A pesar de que la infancia es un período relativamente corto de la vida, lo que vivimos en ella tiene un gran impacto en el resto de nuestra existencia. En este sentido, las vivencias de algunos niños pueden convertirse en un trauma que condicione el bienestar en la vida adulta. Normalmente, se piensa que los eventos más dañinos suelen ser los que tienen que ver con la violencia o el abuso físico. Sin embargo, los traumas infantiles pueden deberse a un amplio número de situaciones.
Algunas de las más difíciles de evitar son aquellas que tienen que ver con el contexto político o ambiental en el que se cría un niño. Es decir, haber padecido guerras, hambre, pobreza o desastres naturales puede crear una herida en la psicología de las personas cuando suceden en la infancia. Con la esperanza de evitar gran parte de estas malas experiencias a los niños, la Organización de Naciones Unidas aprobó en 1959 la Declaración de los Derechos del Niño.
De todas formas, la desigualdad entre los niños de todo el planeta sigue siendo un hecho. Ahora bien, este tipo de situaciones sólo son desencadenantes de algunos traumas, la gran mayoría, sin embargo, están producidos por las malas prácticas de los cuidadores. Estas pueden darse en diferentes grados con respecto a su gravedad, pero ¡ojo! los expertos recomiendan que no menospreciemos nuestras malas experiencias por pensar que no son lo demasiado graves. Estos traumas pueden llegar a superarse con ayuda psicológica.
No sólo violencia física
Las personas que sufren traumas que arrastran de la infancia pueden haber tenido una sensación de rechazo en su familia o en otros entornos, como el colegio. Es posible que este rechazo, además, llegase a la violencia física, verbal o los abusos sexuales y, por tanto, al maltrato físico o psicológico: un ejemplo de esto son los casos de bullying o acoso escolar que a menudo se denuncian ante la opinión pública y que, en muchos casos, se han visto empeorados por las nuevas tecnologías y las redes sociales.
Los traumas infantiles también pueden desarrollarse en los niños que presencian escenas violentas o disfuncionales; no sólo suceden en aquellos que son víctimas directas de la violencia. En este sentido, el abuso de drogas y/o de alcohol en el hogar familiar, la violencia de género, los conflictos mal gestionados, como un divorcio complicado pueden ser el origen de otros tantos traumas. Además, otros condicionantes como la muerte repentina de un ser querido pueden tener este efecto aunque nadie sea responsable directo.
En algunas ocasiones, los traumas de la infancia proceden de acontecimientos que estamos subestimando o, incluso, no recordamos porque la mente ha bloqueado su recuerdo. Esta es la razón por la que la mayoría de los psicólogos recomiendan hablar sobre ellos para llegar a superarlos, además de recibir terapia si lo necesitamos. Es posible que no seamos conscientes de padecer uno de estos traumas, sin embargo, los expertos han reunido una serie de síntomas que suelen presentar estas personas.
Varios signos
Si sospechamos que estamos arrastrando un trauma de la infancia es importante asistir a un profesional de la psicología para recibir un tratamiento eficaz. Algunos de los síntomas que manifiestan los pacientes con traumas de la infancia pueden aparecer en otras personas con patologías diferentes. Estos pueden ser la irritabilidad, la baja autoestima, la ansiedad o las ideas distorsionadas sobre ellos mismos o el mundo que les rodea, que puede estar relacionado con la aparición de miedos irracionales.
El aspecto social de estas personas también puede verse afectado por algunos síntomas que pueden manifestarse en su relación con los demás como la tendencia a evitar problemas, una timidez extrema e, incluso, tener problemas en su vida sexual. En este último caso, existe una gran variabilidad: desde pacientes que tienen relaciones compulsivas hasta aquellos que las evitan.
Por último, los expertos también han señalado como rasgos que caracterizan a las personas con traumas de la infancia algunas alteraciones del sueño, trastornos de la conducta alimentaria o, incluso, problemas para memorizar o concentrarse en algunas situaciones. En resumen, los traumas de la infancia pueden manifestarse a través de nosotros de maneras muy diversas, pero identificarlos y superarlos —lo cual es posible— nos llevará a conocernos y a encontrarnos mejor con nosotros mismos.