Mientras el mundo entero miraba hacia el coronavirus, dolencias que se daban por extinguidas en occidente vuelven a nuestras vidas. Tras el caos desatado por la viruela del mono, ahora es otra enfermedad zombi la que preocupa a las autoridades sanitarias: la polio, un virus que, pese a estar en vías de erradicación mundial, ha confirmado un contagio en el Estado de Nueva York y ha sido detectado en aguas residuales de Londres.
El caso estadounidense se ha producido en el condado de Rockland. De hecho, el pasado junio el virus se había localizado en muestras de aguas residuales del lugar, al igual que sucedió en el condado de Orange.
En principio, no es extraño que aparezca el virus en restos fecales, pues puede deberse a las excreciones de personas que han recibido la vacuna contra la polio de forma oral, la cual, a diferencia de la inyectada, contiene el patógeno atenuado.
Aquí es donde entran en juego los dos tipos de vacunas que existen para prevenir la enfermedad. Por un lado, está la oral, que es la que contiene el virus mitigado, y ofrece protección en sangre, mucosa oral e intestinal. Al tener más capacidad de protección, es la que se administra en sitios todavía afectados por la polio, ya que en estas zonas el virus circula en su estado salvaje.
Mientras, la inyectada se formula con el virus inactivo, que es suficiente para evitar que se propague el patógeno cuando ya no está en su estado salvaje y la mayoría de la población está protegida.
También se suele tener en cuenta que los restos fecales pueden derivar de personas provenientes de países donde la enfermedad es todavía endémica, como Pakistán y Afganistán, lugares que no han conseguido implantar una buena estrategia de erradicación y prevención a causa del fundamentalismo islámico, que dificulta las campañas de vacunación. Nigeria era el tercer país en discordia, pero salió de la lista de países endémicos en 2019, después de tres años sin detectar ningún caso.
El problema, ahora, es que el virus está contagiando a personas y temen que esto sea solo "la punta del iceberg", como declaraba la comisionada de salud del estado de Nueva York, Mary Basset.
En Londres, a pesar de que no se ha confirmado ningún contagio, las autoridades sanitarias también están preocupadas. Según el Centro Europeo para la Prevención y el Control de Enfermedades (ECDC, por sus siglas en inglés), " la preocupante aparición de brotes de poliovirus, que surge y circula debido a la falta de inmunidad a la poliomielitis en la población, muestra el riesgo potencial de una mayor propagación internacional".
Con este panorama, surge una serie de cuestiones. Para entenderlas mejor, hay que comenzar por la más básica, qué es exactamente la polio.
También conocida como poliomielitis, es una enfermedad altamente infecciosa que, generalmente, afecta a niños menores de cinco años, aunque nadie está exento del contagio. Se caracteriza por atacar al sistema nervioso y, en algunos casos, llega a producir parálisis. También es potencialmente mortal. De hecho, en 1916, un importante brote de polio en Nueva York causó más de 2.000 víctimas.
El drama de esta enfermedad es que no tiene cura, aunque puede prevenirse mediante las vacunas. Es más, gracias a éstas, desde 1988, se ha logrado reducir el número de casos en un 99,9%.
Cuáles son los síntomas
Según estiman los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades (CDC, por sus siglas en inglés), el 72% de los afectados son asintomáticos. Esto es un problema de cara a su expansión; al igual que sucede con la Covid, que no se manifieste no significa que no se puede contagiar.
Una cuarta parte de los infectados suele experimentar síntomas parecidos a los de una gripe: dolor de garganta, fiebre, fatiga, náuseas, dolor de cabeza y/ o dolor de estómago. Normalmente, éstos se extienden entre tres y siete días.
Menos de un 1% sufrirá algún problema en el cerebro y en la médula espinal, mientras que uno de cada 200 experimentará parálisis. No obstante, éste es el síntoma más conocido de la enfermedad, ya que, en el caso de sufrirlo, su desenlace puede ser fatal, pues la parálisis afecta también a los músculos que contribuyen a la respiración.
Cómo se contagia
La polio es muy contagiosa. Su propagación se produce, normalmente, a través del contacto con las heces de una persona infectada, por lo que los bebés y niños pequeños son los más susceptibles. Si bien, con mucha menos frecuencia, es posible contraerla cuando las gotas que emite alguien afectado al estornudar o toser entran en la boca.
También es muy raro, aunque posible, que una persona que haya recibido la versión oral —recordamos que es aquella que contiene el virus debilitado— contagie a otra. Según informa The New York Times, las autoridades sanitarias de Nueva York han confirmado que la persona afectada estuvo expuesta a alguien que había recibido dicha fórmula contra la poliomielitis. Además, el afectado no estaba vacunado, lo que le hacía especialmente vulnerable a sufrir la enfermedad mediante esta vía.
Estado de vacunación
En España, según datos del Instituto de Salud Carlos III, el porcentaje de personas que ha recibido al menos tres dosis de la vacuna contra la polio se eleva al 95%.
La Asociación Española de Pediatría (AEP) recomienda la vacunación de todos los niños contra la polio, en base al calendario que proponga cada comunidad autónoma. Por norma general, tras cumplir el año de edad, los que hayan seguido las pautas habrán recibido tres dosis. A los seis años, se pondrá la cuarta y última dosis.
Actualmente, en nuestro país se aplica la inyectable y está incluida en la hexavalente (polio, difteria, tétanos, tosferina, H.influenzae tipo b y hepatitis B) que se administra a los dos, cuatro y once meses de edad.
¿Dosis de refuerzo?
Los expertos inciden en que las vacunas son de alta seguridad, en porcentajes que rondan entre el 96% y el 100% de efectividad, tal y como confirman desde a AEP. Así pues, se insiste en que todo aquel que haya sido vacunado debe estar tranquilo.
No obstante, si se viaja a países donde el virus es endémico, se recomienda una dosis de refuerzo. En Londres, por ejemplo, se ha determinado la administración de una extra para los niños de entre uno y nueve años.