La invasión rusa de Ucrania llega en uno de los peores momentos de la pandemia en ambos países, que acaban de superar una durísima última oleada de la variante delta y se enfrentan, sin solución de continuidad y con la mayoría de población sin vacunar, a una ola de ómicron de la que se desconoce su alcance.
A falta de cuatro días para que termine febrero, Kiev ha reportado 700.000 casos y más de 5.000 muertes por coronavirus durante este mes. Desde la aparición de ómicron en Europa a finales de noviembre son más de 20.000 los fallecimientos reportados, siendo el país europeo con mayor mortalidad en este tiempo.
El país entró en la pandemia tarde. Aunque se notificaron contagios desde el inicio de la crisis mundial, la primera ola no comenzó a tomar forma hasta bien entrado el verano de 2020, alcanzando su pico a finales de noviembre. Una segunda le siguió varios meses después, dejando el verano de 2021 aparentemente tranquilo.
La tercera oleada golpeó duramente al país. Se desarrolló a partir de septiembre de 2021 hasta los primeros días del año nuevo, alcanzando su pico el 4 de noviembre, con 28.477 casos reportados. Más de 45.000 personas murieron en ese plazo en la ex república soviética.
Ya a mediados de enero, con los tambores de guerra atronando por todas partes, ómicron hizo su aparición en Ucrania. Según el portal Our World in Data de la Universidad de Oxford, el 4 de febrero se notificaron 45.022 casos, récord absoluto en un país con una población ligeramente menor a la española (41 millones de habitantes) pero un 20% mayor de tamaño. En el último día se han reportado 26.819 contagios.
Es posible que el número real de casos sea mucho mayor, ya que el número de tests realizados (menos de dos por cada 1.000 personas) es muy bajo y el porcentaje de positivos respecto al total es altísimo, de hasta el 60%, lo que sugiere que el número de infecciones sea mucho mayor: se estima que cuando la positividad registrada es menor del 10% cuando es están recogiendo apropiadamente la gran mayoría de casos de un territorio determinado.
Desde el comienzo de la pandemia, el país ha reportado cinco millones de casos y 112.173 muertes. Eso implica una letalidad del 2,2% (en España se ha reducido del 1,7% al 0,9% desde la llegada de ómicron). Con 252,73 defunciones por cada 100.000 habitantes, es uno de los países europeos con mayor mortalidad absoluta y relativa.
En esto juega un papel la baja cobertura vacunal ucraniana. En la actualidad, solo el 35% de los ucranianos tienen la pauta completa de vacunación administrada, y apenas el 1% ha sido inoculado con una dosis de refuerzo.
El comandante de la infantería ucraniana, Gen Oleksandr Syrskyi, comentaba a principios de febrero al corresponsal de The Guardian que el 99,3% de las tropas había recibido las dos dosis de la vacuna y habían comenzado a recibir los boosters. Se calculaba que había 2.400 soldados infectados, con solo unos pocos casos de gravedad, pero las bases estaban cerradas a cal y canto para evitar la expansión del virus.
En dicha información también se contaba que el 95% de los soldados rusos tenían la pauta completa y el 25% ya había recibido su dosis de refuerzo. A pesar de disponer de una vacuna propia, Sputnik, que ha sido utilizada profusamente con fines diplomáticos, solo el 49% de la población rusa tiene las dos dosis inoculadas, y el 8% ha recibido un refuerzo.
Muertes no contabilizadas
De forma aún más paradójica, el crecimiento de la mortalidad diaria en relación a la población apenas ha vivido un descanso en el último año. Si la evolución de un país cualquier se puede describir con el símil de las olas, para la de Rusia es más adecuado hablar de escalones. Solo se ha vivido una bajada real con el fin de la tercera ola (que coincidió con la ucraniana), pero las defunciones han comenzado a crecer nuevamente en los últimos días de febrero.
En Rusia han muerto por Covid 340.872 personas (15.000 desde que comenzó febrero), indican los cálculos de la Universidad Johns Hopkins. Sin embargo, las estimaciones del Human Mortality Database apuntan que el exceso de mortalidad a lo largo de la pandemia supera el milón de personas y sobrepasa el número de fallecimientos esperado en un 30%. En el caso ucraniano el exceso de mortalidad se sitúa en la mitad, el 15%. Habrían fallecido 179.000 personas más de las esperadas.
En estos dos años, 15 millones de los 144 que pueblan el país han sido infectados, un tercio de ellos en el último mes. Ahora mismo, ómicron supone el 69% de las muestras secuenciadas, mientras que delta todavía continúa presente el el 30% de las mismas.
Ambos países se encuentran en la fase ascendente de la ola de ómicron. La contención de la pandemia está lejos de ser una prioridad, pero sus efectos se multiplicarán en un contexto bélico. De los dos, Ucrania es el que más medidas restrictivas ha puesto en marcha.
El stringency index o 'índice de rigor' desarrollado por la Universidad de Oxford es un método de medición de las políticas de contención de los distintos países basado en 17 indicadores. Cierre de escuelas, confinamientos y limitaciones de aforo están entre ellos. Si en los últimos meses, Ucrania y Rusia iban paralelos (entre 50 y 60 puntos de un total de 100 que otorga Oxford), a partir de enero sus trayectorias se han separado.
Así, el país invadido califica desde hace más de un mes en el 75% mientras que el invasor ha reducido su rigor hasta el 40%. Comparativamente, España se ha situado ligeramente por encima del 40% en los últimos meses.
A partir de ahora se abre un periodo de máxima incertidumbre pandémica en ambos países, con una variante altamente contagiosa extendiéndose en poblaciones con bajas coberturas vacunales y un acceso cada vez más difícil a recursos de salud.
Según Acnur, el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados, antes de los bombardeos ya había 854.000 personas desplazadas en Ucrania tras ocho años de guerra civil en el Donbás y 2,9 millones necesitan ayuda humanitaria. El más que previsible aumento de los refugiados y la oleada de ómicron crearán una crisis de salud cuya magnitud no se puede vislumbrar de momento.