La estabilidad absoluta en medio de una pandemia es imposible. Solo se conseguiría reduciendo los casos a cero y para ello harían falta medidas que ya no se pueden tomar y que probablemente no tendría sentido tomarlas a estas alturas.
Mientras haya posibilidad de transmisión del virus, este irá buscando caminos para pasar de un cuerpo a otro y lo hará como buenamente pueda según nuestro comportamiento social. A mayor “normalidad”, más posibilidad de contagio. A mayor distanciamiento, más bajará la famosa curva.
Por ejemplo, durante la tercera ola, la Comunidad Valenciana tardó bastante en tomar medidas restrictivas. Se quiso apurar al máximo y la incidencia llegó a los 1.500 casos por 100.000 habitantes cada 14 días (un 1,5% de la población dio positivo en una prueba durante esas dos semanas) con un 62% de camas UCI ocupadas por casos con clínica Covid.
Cuando se cerraron bares, restaurantes, comercios, teatros y gimnasios, la transmisión cayó en picado. Ahora mismo, según el último informe del Ministerio de Sanidad, la Comunidad Valenciana es la región con menor incidencia del virus, apenas 36,65 casos por 100.000 habitantes. Todo esto en menos de dos meses.
Otras regiones lo tienen más complicado para bajar así sus tasas de contagio. Ahí destacan Madrid y Cataluña. Sus medidas han sido diferentes a la hora de cortar cada repunte… pero los resultados no han variado tanto.
En todo momento, ambas han tenido problemas para llegar a los mínimos de otras regiones, probablemente por su densidad y su condición de núcleos económicos y, por lo tanto, sociales. La última vez que Madrid estuvo por debajo de los 190 casos por 100.000 habitantes fue a mediados de agosto. Cataluña no baja de 150 desde el 15 de septiembre.
¿Qué quiere decir esto? Que seguimos estando muy expuestos al virus y cuando uno se expone a una transmisión que no controla, la entrada y el fortalecimiento de distintas variantes es facilísima.
Para cuando nos damos cuenta, ya están ahí, entre nosotros. En una situación así, siempre va a haber repuntes. Es imposible pararlos porque no es el objetivo. Abres y cierras, cierras y abres. El baile sin martillo o con un martillo de plástico. La “convivencia”. En ese contexto, cada cierto tiempo va a haber repuntes y España está entrando en uno de ellos. ¿Hasta dónde llegará? Es difícil de averiguar pero podemos seguir algunas pistas.
Lo primero sería mirar en qué situación estamos como país. Vale que cada comunidad autónoma es un mundo en ese sentido, pero parece que vamos a llegar a este repunte en una incidencia a 14 días en torno a los 125 casos por 100.000 habitantes. Es mejor situación que cuando empezó la tercera ola con los primeros repuntes de principios de diciembre (188,72 el 10 de diciembre, con la lógica influencia de los festivos del puente de la Constitución). Esa es una primera buena noticia.
La segunda buena noticia viene del exterior: aunque sí está habiendo una ola en Europa Central y en países mediterráneos como Italia y Francia, parece que no llega a los niveles de la segunda ola de octubre-noviembre. Con París ya confinada y con más de la mitad de Italia sin colegios siquiera, lo normal es que la cosa no vaya a mucho más.
En cualquier caso, estos países van a un ritmo distinto del nuestro porque su tercera ola de diciembre-enero fue un ligero repunte, sin más. ¿Quiere eso decir que nosotros vamos con atraso o con adelanto? Es difícil saberlo, pero no cabe descartar que nosotros ya hayamos pasado por lo que ellos están pasando ahora porque nosotros nos descuidamos en Navidad, es probable que ya por entonces tuviéramos más casos con variante británica de los que se detectaban y por lo tanto ya hayamos pasado por lo peor.
En la hipótesis contraria, es decir, que tanto nosotros como Irlanda, Reino Unido y Portugal, que son los países que van a un ritmo epidémico parecido al nuestro, vayamos con retraso, tampoco deberíamos estar ante un escenario catastrófico. Hay que tener en cuenta que esta es la peor pandemia mundial en un siglo, que han muerto millones de personas en solo un año y que las secuelas son aún desconocidas, es decir, que todas estas afirmaciones optimistas lo son dentro de ese contexto.
Aunque empezáramos ahora un repunte parecido al de Francia o Italia, hay que pensar que nos pillará al menos con más defensas, es decir, con más gente vacunada, que es el último factor a tener en cuenta en este análisis.
Y es que el porcentaje actual de vacunación, que ronda el 4% de españoles con las dos dosis ya inoculadas, es muy bajo para frenar una ola de contagios. Ahora bien, es muy eficaz para frenarla entre los grupos de riesgo. Esto no es un pasaporte a la tranquilidad porque sabemos que este virus también es letal entre jóvenes y personas de mediana edad, que puede dejarles en la UCI varias semanas y destrozarles la vida… ahora bien, haber protegido a nuestros mayores y a nuestros sanitarios debería resultar en un decrecimiento radical en el número de casos graves y fallecidos.
En definitiva, lo más probable -esto no es un vaticinio sino un análisis de posibilidades- es que ese repunte que estamos empezando a ver ahora, se complique en cuanto al número de contagios durante al menos dos o tres semanas más.
Si llegará a ser “una ola” o será un pequeño repunte propio del descontrol de la transmisión, no lo sabemos seguro. Lo que sí deberíamos poder asegurar es que matará, en proporción, a menos gente y eso sin duda es un alivio. También debería notarse en el número de hospitalizados y críticos, aunque de manera más leve. Será importante, por tanto, que miremos los indicadores correctos: en abril habrá más contagios que en marzo, desde luego, el asunto será saber si habrá más hospitalizados y muertos que en febrero. Yo tiendo a pensar que no, pero no está en mis manos, así que sean prudentes.
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