una forma muy nueva de diseñar vacunas que, hasta ahora, sólo se ha usado para hacer vacunas utilizadas en ensayos clínicos, en concreto para algunos tipos de cáncer y para otras enfermedades infecciosas.
De hecho, BioNTech ya utilizaba este sistema para una vacuna terapéutica contra el melanoma -que ha tenido buenos resultados en ensayos clínicos- y el equipo de García lo usó para desarrollar un prototipo de vacuna frente al VIH, que está intentando mejorar con el mismo mecanismo.
Lo que hacen distintas a las vacunas de ARN mensajero de otras -como las que utilizan virus inactivados, las que predominan en la actualidad y de las que también hay algunas en investigación frente a la Covid, como la china de CanSino- es que simulan una infección, de forma que el organismo cree que está infectado. "Es como hacer una prueba de entrenamiento para una guerra utilizando fuego real en lugar de balas de fogueo", comenta García.
Estas vacunas transportan las instrucciones genéticas para que las células del huésped fabriquen el antígeno deseado, lo que hace que el proceso se parezca mucho a una infección natural.
Según explica, Pfizer desarrolló dos versiones de su vacuna de ARN mensajero. La primera inducía un antígeno frente a toda la proteína y la segunda sólo frente a la parte de la proteína que se une al receptor. La que finalmente han estudiado en la fase 3 es la primera.
Nanopartículas
Aunque tiene un mecanismo similar, Covarna utiliza un ARN pequeño, protegido con nanopartículas, que contendrá las secuencias que codifican regiones pequeñas de proteínas del virus para inducir la producción de anticuerpos frente al SARS-CoV-2.
"Es decir, no induce un antígeno frente a toda la proteína, sino frente a las partes del virus que provocan una respuesta más potente del sistema inmunitario", comenta García. Para identificar esas partes del virus se han utilizado métodos computacionales que han estudiado más de 2.000 secuencias.
Todavía están ultimando qué secuencias exactas contendrá el producto que se pruebe en humanos, pero se sabrá en diciembre. “Nuestra hipótesis, que todavía tiene que ser probada, es que si el virus muta no lo hará a estas partes escogidas por nosotros, por lo que nuestra vacuna sería eficaz también para futuras mutaciones”, explica García.
El investigador reconoce que no hay datos publicados que apoyen la supuesta eficacia de la vacuna, pero lo achaca a "motivos de patente" y a que, por supuesto, no se han empezado los ensayos clínicos en humanos.
Los siete magníficos
Los siete magníficos que están detrás de Covarna se dividieron las labores. La Universidad Pompeu i Fabra, la Universitat de Barcelona y el Instituto de Reçerca en Biomedicina de Barcelona la diseñaron, la Universidad Libre de Bruselas y la Universidad de Santiago de Compostela la han fabricado y el Centro Nacional de Biotecnología (CNB) y el IDIBAPS la han probado en animales y la van a probar en humanos.
Covarna se ha probado hasta ahora en células en laboratorio y en ratones, pero se volverá a probar en estos animales cuando se termine de definir la versión final por la que apuestan sus autores. Se hará entonces con una versión producida en las instalaciones preparadas para fabricar vacunas de Hipra.
"Si todo va bien, la vacuna -para la que tenemos financiación del ISCIII y de la Generalitat de Catalunya- se empezaría a ensayar en humanos en el primer trimestre de 2021", subraya García.
En la misma línea se manifestaba esta semana el director del CCAES, Fernando Simón, que reconocía que las vacunas españolas iban con más retraso. Pero, si va a haber una vacuna que ya funcione -la de Pfizer- y probablemente se le sumen otras en fases muy avanzadas de la investigación clínica -como la de Moderna o la de AstraZeneca, entre otras-, ¿tiene sentido hacer más vacunas, por muy españolas que sean?
García lo explica con claridad: por mucho que los resultados de estas vacunas sean buenos, es materialmente imposible saber cuáles van a ser sus efectos o su eficacia a largo plazo. Es por ello que "hay que seguir trabajando" en el desarrollo de nuevas vacunas y no parar los experimentos que demuestran la eficacia de cualquiera de ellas.
De hecho, García apela a la imaginación científica y desgrana más planes para el futuro: combinar su vacuna con el prototipo de la del CNB de Mariano Esteban, colaborar en otra inmunización que está desarrollando el Instituto Químico de Sarrià... No parece que descansar sea una opción para el investigador. Ni ahora ni en unos años.