Cuantos más antibióticos se prescriban a pacientes de 60 y más años, más probabilidades tendrán de desarrollar enfermedad inflamatoria intestinal, apunta un estudio seleccionado para ser presentado en la Semana de la Enfermedad Digestiva de San Diego (California, EEUU).
Los autores, que han revisado más de 2,3 millones de historiales médicos, sugieren así una posible causa del crecimiento de la enfermedad de Crohn y la colitis ulcerosa en personas mayores en Estados Unidos.
"En adultos mayores, creemos que los factores ambientales son más importantes que los genéticos", explica Adam S. Faye, investigador principal del estudio y profesor de Medicina y Salud Pública en la Escuela de Medicina Grossman de la Universidad de Nueva York.
"Cuando observas pacientes jóvenes con nuevos diagnósticos de enfermedad de Crohn y colitis ulcerosa, generalmente hay una historia familiar potente [de casos previos]. Pero eso no es el caso en los adultos mayores, así que es realmente algo del entorn lo que lo está disparando".
Utilizando la base de datos nacional de Dinamarca, lo que incluye casi todos los historiales médicos de los residentes del país, los investigadores revisaron los informes de prescripción en personas mayores de 60 años que habían sido diagnosticados con enfermedad inflamatoria intestinal entre 2000 y 2018.
El estudio prestaba atención al número de tratamientos antibióticos prescritos, la diferencia temporal entre la prescripción y el diagnóstico y las clases específicas de antibióticos utilizados. Así, los investigadores hallaron que cualquier tipo de consumo de antibióticos estaba asociados con mayores tasas de enfermedad inflamatoria intestinal, y que el riesgo aumentaba sustancialmente con cada tratamiento.
Riesgo elevado durante 5 años
Tras la primera prescripción, la probabilidad de un nuevo diagnóstico de enfermedad inflamatoria intestinal era un 27% mayor que aquellos que no habían tomado antibióticos. Tras dos tratamientos, el riesgo crecía un 55%; con tres tratamientos, un 67%.
Tras la cuarta prescripción, la probabilidad era del 96% y, con cinco o más ciclos de tratamiento, el riesgo era del 236%. Es decir, que aquellos pacientes tenían 2,3 veces más probabilidad de ser diagnosticados con enfermedad inflamatoria intestinal que aquellos que no habían tomado antibióticos en los cinco años anteriores.
Los nuevos diagnósticos eran más elevados cuando los antibióticos habían sido prescritos uno o dos años antes, pero el riesgo permanecía elevado para prescripciones en el periodo de dos a cinco años antes del diagnóstico.
Se encontró esta relación con cualquier tipo de antibiótico excepto para la nitrofurantoína, que se suele recetar para las infecciones del tracto urinario. Los que se prescriben habitualmente para infecciones gastrointestinales eran los que más se asociaban con el diagnóstico.
Los investigadores obviaron las prescripciones que habían sido realizadas menos de un año antes de la detección de la patología para reducir las posibilidades de que la propia prescripción fuera por síntomas de una enfermedad gastrointestinal aún por diagnosticar.
El doctor Faye considera que la enfermedad inflamatoria intestinal puede ser pasada por alto en esta población y debe tenerse en cuenta, especialmente cuando hay un historial de prescripciones de antibióticos. Aunque advierte contra "evitar los antibióticos a toda costa", sí llama a extremar la cautela a la hora de su prescripción.