En España hay más de 60.000 embriones abandonados en las clínicas de reproducción asistida. Este es un tema complicado para la bioética y no se sabe con exactitud el motivo de ese 'abandono'. Entre las causas está el hecho de que los interesados hayan sido una pareja procedente del extranjero y que, una vez completado su tratamiento, ya no tengan intención de usar más embriones. La teoría es bastante plausible, ya que nuestro país ha sido catalogado en varias ocasiones como la meca del turismo reproductivo. Los datos así lo confirman. El 40% de las personas que optan por un tratamiento de este tipo fuera de su país de origen eligen una clínica patria.
La pregunta es: por qué España. Para desgranar la cuestión, primero hay que tener en cuenta cuál es el tratamiento más demandado, que no es otro que la ovodonación, fecundación in vitro con el óvulo de otra mujer.
Según los datos recogidos por el Centro de Fertilidad y Genética ProcreaTec, tres de cada cuatro personas extranjeras solicitan esta técnica de reproducción asistida. La Sociedad Española de Fertilidad precisa, a través de su registro nacional de actividad, que, en 2019, se realizaron 18.457 tratamientos a personas procedentes de otros países.
Franceses e italianos son las nacionalidades que sobresalen en el informe y, en el apartado sobre por qué elegir España para este tipo de tratamiento, la casilla más seleccionada fue: no anota razones para acudir.
El motivo, en realidad, es simple. En Francia e Italia no existe un sistema de ovodonación tan cimentado como el de España porque no existe remuneración a las donantes, por lo que pocas mujeres se deciden a hacerlo. En España, la cosa es bien distinta. Según la ley 14/2006, se pueden recibir hasta 1.200 euros por someterse a esta práctica, lo que nos sitúa a la cabeza de Europa en cuanto a dinero se refiere.
Mientras que en Austria, Irlanda, Austria, Países Bajos y la citada Francia, las clínicas sólo se encargan de los gastos justificados del proceso, en otros países, como Italia y Rumanía, está prohibida cualquier tipo de compensación económica. Alemania, directamente, prohíbe la ovodonación.
El pago en Europa
La Comisión Europea publicó en 2016 un informe sobre la donación voluntaria de células y tejidos humanos. Ahí se estipula la remuneración de los pocos países que informaron del proceso. Portugal, un máximo de 628,83; Finlandia, 250, Dinamarca, 320; Eslovaquia, 500; Suecia, 900 y Bulgaria, 1.500 euros. No obstante, Civio ha actualizado el dato de Bulgaria a 1.022 euros. Según ellos, Grecia es la única que iguala el máximo de España, ya que también sitúa las donaciones en 1.200 euros, mientras que en Bélgica no hay un importe establecido.
"Yo me enteré de que esto existía por una amiga de la Universidad", explica Carla (nombre ficticio a petición de la entrevistada), una joven que decidió donar óvulos con 19 años. "Lo hice en la clínica más famosa que hay en España y cobré 1.000 euros", recuerda.
Hay que matizar que, según la legislación, esos 1.000 euros que recibió Carla no son una remuneración económica, sino una compensación por las molestias que se pueden derivar del proceso. En teoría, el acto de donar óvulos es algo altruista. Sin embargo, muchas mujeres sí contemplan ese dinero como un pago por sus servicios. "Yo para nada pensaba en ayudar a nadie, eso era más bien un añadido", confiesa la joven, que mirando hacia atrás se arrepiente de haber tomado esa decisión y más con esa motivación.
Su caso no es único. Anna Molas, antropóloga médica de la Universidad de Barcelona especializada en tecnologías de reproducción asistida y modalidades de donación de óvulos, lo confirma: "Respecto a las mujeres que he podido conocer que lo han hecho, me he encontrado narrativas ambivalentes, es decir, el motor de iniciar el proceso era casi siempre el dinero, aunque también encontraban un incentivo en el hecho de ayudar a alguien".
La ley que regula la donación de gametos (células reproductoras masculinas o femeninas) establece que esto se debe regir por un contrato confidencial y de gratuidad. Sin embargo, como explica la periodista Julia Bacardit, en su libro, El precio de ser madre, a partir de 1995 surge la necesidad de remunerar la donación de óvulos en España, ya que la demanda empieza a superar la oferta altruista.
En 1998 la Comisión Nacional de Reproducción Humana Asistida establece que "la compensación no vulnera la gratuidad". Por aquel entonces, se dicta que se pagará 500.000 pesetas a las donantes, es decir, unos 3.000 euros. Sin embargo, en 2006 la cifra baja hasta los 1.200 actuales, ya que se considera que la suma debe ser lo suficientemente baja para no convertirse en el incentivo principal de las donantes. "Debe ser compensatoria, no reportar beneficios".
