Ya tardaba en saltar la polémica. Cuando un producto cultural masivo muestra violencia más o menos gratuita, comienzan las voces que alertan del efecto que puede tener en las mentes más jóvenes. ¿Es que nadie va a pensar en los niños?, se preguntan. El éxito arrollador de la serie de Netflix El juego del calamar la hacía una candidata perfecta para estar en la picota. Y así ha sido.
El colegio de Infantil y Primaria Teresa de Calculta, en la localidad madrileña de San Sebastián de los Reyes, ha enviado una circular a los padres de los alumnos en la que afirman haber detectado actitudes y juegos relacionados con esta serie y, para frenar la difusión de estas conductas desafortunadas, han decidido prohibir los disfraces relacionados con El juego del calamar en las próximas celebraciones de Halloween.
"La Constitución Española lo dice: todo lo que vaya en contra de la correcta madurez de los niños se puede limitar", comenta a EL ESPAÑOL Javier Urra, doctor en Psicología y Ciencias de la Salud y ex Defensor del Menor de la Comunidad de Madrid.
"La serie utiliza juegos de toda la vida y transmite el criterio de que, quien pierde, muere. Es un uso muy fétido, muy bastardo, de lo que es un juego. Es una serie que está muy bien producida, es muy atractiva, hay mucho color… Es un producto muy bien elaborado y que ha llegado a muchísima gente".
Tras la circular del colegio de San Sebastián de los Reyes, la consejera madrileña de Cultura, Turismo y Deporte, Marta Rivera de la Cruz, señaló que era una serie "excelente" pero que no estaba recomendada para niños sino para mayores de 16 años, así la ha etiquetado la plataforma de streaming.
Urra señala que esa edad marca la diferencia en la capacidad crítica de las personas. "¿Dónde está el riesgo? Que lo están viendo niños de 11-12 años, que no tienen capacidad crítica ni filtro, y les gusta". Y hace una analogía con las redes sociales y la promoción de los trastornos de la alimentación, "la abducción por sectas, la transmisión del odio…". Frente a su visión, otros psicólogos han quitado hierro al asunto estos días.
Corto plazo y largo plazo
Los estudios que han analizado la relación entre el consumo de contenidos violentos en televisión y las actitudes o los comportamientos agresivos concluyen que hay relación entre ambos. Pero no todo es lo que parece: mientras que estudios experimentales han demostrado que los niños y adolescentes que ven un contenido violento muestran comportamientos agresivos inmediatamente después de su visionado, la traslación a la realidad social es más difícil.
Una revisión de estudios publicada en The Lancet en 2005 indicaba que "hay evidencia consistente de que la imaginería violenta en televisión, películas y videojuegos tiene un efecto a corto plazo sustancial en la excitación, los pensamientos las emociones, incrementando la probabilidad de comportamiento agresivo o temeroso en los niños más jóvenes, especialmente en los chicos".
Esa misma evidencia se volvía inconsistente conforme aumentaba la edad de los niños y los adolescentes. Tampoco se hallaba una gran consistencia, a cualquier edad, en los resultados a largo plazo de la exposición a contenidos violentos. Con todo, y pese a que no había evidencia importante entre violencia televisiva y crimen, sí que se indicaba una asociación "pequeña pero significativa" entre ambos fenómenos.
Otra revisión, esta vez publicada en 2006 (los estudios sobre la relación entre la violencia televisiva y las actitudes violentas tuvieron su momento cumbre en la primera década del siglo, antes del auge de las redes sociales y el cambio en las formas de ocio), llegaba a la misma conclusión en su efecto inmediato pero también afirmaba una relación directa a largo plazo, pese a que la evidencia "es insuficiente para demostrar que la violencia en televisión es una amenaza para la salud pública".
El problema es que es muy difícil medir el efecto a largo plazo de la exposición a la violencia. La forma más directa es utilizar cuestionarios sobre las actitudes de la persona. Las indirectas deben tener en cuenta, además, factores personales y socioeconómicos.
Si bien esta revisión indica el poder de un producto atractivo visualmente (como El juego del calamar) para influir en el espectador, no todo el mundo lo asume igual. La edad, generalmente ser menor de cinco años, es el factor de asociación más poderoso. El nivel de agresividad previa de la persona también influye. En cambio, la inteligencia o el nivel socioeconómico no parecen jugar un papel importante.
"No todos los niños son iguales", comenta Javier Urra. "Los que no tienen amigos, los que son muy introspectivos, aquellos con un ambiente familiar negativo (alcoholismo, problemas con el juego) y buscan un escape a la realidad son a los que más les afecta".
La solución es la conversación
Otra revisión de estudios sobre el tema buscaba analizar el impacto de los contenidos violentos en niños con difiultades emocionales y de comportamiento. Incluía 12 estudios que llegaban a conclusiones contradictorias y todos, sin excepción, tenían "defectos metodológicos importantes".
Por tanto, los autores indicaban que había una evidencia "insuficiente, contradictoria y metodológicamente defectuosa en la asociación entre el consumo de televisión y de videojuegos y la agresión en niños y jóvenes" con estos problemas.
Con todo, los efectos del consumo de violencia en televisión pueden ser fácilmente neutralizados con la mejor herramienta que tienen los padres: la conversación. Cuando tratan críticamente con sus hijos los contenidos violentos, los niños tienen menos probabilidad de estar influidos por los medios, indican los estudios al respecto.
En un estudio clásico, de mediados de los 80, se proponía que la implicación activa de los padres en la mediación del contenido que ven sus hijos –lo que incluye charlas regulares y críticas sobre su realismo, las justificaciones y otros factores que pueden influir en el aprendizaje– era un factor decisivo para neutralizar la potencial influencia negativa de la televisión.
Esta teoría ha sido comprobada por investigaciones posteriores, que indicaban que la revisión crítica de los contenidos audiovisuales violentos o restringir directamente los mismos tenían un efecto positivo.
La intervención paterna, de un modo un otro, parece ser el factor crucial para reducir las actitudes agresivas de los niños. La lección es clara: preocúpese por su hijo y neutralizará los efectos de la violencia televisiva.