Jefe del servicio de Dermatología del Hospital Ramón y Cajal, profesor titular de la Universidad de Alcalá (UAH), presidente la Academia Española de Dermatología y Venereología, y autor de más de 500 publicaciones científicas y de más de 600 comunicaciones en congresos nacionales e internacionales. El currículum de Pedro Jaén abruma. Sin embargo, uno de los médicos dermatólogos más prestigiosos de nuestro país rehúye el halago. Lo suyo, dice, tiene que ver con trabajar en algo que le apasiona. También con rodearse de "valiosos" compañeros. "Tienes que relacionarte con muchas personas de mucho nivel profesional, y eso supone muchas horas de trabajo", dice desde un despacho en la tercera planta del 143 de la calle Serrano de Madrid, donde se encuentra la clínica del Grupo Pedro Jaén, que él mismo fundó.
Estos días, Jaén está de enhorabuena. Presenta Una piel para toda la vida, el libro que acaba de publicar con la editorial Espasa y en el que ofrece las claves para cuidar el órgano más grande del cuerpo humano. Cerca de 300 páginas en las que este médico de mirada amable y serena desmonta algunos de los mitos más arraigados en el imaginario colectivo, habla de enfermedades como el vitíligo o la psoriarsis, de los mejores tratamientos contra el acné o del trasplante de pelo, tan de moda en los últimos tiempos. Este hijo de marino mercante, a sus 64 años, reconoce que no entiende la vida sin una dedicación plena a la medicina. Y que los pacientes, al final, son "la mayor recompensa".
-¿De dónde surge su vocación? ¿Por qué decidió hacerse dermatólogo?
-En mi familia soy el primer médico. Mi padre era marino mercante, pero a mí me interesó la ciencia desde siempre. También las personas. He sido, además, enfermo a una edad temprana. A los 10 años tuve una psoriasis extensa. En esa época te encontrabas un poco huérfano. Mi madre me llevaba a los médicos y yo pensaba: “Si estos médicos se pudiesen poner en mi lugar, y pudiesen tener un tratamiento para lo que a mí me sucede, sería una maravilla para mi vida”. Eso me marcó un poco y me animó a dirigirme hacia la medicina.
-Le voy a hacer la pregunta que todo el mundo espera que responda en esta entrevista: ¿cuál es el elixir de la eterna juventud?
-Todavía no lo tenemos. Tenemos medios para disfrazar los signos del envejecimiento, y hay un portfolio de productos y técnicas muy grande para hacer parecer joven a una persona que no lo es. Desde procedimientos de cirugía hasta cosmética. El abanico es enorme. Si yo cuando hubiese comenzado con la especialidad hubiese tenido este abanico, mis pacientes tendrían un aspecto mucho más joven del que ya tienen. Sin embargo, no tenemos muchos tratamientos para que la piel sea íntimamente más joven. La mayor parte de los tratamientos se basan en aprovechar la capacidad de regeneración que tiene nuestra piel para estimularla y que se regenere y pueda mantenerse más joven. El análisis íntimo de la edad de la piel se condiciona no tanto por los tratamientos como por la genética. Envejece de forma más lenta el que es longevo por genética, salvo que tenga contratiempos de salud. Y con la piel nos pasa lo mismo. Quien tiene unos antecesores que han envejecido bien, envejece bien.
-Leo en su libro que la risa es una mala compañera desde el punto de vista dermatológico.
-Hay gestos que marcan nuestro rostro. Lo van tallando a lo largo de la vida. Miles de movimientos diarios en determinadas zonas producen arrugas, descolgamiento… Pero mucho peor compañera es la tristeza. Los gestos que van marcando la tristeza a lo largo de la vida, la angustia o la depresión, nos dan un aspecto más envejecido y cansado que la sonrisa. Es cierto que la sonrisa o la mímica marca arrugas, pero son arrugas de expresión, más ascendentes. Las de cansancio, tristeza, depresión, son arrugas descendentes.
-¿El mundo de la cosmética está lleno de productos que prometen cosas que no ofrecen? Acudimos al supermercado y vemos desde champús reparadores hasta cremas anticelulitis o antiarrugas.
-Hay publicidad engañosa. Aunque la cosmética no puede utilizarse para mejorar enfermedades, los textos con los que se promocionan cosméticos dan lugar a que el usuario o el comprador entienda un mensaje de otra forma. Al tallo del pelo sí se le puede dar un aspecto más brillante, pero no se puede cambiar. Lo puedes decorar pero es el que es y el que salió de su raíz un año antes, o dos años antes, o seis meses antes, pero ningún agente externo lo va a cambiar en este momento.
-Los champús anticaída, entonces, no sirven de mucho.
-Los champús anticaída sirven de muy poco. El contacto con los principios activos del champú es muy corto, lo aplicas y luego lo lavas, entonces este tipo de productos no son muy efectivos.
-¿En qué medida influye nuestra alimentación en la salud de la piel?
-Influye mucho. Sin embargo, en la piel, como está muy expuesta a agentes ambientales, influye más lo que nos aplicamos sobre la piel. Uno de los mecanismos comunes por los que la piel sufre una agresión es por la fabricación de especies reactivas de oxígeno, una modificación de las moléculas de oxígeno por la radiación ultravioleta, por el ejercicio, el estrés… que son las que realmente dañan la estructura. Y esto está condicionado por la genética y también por el uso de productos o sustancias que podrían contrarrestar esta situación. Una alimentación adecuada ayuda, pero el cuidado tópico diario ayuda más. Hay alimentos de la ingesta que suponen un factor de protección frente al sol. De hecho, hay fotoprotectores solares que tienen alguna eficacia pero no llegan ni de lejos a lo que un fotoprotector tópico consigue.
