Corría el año 2003. Mariano Fugillo llevaba poco tiempo en Madrid: había llegado de Argentina con la ilusión de labrarse una carrera musical. En la Avenida Ciudad de Barcelona, cerca de la estación de Atocha, un coche que se saltó un 'ceda el paso' cambiaría su vida: su moto impactó frontalmente con el vehículo.
Varios días inconsciente, casi un año sin apenas moverse de la cama y multitud de operaciones. Una de ellas, por cierto, tuvo que retrasarse varios meses: estaba programada para el 11 de marzo de 2004.
Rehabilitación, paso por dos hospitales y un diagnóstico: lesión medular D12 L3. "Estuve un año sin caminar ni poder hacer nada. Luego empecé a poder moverme con andador y, más tarde, con muletas", gracias a la rehabilitación. Quedó más "tocado del lado derecho que del izquierdo", donde tiene sensibilidad. Pero, a pesar de que por fuera llegaba a parecer, por las muletas, que tenía un simple esguince, sus problemas iban más allá de la capacidad de moverse.
"Cuesta mucho asimilar, sobre todo psicológicamente, el impacto de la lesión medular", explica a EL ESPAÑOL. "El mayor problema no es la movilidad, son cosas que no salen a la luz porque son íntimas". Entre ellas, la eyaculación –"la recuperé a los años"– y la retención urinaria, "que fue mi gran enemigo".
Aunque avances como el que se dio a conocer el pasado enero, con tres pacientes con lesión medular que pudieron comenzar a caminar gracias a implantes de electrodos, son muy espectaculares, hay cosas que les importan más a los afectados.
Así lo explica Gregorio Rodríguez-Boto, jefe de Neurocirugía del madrileño Hospital Puerta de Hierro. "Muchos de estos pacientes tienen otros problemas colaterales que son tan importantes o más: esfinterianos, de impotencia, dolores… Si consiguen caminar pero siguen teniendo los mismos problemas, no ganan en calidad de vida".
El especialista lo sabe bien porque su hospital es el único en España donde se ofrece una terapia única que permite a los lesionados medulares recuperar el control de estas funciones cuyos problemas acarrean una estigmatización mayor que la de no poder andar.
Se llama NC1 y es la primera terapia avanzada de titularidad pública del país. Se trata de un medicamento vivo, basado en las células madre del paciente, que se extraen, se cultivan y se vuelven a inyectar en el enfermo que, gradualmente, va recuperando sensibilidad en zonas donde la había perdido, puede controlar mejor sus esfínteres y siente menos dolor.
Fugillo, gracias a la rehabilitación, había recuperado parte de esas funciones, pero la terapia, que recibió en 2019, le ha permitido "mejorar bastante" en ellas. "Puedo controlar los esfínteres de forma mucho más natural". No es moco de pavo: "Ve a [el Hospital Nacional de Parapléjicos de] Toledo y pregunta a cualquiera: no quieren caminar, lo que quieren es no cagarse encima".
20 años de historia y un parón
La historia de la NC1 se remonta a 1997. Jesús Vaquero, jefe de Neurocirugía del Puerta de Hierro, crea la Unidad de Investigación en Neurociencias del centro. Fue uno de los pioneros en el uso de la terapia celular en España y, de las numerosas líneas de investigación que abrió dicha Unidad, una fructificó de entre todas.
Tardó 20 años en salir adelante: la capacidad de financiar la investigación y el desarrollo clínico de un hospital público es mucho menor que la de una gran farmacéutica, y eso repercute en los tiempos. Pero por fin, en 2019, se anunció la primera terapia avanzada de titularidad pública en España (la segunda la ha desarrollado el Hospital Clínic de Barcelona y trata a personas con leucemia linfoblástica resistente a tratamientos convencionales).
Al ser pública es mucho más barata para las administraciones sanitarias. El diario Redacción Médica informó que su coste es de 21.577 euros, cuando las terapias CART comerciales alcanzan los cientos de miles.
La terapia consiste en extraer un tipo concreto de células madre, llamadas mesenquimales, que tienen la capacidad de diferenciarse para dar lugar a varios tipos de células y son la base de la medicina regenerativa, que, entre otras cosas, se utiliza para la recuperación de lesiones traumatológicas.
Estas células "se transforman en neuronas en una sala blanca, que sirve para manejos de cultivos celulares con absoluta esterilidad", explica Rodríguez-Boto, que sucedió a Vaquero en la jefatura de Neurocirugía del Puerta de Hierro a finales del pasado año. "Después de uno o dos meses, se pueden volver a inyectar por punción lumbar al lado de la lesión medular, en la columna vertebral". A los tres meses se da una segunda dosis.
