Si bien cerca del 90% de personas con cáncer de pulmón son o han sido fumadores, no todos los que consumen tabaco desarrollan un tumor. Solo entre un 10% y un 20% de los que llevan fumando toda la vida lo tienen, y no está claro por qué algunos fumadores pueden desarrollarlo mientras otros parecen inmunes.
Un estudio publicado este lunes en la revista Nature Genetics arroja algo de luz sobre las razones de esta lotería. Gracias al avance en las tecnologías de secuenciación genética –que han permitido, entre otras cosas, revelar partes del genoma humano ocultas hasta ahora– se ha podido comprobar cómo las mutaciones en el ADN de las células tumorales crecen a medida que aumenta el tiempo consumiendo tabaco, pero parecen frenarse llegadas a cierto punto.
Hace cinco años, Jan Vijg, profesor de genética molecular en la Escuela de Medicina Albert Einstein de Nueva York, desarrolló un proceso llamado amplificación por desplazamiento múltiple de una sola célula, que permitía una mayor precisión en el secuenciado, pudiendo diferenciar lo que eran mutaciones en el genoma de una célula particular respecto a otras.
Ahora, utilizando esta tecnología en las células epiteliales del pulmón de personas fumadoras y no fumadoras, un equipo de investigadores liderado por Vijg y Simon Spivack, profesor de epidemiología, salud poblacional y genética de la misma institución, han comprobado cómo las mutaciones en el ADN se van sucediendo conforme el hábito tabáquico se va extendiendo en el tiempo.
O, en otras palabras, cuanto más años haya pasado fumando una persona, más mutaciones acumulará en sus células pulmonares y, previsiblemente, más posibilidades tenga de desarrollar cáncer de pulmón.
La sorpresa ha llegado cuando se ha observado un tope en esta tendencia. El aumento de las mutaciones parecía llegar a un límite en las personas estudiadas que llevaban más de 23 años fumando un paquete de cigarrillos diario, lo que hace sospechar a los autores de este trabajo que haya individuos cuya capacidad de reparación del ADN celular sea más robusta.
Según Spivack, "los mayores fumadores no tenían una carga mutacional mayor. Nuestros datos sugieren que estos individuos pueden haber sobrevivido tanto tiempo a pesar de su alto consumo de tabaco porque han conseguido suprimir una mayor acumulación de mutaciones. Esta nivelación podría deberse a que tienen sistemas muy competentes de reparar el daño del ADN".
Factores ambientales y hereditarios
El estudio es un paso más en el camino para comprender la fatalidad del cáncer. Se sabe que los hábitos de vida (ejercicio, alimentación, etc.) influyen en el riesgo de desarrollar tumores, así como la exposición a ciertos factores (alcohol, tabaco, contaminación). Sin embargo, vivir una vida sana en el campo, siguiendo una dieta estricta y evitando el humo de los coches y las fábricas no garantiza que nos libremos del 'emperador de todos los males', como lo calificaba el oncólogo estadounidense de origen indio Siddhartha Mukherjee en un libro que ganó el premio Pulitzer en 2011.
La herencia es el otro factor que juega un importante papel en el riesgo del cáncer, aunque solo entre el 5% y el 10% de los tumores tiene carácter hereditario. Se sabe que hay mutaciones genéticas que predisponen a desarrollar con mayor facilidad algunos tipos de cáncer: algunas son específicas de un tipo de tumor, mientras que otras son comunes a varios. Esta es la base de lo que se conoce como medicina de precisión, que en los últimos 20 años ha desarrollado herramientas dirigidas a contrarrestar el efecto de mutaciones perjudiciales.
En el cáncer de pulmón se conocen algunas de esas mutaciones, pero solo están presentes en un pequeño porcentaje de pacientes. Se conocía, además, que el humo del tabaco dañaba el ADN de las células pulmonares, pero hasta ahora no se había podido cuantificar el daño, según los autores del nuevo trabajo, debido a la insuficiente precisión de las herramientas de secuenciado hasta ahora.
"Se conocen más de 70 sustancias del humo del tabaco que son cancerígenas", explica el neumólogo y experto en tabaquismo Ignacio de Granda. "Las células tienen sistemas reparadores que pueden controlar el daño, pero eso no siempre ocurre".
Hay varios parámetros del hábito tabáquico que influyen en la probabilidad de desarrollar una enfermedad: el número de cigarrillos diario, el tiempo desde que se comenzó a fumar, la profundidad de la calada e incluso el hecho de mantener el humo dentro de los pulmones y dejar que salga solo.
"Pero luego existe la susceptibilidad personal: hay fumadores que pueden desarrollar cáncer de pulmón a los 39 años, pero personas que llevan fumando toda la vida y no lo hacen", confiesa De Granda, que afirma que este estudio abre la posibilidad al descubrimiento de biomarcadores, sustancias presentes en la sangre que indiquen la probabilidad de cáncer. Hay varios: CA 125, CA 153, alfafetoproteínas… "Pero no tienen una sensibilidad y especificidad adecuada", informa.
¿Una excusa para seguir fumando?
En la actualidad, a las personas entre los 55 y 75 años que llevan años fumando se les realizan radiografías para detectar posibles nódulos en los pulmones en los conocidos como programas de cribado o screening, igual que las mamografías en las mujeres mayores de 50 años. "Estos programas fallan con un 37% de positivos que luego no lo son", lamenta Mariano Provencio, jefe de Oncología Médica del Hospital Puerta de Hierro (Madrid) y presidente del Grupo Español de Cáncer de Pulmón.
Para el oncólogo, la utilidad de este nuevo trabajo tiene una doble vertiente: abre la puerta a identificar a las personas susceptibles de desarrollar un cáncer de pulmón, por un lado, y a las que son resistentes al mismo, por otro.
Esa doble vertiente se manifiesta en una cara positiva y otra negativa. La primera, la de poder desarrollar programas de screening más eficaces en poblaciones determinadas. La segunda, "estimular al hábito tabáquico en personas que sean resistentes a este daño. Si identificamos a los susceptibles y los no susceptibles, podemos estimular a una parte de la población a seguir fumando".
Provencio prefiere quedarse con la parte positiva y considera que los siguientes pasos serán cuantificar el riesgo en la población de mutaciones concretas para poder identificar a esas poblaciones más expuestas desde un punto de vista genético.
Sin embargo, también llama la atención sobre el hecho de que este estudio es pequeño, casi una prueba de concepto. Se reclutó a 14 personas no fumadoras, de entre 11 y 86 años, y a 19 fumadores, de entre 44 y 81 años. A todos se les realizó una broncoscopia, una prueba que recoge tejido pulmonar, por razones distintas al cáncer.
Con todo, esta es solo la primera piedra de una prometedora vía para mejorar la prevención y el tratamiento del cáncer de pulmón. El lema de la Sociedad Española de Oncología Médica es "En Oncología, cada avance se escribe con mayúsculas". Es una especialidad llena de pequeños pasos que van acumulándose para lograr grandes resultados. De los tumores más frecuentes, el de pulmón es de los que van más rezagados: la supervivencia a 5 años se estima en el 12% en los hombres, y en el 18% en mujeres. Pasos como el dado este lunes son la puerta a dejar obsoletas esas cifras.