-¿Qué opinión le merece el ‘boom’ de los trasplantes capilares en Turquía?
-En Turquía hay buenos profesionales y malos profesionales. Pero la seguridad del paciente con trasplante, la normativa donde se tienen que realizar, no es la misma en nuestro país que en otro. El ambiente de seguridad que tiene un paciente que se realiza un trasplante en nuestro país no es el mismo que el que se realiza en otros países.
-¿Usted ha tenido pacientes con problemas tras estos trasplantes?
-Sí, con problemas, con contratiempos y con poco resultado. Una cosa es que se extraigan equis folículos y se implanten, y otra que esos folículos vivan. A veces están mal extraídos. La supervivencia del trasplante varía mucho entre unos equipos de profesionales y otros.
-De un tiempo a esta parte parece que se ha puesto de moda el bótox como tratamiento para eliminar las arrugas. ¿Se está abusando de él?
-Es un medicamento que se utiliza para relajar los gestos de la cara. Yo comencé con los primeros pacientes en el año 1995. No tiene un efecto permanente. Lo conocemos mucho. Los maestros con los que aprendí utilizaban dosis tres veces más altas que las que yo utilizo en la actualidad. Ahora, hemos pasado a acompañar los gestos del paciente, a modularlos, y esto tiene un efecto estético muy beneficioso porque el resultado es natural. Los resultados que buscábamos hace 25 años en España eran muy distintos y actualmente la tendencia es hacia el resultado natural.
-Hay informes que apuntan que en la última década los casos anuales de melanoma han aumentado casi un 50% con más de 280.000 diagnósticos al año. ¿Qué está pasando?
-El melanoma se siembra en la piel a una edad y se recoge a otra muy diferente. Lo sabemos por países como Australia, cuyo crecimiento en el melanoma era el mayor del mundo. Esa curva ya se está aplanando. Eso significa que la prevención del melanoma hace efecto años después de ser iniciada. Seguramente, todavía estamos viendo un crecimiento del melanoma. ¿Cómo es posible si los hábitos han cambiado? Porque hoy estamos pagando las quemaduras solares de hace 30 años.
-El dicho de que "la piel tiene memoria", ¿es cierto?
-Es una verdad incuestionable. Y ya no sólo en el melanoma o el cáncer de piel, sino también en el caso de otros problemas relacionados con la exposición al sol.
-Usted ha impulsado también un proyecto de mejora de las condiciones médicas y humanas de las personas con albinismo en África. ¿Qué ha aprendido de sus viajes a este continente?
-Que hay un primer mundo y un tercer mundo. Y el acceso a la salud en el tercer mundo a veces es dificilísimo. Es muy difícil de entender cuando lo ves en primera persona y te sientes incapaz de ayudar todo lo que te gustaría. En el caso de los médicos, yo creo que nos hacemos mejores cuando tenemos esta oportunidad. Por otra parte, ves que la vivencia de la enfermedad es distinta. Son enfermedades muy graves que acaban con la muerte de la persona, a veces a una edad muy temprana. Ellos entienden que la muerte es algo natural, y el sufrimiento y la enfermedad también es algo natural.
-¿Por qué decidió emprender esta labor?
-Eso es una cosa que, cuando eres médico, la llevas dentro. En mi caso fue por casualidad. Un compañero trabajaba en África y me invitó a acompañarle en un viaje. Fue una oportunidad para ver que el conocimiento que yo tenía era útil, concretamente en Tanzania, en pacientes albinos que tienen cáncer de piel a una edad muy temprana. Allí no se les operaba y se morían a los 20 años. Una cosa que en el primer mundo es inconcebible que suceda.
-¿Cuál es el principal reto que tiene la dermatología por delante?
-Tiene un reto muy importante en las enfermedades inmunes que afectan a la piel y a otros órganos. La terapia de estas enfermedades está progresando y el reto es hacer más accesibles estos tratamientos para todos estos pacientes, que van desde la psoriasis al eccema o las dermatitis… y enfermedades más complejas autoinmunes. Por otra parte, el cáncer avanzado, el melanoma avanzado suponía una relativa sentencia de muerte hasta hace no mucho, un acortamiento de la vida brutal de los pacientes que tenían esta enfermedad. Actualmente, está cambiando el paradigma. Vamos a disponer de medicamentos que van a hacer posible que estos pacientes con enfermedad avanzada sobrevivan en buenas condiciones y durante mucho tiempo. Incluso que su enfermedad desaparezca, algo que parecía imposible hace pocos años.
-¿Y a usted, le queda algún reto por cumplir?
-Para conseguir que profesionales de muy alta cualificación trabajen juntos necesitas una masa crítica. Necesitas tener un lugar donde a estos profesionales tan valiosos les apetezca trabajar porque se realizan profesionalmente. Es en lo que estoy más ilusionado en este momento, en el preludio de la jubilación, cuando acabo de cumplir 64 años. En este momento eso es lo que nos está cambiando. Nosotros somos un grupo de profesionales, tanto en el Hospital Ramón y Cajal como en nuestro grupo dermatológico, que hace posible que se reúna talento y que se quiera seguir reuniendo talento. Y esto es algo muy estimulante. Poder aprender todos los días de tus compañeros, a los que les puedes consultar lo que sea porque son expertos en la materia, es algo que yo no me imaginaba que íbamos a conseguir. Esto es un estímulo diario. Somos el grupo de profesionales en distintos ámbitos más cualificado de Europa y eso habla del alto nivel de la dermatología española.