El 9 de junio de 2020 se publicó la norma que trajo la efímera nueva normalidad a nuestro país, cuando la primera ola de la pandemia de coronavirus parecía que iba a ser la única. El real decreto-ley establecía el uso obligatorio de mascarillas al aire libre y en espacios cerrados de uso público. La incidencia acumulada a nivel nacional era de 11,20 casos por cada 100.000.
Este lunes, con una incidencia de 151,82 casos, el director del Centro de Coordinación de Alertas y Emergencias Sanitarias, Fernando Simón, consideraba que queda poco tiempo para poder relajar esta obligación. "Es cierto que en exteriores las medidas, como el uso de mascarillas, es muy posible que en no muchos días se puedan ya reducir", indicaba en rueda de prensa.
El empuje de la campaña de vacunación en las últimas semanas ha animado a plantear el levantamiento de algunas restricciones, como ya se ha hecho en países como Israel y Reino Unido. En Estados Unidos, donde no es obligatorio a nivel nacional el uso de mascarilla, los Centros para el Control de Enfermedades han recomendado que las personas vacunadas pueden abandonarla tanto en espacios abiertos como en cerrados, salvo algunas excepciones como el transporte público.
"No es el momento de lanzar mensajes de relajamiento tan amplios", señala Óscar Zurriaga, vicepresidente de la Sociedad Española de Epidemiología. Aunque la cobertura vacunal se va ampliando, para poder plantear cualquier distensión en las medidas de prevención actuales "esa cobertura tiene que ser homogénea, y de momento lo es, tanto por grupos de edad como geográficamente y socialmente".
Zurriaga advierte: esa situación tampoco se da en los países que han abierto la mano con este tema y recuerda casos como el de Chile que, a pesar del alto porcentaje de población vacunada, está viviendo un repunte de contagios como no ha visto antes.
Doble discriminación
Similar opinión comparte el epidemiólogo y profesor de la Universidad de Alicante José Tuells. "Levantar demasiado pronto la utilización de mascarillas no es oportuno. Están disminuyendo los casos, pero no se ha acabado la pandemia".
Ambos especialistas consideran que en entornos abiertos se puede plantear una relajación: allí donde se permita mantener una distancia de seguridad, como el campo, la playa (si no se encuentra a rebosar de gente), etc. Pero esta disposición se debe a que "no tiene mucho sentido" mantenerla en esos entornos, no depende de haber sido vacunado o no.
"Que solo puedan quitarse las mascarillas las personas vacunadas es algo doblemente discriminatorio, porque aquellos que no tienen la vacuna no es porque no quieran y porque también les obligas a seguir usando mascarilla. Además, ¿cómo saber si uno está vacunado o no?"
Para Tuells, cualquier tipo de flexibilización se podrá tomar cuando haya constancia de que un alto porcentaje de la población esté vacunado. Óscar Zurriaga, por su parte, añade algo que parece de Perogrullo pero no lo es: que el número de casos nuevos haya bajado al mínimo.
"Aunque con la vacuna la situación ha mejorado, estamos estancados: no subimos pero tampoco bajamos lo suficiente los casos". Y esto tiene el peligro de que el virus se sigue transmitiendo, lo que le da la oportunidad de seguir mutando, con el consabido riesgo de aparición de variantes que escapen a la inmunidad, ya sea la natural o la vacunal.
La obligación de mascarilla, un éxito
Pese a comprender el cansancio de la población y lo positivo de ciertas vías de escape, el vicepresidente de la Sociedad Española de Epidemiología pide un esfuerzo hasta que la situación esté completamente controlada, sin medias tintas, para plantear flexibilizaciones generales, tanto en exterior como en interior.
Con el levantamiento de las restricciones en ciertas circunstancias "le estamos pidiendo a personas que no están versadas en la materia que evalúen los riesgos. Es más fácil decir que la mascarilla se lleve en todo momento y ya".
Existe, además, el componente simbólico de la mascarilla. "Parece que, si nos la quitamos, la pandemia se ha acabado y no es así. La situación dista mucho de la nueva normalidad, hace un año estábamos muchísimo mejor que ahora". Por eso, teme que este verano pueda ocurrir, salvando las distancias, lo que pasó el anterior.
Casi un año después de que entrara en nuestras vidas de forma obligatoria, nadie duda de la efectividad de la mascarilla. "Ha funcionado bastante bien", comenta José Tuells. "Este año no ha habido casos de gripe, por ejemplo. Su uso en determinadas épocas del año y lugares no va a desaparecer".
Hasta la OMS, que se mostró durante largo tiempo reticente a su uso, ha tenido que rectificar, igual que con la transmisión del SARS-CoV-2 por aerosoles. "La obligación de mascarilla ha sido positiva", concluye.
Las ventas de mascarillas caen
En las farmacias, las ventas de mascarillas encadenan ya dos meses consecutivos de caídas. Los ingresos de las boticas por estos productos se situaron en 58,6 millones de euros en abril, frente a los 71,4 millones de euros de marzo, lo que supone un descenso del 18%.
Un decrecimiento de las ventas de las mascarillas que fue todavía mayor en marzo: -24,4%, pasando de 94,5 millones de euros en febrero a 71,4 millones en marzo, según los datos facilitados por la consultora Iqvia.
Volviendo al mes de abril, este es el tercer mes de lo que llevamos de pandemia que menos ventas de mascarillas se han registrado. El primero fue en agosto, cuando los ingresos de las farmacias por estos productos fueron de 45,6 millones. El segundo en septiembre, con 56,9 millones de euros.
A partir de septiembre del pasado año, las ventas de mascarillas en las boticas españolas han tenido una evolución ascendente hasta marzo de 2021, cuando los ingresos han vuelto a caer, aunque no a niveles del pasado mes de agosto.
Aunque en los últimos cuatro meses del 2020 y los dos primeros de 2021 las ventas de estos productos se hayan incrementado, lo cierto es que no han alcanzado los niveles que se registraron en mayo y junio. En estos meses, las farmacias llegaron a ingresar 214,5 y 122,3 millones de euros, respectivamente.