Ponerse un casco con electrodos antes de irse a dormir -conectado a un móvil que a su vez manda los datos a un ordenador- no parece el mejor sistema de relajación para contraer el sueño, pero es exactamente lo que hace el investigador de la Universidad de Oregon Don Tucker y la mayoría de los miembros de su laboratorio. Predicar con el ejemplo, se llama.
Lo que persigue este profesor emérito de 75 años no es tanto la mejora del sueño en general -dormir más, despertarse menos por la noche, estar menos cansado al día siguiente-, sino la de un subtipo concreto: el llamado sueño profundo. La razón: es justo en ese periodo de descanso cuando el ser humano limpia literalmente su cabeza.
Esto -que el cerebro se dedica a hacer una especie de desinfección cada noche para empezar el día siguiente como nuevo- es algo que no se sabe desde hace mucho. Por el contrario, es fruto de investigaciones muy recientes y más si hablamos en términos científicos.
La 'lavadora' del cerebro
Fue en 2012 cuando la revista Science Translational Medicine publicó un pequeño estudio en el que se definía una estructura cerebral previamente desconocida que se bautizó como sistema glinfático. Su función principal: limpiar de desechos el sistema nervioso central. Por lo visto, ese sistema de limpieza se acelera durante el sueño y, en concreto, durante el sueño profundo.
El problema -según se ha visto- es que según vamos envejeciendo el sistema glinfático se vuelve perezoso y su limpieza deja de ser tan eficaz, hasta el punto de que se deja parte de ese detritus metabólico en el cerebro. Entre las sustancias que deja de eliminar estarían las proteínas betaamiloides, las que se encuentra en la placa que caracteriza el cerebro de las personas con alzhéimer y con otras devastadoras enfermedades neurológicas.
Volvemos a Don Tucker y a su laboratorio. Este asunto, el sistema glinfático, lleva años obsesionando a este especialista en Neuroinformática y Psicología. Hasta hace relativamente pocos años, su gran afán era aprender a medirlo, poder cuantificar y cualificar cómo de bien hace sus labores de limpieza.
Pero ahora va más allá y de ahí el gorro futurista que ilustra la imagen que abre esta noticia. El sistema se llama AugNOD y su descubridor ya ha lanzado un mensaje tranquilizador: en un futuro será más ligero, ya que el actual es sólo un prototipo.
En un estudio publicado en la revista Sleep Medicine hace ahora justo un año se demostró que administrar pequeñas descargas eléctricas durante cinco minutos a voluntarios que dormían incrementaba un 13% la duración de su sueño profundo. A juicio de Tucker -eso no se demuestra en el estudio- esto es suficiente para que el cerebro sea más eficaz a la hora de organizar los recuerdos y limpiar la basura acumulada durante el día.
Parecido a los electroshocks
El nombre del procedimiento es estimulación eléctrica transcraneal y se trata de algo polémico, aunque no por esta nueva indicación. De hecho, los conocidos y todavía utilizados -por cierto, con buenos resultados- electroshocks son algo parecido, aunque las descargas eléctricas administradas son mucho mayores.
En concreto, lo que Tucker y sus colaboradores estudian -y comercializarán en un futuro si todo va bien con su empresa Brain Electrophysiology Lab- es una estimulación con mínima electricidad que emularía los impulsos que se producen de manera natural en el cerebro durante el sueño profundo. "Si se cambia la corriente eléctrica que pasa por la cabeza, las neuronas se sincronizan con ella de forma natural", ha explicado Tucker a The Washington Post.
Según este experto, son esas ondas cerebrales las que ayudan a acelerar el ciclo de lavado del sistema glinfático y también a organizar y almacenar los recuerdos del día anterior.
Diversos estudios con pruebas de electroencefalograma han demostrado que, según nos vamos haciendo mayores, los seres humanos tendemos a aumentar nuestro sueño ligero y a disminuir el profundo.
"A mucha gente se le va al carajo el sueño profundo a partir de los 30 años", declaró Tucker al rotativo estadounidense. "Creemos que esto explicaría gran parte de la pérdida de memoria que se ve en la gente mayor y es algo que empieza a los 30. ¡No es que para que te pase tengas que ser viejo y decrépito!", subrayó.
Toda esta teoría podría parecer una más de las que no llegan a nada, pero hay un dato reseñable y que influye sin duda en que se vea como algo serio. El pasado mes de octubre, el Departamento de Defensa de EEUU concedió a Tucker -junto a investigadores de otros laboratorios- más de cuatro millones de dólares para estudiar específicamente una posible aplicación de su sistema en militares. En concreto, se trataría de intentar recuperar la agilidad mental de los soldados que no pueden dormir todo lo que deberían.