Aún sin haber revisado Twitter, es fácil apostarse algo -algo importante- a que muchos en esta red social habrán puesto en duda la declaración de este jueves de la concejal de Cultura del Ayuntamiento de Madrid, Andrea Levy, afirmando que es paciente de fibromialgia.
No sería la primera ni la última persona (mujer, la mayoría son mujeres) con esta enfermedad que se enfrentan al escepticismo de una parte de la sociedad y, lo más grave, también de algunos médicos.
Lejos de ser una enfermedad rara, la fibromialgia afecta a entre el 3% y el 4% de la población -la mayoría mujeres-, según explicó a EL ESPAÑOL el reumatólogo y coordinador de la Unidad Multidisciplinar para el Estudio y Tratamiento de la Fibromialgia del Hospital Clínic de Barcelona, Antonio Collado.
Entre sus características, se trata de una dolencia que suele tardar años en ser diagnosticada porque no existe un test que permita demostrar que alguien la padece y su diagnóstico se basa en criterios clínicos.
Collado reconoce que "hay profesionales que tienen dudas" sobre la existencia de la dolencia, reconocida como enfermedad por la Organización Mundial de la Salud (OMS) hace relativamente poco, en 1992. Sólo dos años más tarde hacía lo propio la Sociedad Internacional del Dolor y el resto de entidades se fueron sumando paulatinamente.
Pero él es de los que lo tiene claro: "Es una enfermedad, real y física: cursa con alteraciones en el cuerpo, afecta a la zona de la espalda, las nalgas, los trapecios, los hombros, los brazos y los tobillos". Y sigue: "El dolor es recurrente, continuo, independiente de los movimientos...".
Un estudio publicado en 2017 en la revista Medicina Clínica cifra en 12.993 millones de euros anuales los costes de la fibromialgia en nuestro país y, aunque rebaja la prevalencia a un 2,40% de la población, define la patología como "una enfermedad crónica idiopática que ocasiona dolor musculoesquelético generalizado, hiperalgesia y alodinia".
El mismo médico habla de otro gran hándicap -muy sufrido por las pacientes- que rodea a la enfermedad: ésta se agrava con la activación emocional. Esto da de lleno en una de las principales quejas de las pacientes: la falta de comprensión.
Una de las acusaciones a las que más se enfrentan las pacientes de fibromialgia es que se trata de una enfermedad psicosomática. Collado cuenta que hasta los años 70 del siglo pasado se pensaba así en el estamento médico.
La falta de descanso es quizás lo que más afecta al estado de ánimo. "Hay alteraciones emocionales significativas en alrededor del 60% de los casos y un 20% sufre depresión mayor", relata el médico del Clínic.
Por esta razón, el tratamiento no farmacológico es uno de los pilares fundamentales del manejo de la fibromialgia. Más importante aún si se tiene en cuenta que alrededor de un 40% de las pacientes no responden a los medicamentos que se utilizan para ella, fundamentalmente terapias para el dolor neuropático, común a otras enfermedades. Collado reconoce que esta situación no va a cambiar de inmediato. Aunque hay fármacos en ensayo no son específicamente para la fibromialgia, sino un más de lo mismo mejorado.
Difícil atacar una dolencia de la que ni siquiera se conoce la causa, aunque sí se sabe que hay una predisposición genética. En cualquier caso, para medicarse también hay que seguir ciertas pautas. "Lo primero es lograr el diagnóstico, después hay un test de respuesta a los fármacos y en esa fase el paciente debe estar supervisado, así como controlado posteriormente", relata Collado.