Por qué España ha escapado a la cuarta ola que se está cebando con medio planeta
Aunque la realidad de la pandemia incita al optimismo en occidente, la crisis sanitaria se agrava en el resto del mundo de forma preocupante.
22 abril, 2021 02:36Noticias relacionadas
El 8 de enero, siempre según el portal Worldometers, que ha seguido la evolución de la pandemia desde los tiempos del Diamond Princess, se notificaron 843.939 casos de coronavirus en todo el mundo. Doce días después, llegábamos al pico de fallecidos, con 17.367.
Para entonces, Estados Unidos, Europa y Oriente Medio habían empezado sus campañas de vacunación masiva pero todo estaba aún en pañales. Doblegar esa curva se convirtió en un reto mayúsculo, al tener que combatir también la famosa “fatiga pandémica” que nos está volviendo un poco locos a todos.
España no fue ajena a esa tercera ola, tal vez causada por los excesos navideños o tal vez por una cuestión cíclica: el 27 de enero, se alcanzaba la cifra más alta de toda la pandemia en la incidencia a 14 días, con 899,93 casos por 100.000 habitantes y seis comunidades autónomas por encima de 1.200.
En otras palabras, el 1% del total de la población española, 423.303 personas para ser exactas, habían dado positivo en una prueba de detección a lo largo de esas dos semanas. Todo lo que nos habíamos ahorrado en octubre y noviembre, con una segunda ola más suave que en Italia, Francia o la práctica totalidad de Europa Central, nos llegaba de vuelta y con recargo.
Sin embargo, salimos adelante. Desde ese 27 de enero hasta el 15 de marzo, la incidencia bajó hasta los 127,80 casos por 100.000 habitantes, la mejor situación desde el mes de agosto del año anterior. En el resto del planeta, la situación fue muy similar: ya en febrero, los casi 850.000 casos diarios eran menos de 400.000… y los muertos, que superaron los 17.000 en 24 horas, pasaban a poco más de 8.000 a principios de marzo.
Creímos por entonces, tal vez en un exceso de inocencia y coincidiendo con la proliferación de vacunas de todo tipo y nacionalidad por cada rincón del mundo, que esto se acababa. Y no era verdad.
Es cierto que en España no nos ha ido tan mal. Es difícil explicárselo, como comentábamos ayer, a los intensivistas de Madrid, Cataluña o País Vasco que ven cómo sus camas UCI ya de por sí ampliadas vuelven a llenarse y quedan al borde del colapso. Difícil, pero no imposible. Gracias a la vacunación de los mayores de 80 años, el número de fallecidos lleva tiempo sin superar los 100 diarios, cinco veces menos de lo que vimos en la tercera ola, diez veces menos de lo que se llegó a registrar durante la masacre de la primavera de 2020.
Este miércoles, la incidencia seguía por debajo del umbral de riesgo extremo y se situaba en 229,65. Sí, prácticamente hemos doblado los casos con respecto a nuestra base… pero hemos tardado cinco semanas largas en hacerlo. No hablamos, en ningún caso, de un crecimiento exponencial tal y como se ha venido entendiendo a lo largo de la pandemia.
¿Qué ha pasado en el resto del mundo mientras tanto? Malas noticias. Muy malas, incluso. El hecho de que los países de nuestro entorno y del mundo occidental en general no hayan sufrido tanto como en otras ocasiones -hablo de Francia, Italia, Alemania, Reino Unido, Portugal, Estados Unidos…- no implica que esto haya sido así en todo el mundo y especialmente en esa parte del mundo donde la vacunación es un reto casi inasumible.
Los últimos datos globales hablan de 790.215 casos diarios de media durante la última semana. Es muy probable, por una cuestión de tendencia, que la semana que viene se alcance el registro de enero y se bata un nuevo registro negativo.
Es obvio que en estas cifras influye la mayor capacidad para hacer tests en los distintos países, pero siguen siendo cantidades disparatadas. El pasado 15 de abril, se rozaron las 14.000 defunciones, cifras que afortunadamente han ido bajando esta semana. Esto puede ser una excelente señal si se confirma la tendencia y probablemente guardaría relación con esa parte de la población mundial que sí está vacunada.
Este mismo martes, solo entre India y Brasil certificaron más de 5.000 fallecidos, algo que no habíamos visto hasta ahora. Hasta catorce países superaron las 300 defunciones notificadas en 24 horas y veintidós estuvieron por encima de 100. Hasta treinta y nueve países han perdido más del 0,1% de su población total solo en trece meses y por una sola enfermedad.
Desde el citado 15 de marzo en el que la incidencia empezó a subir en España, se han detectado veintitrés millones de casos en el mundo, un 16% del total desde el inicio de la pandemia (en España han sido 250.000, un 7,24%) y han fallecido 375.000 personas (un 12,23% del total, por los 4.800 y 6,2% de nuestro país).
Como se puede ver, la cuarta ola está siendo tan devastadora casi como las anteriores en términos globales pero no lo es tanto en nuestro caso, más allá de la preocupación varias veces mencionada en lo tocante a pacientes críticos. ¿Por qué esto ha sido así? Se pueden apuntar varias razones.
De entrada, la Semana Santa fue muy distinta de la Navidad. No solo porque es una festividad menos dada a las reuniones familiares sino porque fueron prohibidas con más de un mes de antelación. Siempre hay dudas sobre si el comportamiento de nuestros conciudadanos es ejemplar, pero a veces parece que llevamos el debate al extremo: en general, España ha cumplido siempre que se le ha exigido.
Aparte, está la cuestión de los ciclos. Los países que tuvieron una segunda ola muy dura han tenido una cuarta ola por el estilo. Los que sufrimos más en la tercera, no estamos notando tanto la dureza de este nuevo rebrote.
¿Cómo es posible que determinados países, especialmente aquellos en vías de desarrollo caigan una y otra vez en cada rebrote? Bueno, la densidad poblacional no ayuda. A eso hay que sumar cuestiones puramente burocráticas que hacen que ahora se escapen menos casos que antes y la dificultad para mantener confinamientos estrictos sin cargarse del todo una economía de por sí muy vulnerable.
La escasez de vacunas sería otro factor a tener en cuenta. En la India, por ejemplo, solo se han puesto 6,21 dosis por 100 habitantes, muy por debajo de las 26,49 de la Unión Europea y a una distancia sideral de las 63,80 de Estados Unidos.
En resumen, de momento, todo hace pensar que España va a pasar por esta cuarta ola un poco de puntillas… lo que no quiere decir que, por una cuestión cíclica, no nos pueda afectar una hipotética quinta ola allá por junio. Desgraciadamente, la situación no es la misma en el resto del mundo.
El coronavirus ha matado ya a un mínimo de tres millones de personas y sigue tan activo como al principio, solo ha modificado el ámbito geográfico en el que va centrándose según el momento. Imposible, en estas condiciones, bajar la guardia o pensar en abrir fronteras alegremente. El verano será una tregua, probablemente, pero en ningún caso el final.