El inmunólogo Alfredo Corell -el profesor que triunfa en La Sexta explicando la Covid-19- se mostró muy enfadado en su cuenta de Instagram la semana pasada. La razón la explicaba él mismo: "Estoy escuchando muchos comentarios egoístas, carentes de fundamento o base científica y muy negativos respecto a la vacuna de AstraZeneca".
No es el único experto al que le indigna una situación que en Alemania ha pasado a ser casi un problema de salud pública. Como contaba este lunes el diario The Times, su programa de vacunación peligra porque menos de 200 personas de las 3.800 citadas a diario para ponerse la vacuna de AstraZeneca acuden a su ambulatorio para ser vacunadas.
En España, los colectivos profesionales a los que se ha ofrecido la vacuna del laboratorio anglosueco han puesto también en duda la efectividad del fármaco y todo por una idea que perdura en el imaginario popular: que la vacuna de AstraZeneca es la menos eficaz de las aprobadas hasta la fecha.
Sin embargo, se trata de una afirmación con trampa, a la que no ha contribuido la comunicación hecha por la empresa, que ha hecho públicos sus resultados de manera un tanto anómala, tanto que ha provocado situaciones tan surrealistas como que países como Alemania y España la desaconsejen para mayores de 55 años, mientras la OMS y la propia Agencia Europea del Medicamento digan que es apta para esta franja de edad.
Es cierto que, mirando los números en frío, la eficacia de la vacuna ideada por la Universidad de Oxford, parece menor, pero lo que no se cuenta es que este parámetro no es el único interesante a la hora de evaluar una vacuna.
De hecho, todo parece indicar que los resultados de eficacia del 70% comunicados por la empresa poco después de los espectaculares anuncios de Pfizer y Moderna -que cifraron la eficacia de sus compuestos en más de un 90%- no se deben al compuesto en sí, sino al tiempo transcurrido entre cada dosis.
De hecho, un estudio publicado la semana pasada en The Lancet demostraba que eleva su eficacia al 82 por ciento si se inocula la segunda dosis de la misma en un intervalo de 12 semanas.
En una entrevista con EL ESPAÑOL, la directora de la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (AEMPS), María Jesús Lamas, rechazaba la idea de que la vacuna fuera "la peor" del lote: "Que las dos primeras que se han autorizado tengan eficacias medias de alrededor del 95% condiciona mucho el resultado de las siguientes, porque una vacuna con protección del 60% o 70% es muy buena vacuna", explicaba.
El internista del Hospital Universitario de Salamanca Miguel Marcos publicaba hoy en su Twitter una certera analogía para explicar por qué la vacuna de AstraZeneca es un buen producto y, a la vez, no se le administra a los mayores de 55 años.
La razón aducida por Alemania y España para no vacunar a esta franja poblacional con el producto de AstraZeneca es que en los ensayos clínicos llevados a cabo para demostrar su eficacia frente a las autoridades sanitarias no habían participado personas de más de 55 años, pero se trata de un dato incorrecto. Sólo el 13% de los participantes eran mayores de 65 años, pero sí hubo voluntarios de esta edad que la recibieron en ensayos clínicos.
La Comisión de Salud Pública del Ministerio de Sanidad consideró en su momento que "no había datos sólidos" sobre la evidencia de su eficacia en este grupo de edad y decidió alinearse con países como Francia, Alemania, Polonia, Austria, Suecia, Italia y Países Bajos e incluso rebajar el límite de edad establecido en algunos de estos, por debajo de los 65 años.
El argumento de AstraZeneca es que los primeros estudios se iniciaron con personas menores de 55 años porque la vacuna iba dirigida especialmente a los sanitarios, pero que ese déficit se fue corrigiendo en ensayos posteriores.
Es importante destacar, por cierto, que tanto en los ensayos de la vacuna de Moderna como en los de la de Pfizer BioNTech la participación de mayores también fue menor que la de voluntarios más jóvenes.
Otro argumento que algunos aducen para decir que la vacuna de AstraZeneca es peor es el tipo de fármaco del que se trata. Frente a las de Moderna y Pfizer, ambas basadas en ARN mensajero -una tecnología nunca utilizada hasta ahora fuera de ensayos clínicos- , la de AstraZeneca utiliza un adenovirus de chimpancé para transportar la espícula del coronavirus, un mecanismo más parecido al de las vacunas habituales, aunque también poco usado -lo normal es usar adenovirus humanos atenuados-. La vacuna del ébola se basa en este tipo de vector. Se trata también por tanto de un argumento fácilmente desmontable.
Otra pega que algunos le ponen a la vacuna de AstraZeneca es su supuesta falta de eficacia frente a las nuevas variantes pero, de nuevo, la información que circula es inexacta. La eficacia frente a la variante inglesa -la más extendida de las nuevas en España- es similar y, si bien es cierto que es significativamente menor frente a la sudafricana, también hay que decir que en los estudios que han analizado este extremo se ha visto que sí se reducían las formas graves de la enfermedad.
Pero si hay algo que enfada a los expertos -y el discurso de Corell en Instagram es el mejor ejemplo- es lo insolidario de rechazar una vacuna como la de AstraZeneca cuando muchísimos países tendrán que esperar más de un año para vacunarse con la que les toque. Para reflexionar.