Sin embargo, como confirma Anna Molas, la mayoría de las mujeres que se ha encontrado no utilizaron ese dinero para compensar las molestias del proceso, incluso las había que iban al trabajo el mismo día en el que se habían sometido a la extracción de los óvulos.
El tratamiento hormonal
Para llegar hasta ese momento, las mujeres se deben realizar un tratamiento hormonal que consiga la maduración de varios folículos, dentro de los cuales están los ovocitos. Estos se extraen mediante punción ovárica y aspiración, en un proceso conocido como laparoscopia por vía vaginal. "Mi cuerpo estaba muy hinchado por la medicación", explica Carla, que no sabe precisar con exactitud durante cuanto tiempo tuvo que estar administrándose los medicamentos. "Creo que fueron unos 20 días".
En los contratos que tienen que firmar las donantes se explican los posibles riesgos que pueden suceder, como pinchar un intestino durante la punción ovárica, la laceración de la cápsula ovárica o la formación de hematomas.
También está el síndrome de la hiperestimulación ovárica, que se produce cuando la medicación hormonal no funciona correctamente y se desarrollan muchos más folículos en el ovario de lo esperado. Esto puede causar consecuencias leves, como dolores de cabeza, mareos, vómitos o debilidad, pero también puede causar daños en el sistema hepático, hematológico, renal y respiratorio.
"Es verdad que en mi caso todo salió bien, pero moralmente a día de hoy lo pienso y no lo volvería a hacer. En aquel momento lo hice por una necesidad económica, pero hoy no jugaría con mi cuerpo de esa manera, someterle a esa cantidad de hormonas y a un proceso antinatural para producir todos esos óvulos", sentencia Carla.
Que la donación, considerada como un acto altruista, se termine transformando en una cuestión monetaria es un punto muy debatido, incluso hay investigaciones que han intentado concluir cuál es la motivación real de las mujeres para donar óvulos. Según ésta realizada con mujeres portuguesas, el dinero es lo que prima.
Desde la Sociedad Española de Fertilidad defienden que exista la compensación. "Está más que justificada por toda la molestia que padece la donante", explica su presidente, el doctor Juan José Espinos. "La donación de óvulos no es una cuestión de una tarde, se trata de un proceso en el que hay que cumplir con un tratamiento, unas visitas, unos horarios, realizar desplazamientos… Es un procedimiento seguro, pero tedioso y que ocupa mucho tiempo, por lo que no veo el motivo por el que deberíamos dejar de compensarlo", sentencia.
Publicitado como trabajo
Sin embargo, hay clínicas que llegan a publicitar esta práctica como un trabajo. "Yo empecé a investigar este tema porque estaba inscrita en un portal de empleo y un día me llegó desde éste un anuncio que decía: 'Dona óvulos. Recompensa'. No era nada inocente, ese portal tenía mis datos y sabía que era una mujer joven", recuerda Anna Molas.
También está el transformar un acto altruista y el deseo de ser madre en un negocio. Aquí es donde entra en juego el papel de las clínicas. "La donación de óvulos es lo que sustenta la industria de la fertilidad que tenemos en España y gran parte de esto está alimentado por estas donaciones en teoría altruistas", sentencia la antropóloga.
Este periódico se ha puesto en contacto con la red de clínicas de reproducción asistida Ovoclinic. En sus redes sociales anuncian que los procesos de donación de óvulos en sus centros son no remunerados. EL ESPAÑOL se puso en contacto con ellos para intentar especificar este aspecto, así como si las mujeres pueden echarse atrás en mitad del proceso pero, al cierre de esta edición, no habían contestado.
"Muchas de esas mujeres no saben qué va a pasar con sus óvulos una vez fuera de su cuerpo. En mis participantes, por ejemplo, era algo muy evidente", denuncia Closas respecto a la falta de transparencia en los centros.
"Sus óvulos pueden ser tranquilamente divididos en tres grupos de cuatro e ir a tres parejas distintas o tal vez congelarlos y enviarlos al Brasil", prosigue la experta, que denuncia "mecanismos económicos" basados en algo que a las chicas les están vendiendo como altruista. "Lo que hacen esas clínicas no es nada 'altruista", juzga la antropóloga, que deja la puerta abierta al examen del papel de estos centros en la comercialización de los óvulos. Eso ya es otro capítulo.