La terapia va dirigida a individuos de entre 18 y 65 años que hayan sufrido una lesión medular de origen traumático, como mínimo, seis meses antes. Esa lesión debe ser incompleta, es decir, que no afecte del todo a la médula: la terapia también mostró beneficios en personas con lesión completa, pero la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios "quiso empezar con criterios restrictivos para ir ampliándolos en un futuro".
En recuerdo del 'padre' de NC1
La hoja de ruta establecida por la Agencia estima que se traten 40 pacientes este año, 60 el siguiente y 80 en 2024. "A los tres años veremos resultados, la demanda real de la terapia y la posibilidad de buscar otros centros para realizarla". De los 17 pacientes tratados, nueve están en Madrid y ocho vienen de otras comunidades.
Pese a lo prometedor de la terapia, ha vivido un parón de casi dos años. Su desarrollo fue una apuesta y un esfuerzo personal de Jesús Vaquero, que murió en abril de 2020 por Covid-19. Su fallecimiento dejó un hueco en familiares, compañeros y pacientes. Hueco que, en este último caso, ha tardado en llenarse.
"Fue muy agradable conmigo", comenta Mariano Fugillo, que contactó con él porque tenía "un conocido en la sanidad pública. Le llamé jugándomela y me cortó rápido, me dijo que hablara con su secretaria. Le comenté: 'Yo tengo el tipo de lesión que estás buscando'; y me dijo: 'Ven mañana'".
Le hicieron muchas pruebas y análisis, tras lo cual le extrajeron las células con una intervención "molesta, bastante dolorosa". Guarda un recuerdo de Vaquero como alguien "muy afable", pero la sensación contraria le trae la cantidad de burocracia a la que tuvo que enfrentarse.
Con la Covid y la muerte del doctor Vaquero, todo se paralizó y se tardó más de un año en recuperar el proyecto. Aspaym, la federación nacional de asociaciones de lesionados medulares, denuncia que hay pacientes y familiares que llevan años esperando una respuesta y el propio Fugillo señala que nadie ha contactado con él tras el fallecimiento de Vaquero: "Tuve la última dosis, charlé con Jesús poco después y no he vuelto a tener noticias".
La Comunidad de Madrid ha anunciado esta semana que en junio del año pasado se retomó el proyecto y se están desatascando las solicitudes: la Unidad de Terapias Avanzadas de la comunidad, que centraliza las peticiones, ha recibido 78, de las que 42 vienen de otras regiones.
Poder firmar con un bolígrafo
Israel Codes es uno de los veteranos de NC1. Tetrapléjico ("puedo mover los brazos pero no las manos"), completó el tratamiento en 2017. Al cabo del tiempo ha mejorado la sensibilidad en zonas donde la había perdido, puede controlar los esfínteres –"si no lo hiciera, no podría vivir solo"– y no necesita llevar pañal. Incluso es capaz de sentir ganas de ir al baño. "Mejora la dignidad", resume.
Incluso ha mejorado en los movimientos. "Antes no podía coger un bolígrafo y ahora no es que pueda coger un Bic pero sí un Pilot para poder firmar". Para él todo esto es más importante que los famosos exoesqueletos: "¿Para qué sirve, más allá de la rehabilitación, si tardas tres horas en ponértelo y otras tres en quitártelo y solo consigues ponerte de pie?" Además, los exoesqueletos no mejoran el dolor neuropático, un problema frecuente en estos lesionados.
Con todo, los cambios tardan en aparecer. "Cuando echas la vista atrás, dices: yo esto no lo podía hacer antes. Antes no tenía tanto control a la hora de agacharme y recoger el lavavajillas".
"El cambio es tan progresivo que es difícil de advertir", confirma Fugillo, ya casi tres años después de recibir la terapia. "Lo que me dijo Jesús es que las células siguen trabajando hasta que mueres". Él ha seguido su carrera musical, cambiando la guitarra –"no podía colgármela"– por el piano, y desde el accidente ha lanzado 10 discos y tiene un estudio de grabación en Madrid, aunque ahora vive en Alicante.
Aunque camine con muletas, "tengo autonomía completa: cuando la empiezas a recobrar es la verdadera recuperación, cuando empiezas a ganar dignidad. Estuve mucho tiempo hospitalizado, dependía absolutamente para todo".
Cuando le preguntan si le gustaría volver a caminar sin necesidad de muletas, no se lo piensa. "Yo doy mi vida, antes que a volver a caminar sin muletas, por no tener diariamente infecciones urinarias, es lo que más me molesta. Lo otro lo tengo asumido".