Al igual que los premios Óscar tienen los premios Golden Raspberry —conocidos popularmente como los "anti-Oscars"—, los Premios Nobel también tienen su antítesis con los Ig Nobel, que premian a las investigaciones más extravagantes. Entre los diez galardonados de este año, que recibieron un billete de 10 trillones de dólares de Zimbabue (una moneda desaparecida en 2015), se encuentran temas tan variopintos como la forma óptima de girar el pomo de una puerta, un algoritmo para ayudar a los cotillas o el helado como terapia.
Por su parte, los investigadores italianos Alessandro Pluchino y Andrea Rapisarda estarán aún de 'resaca' tras haber recibido por segunda vez el reconocimiento del jurado de unos premios tan curiosos como éstos. Junto con su colega Alessio Emanuele Biondo, este año han recibido el Ig Nobel de Economía por su estudio publicado en la revista Advances in Complex Systems en el que aseguran que el éxito es consecuencia de la suerte, y no del talento.
"Las culturas occidentales son altamente competitivas y su paradigma meritocrático se basa en cualidades personales como el talento, la inteligencia, las habilidades, la astucia, el esfuerzo, la voluntad, el trabajo duro o la asunción de riesgos". Así comienza su investigación Pluchino, Rapisarda y Biondo, quienes sospechan de que "haya un ingrediente oculto entre los bastidores" de la meritocracia.
[Dos de cada tres enfermos de cáncer lo son por mera mala suerte]
Este "ingrediente oculto" no es otro que la aleatoriedad, la suerte, la fortuna o como cada cual quiera llamarlo. Pero lo que sí está claro es que estos autores no pretenden subestimar los elementos externos en aquellas historias individuales de éxito, como solemos hacer el resto de los mortales.
Cómo alcanzar el éxito
Los autores acudieron a un paisano suyo para comenzar a construir su hipótesis, el filósofo e ingeniero italiano Vilfredo Federico Pareto. Se trata del autor de la famosa ley a la que da nombre y que también se conoce como "la regla del 80/20", ya que muestra que el 20% de la población, que conforma el grupo minoritario, se reparte el 80% de todo el 'pastel'. Mientras que el grupo mayoritario, que lo compone el 80% restante de la población, se tiene que conformar con el 20%. Este principio se aplica, por ejemplo, a la distribución mundial del dinero: el 80% de la riqueza del mundo se reparte entre tan solo el 20% de la población.
Esta regla del 80/20 ya se aplicó en parte en un experimento social que ofreció resultados —cómo no— extravagantes, aunque no recibieron ningún premio. Volviendo entonces a los que sí han sido galardonados, ¿se puede tener éxito sin suerte? Como diría la difunta Amy Winehouse, la respuesta a esta pregunta no es otra que "no, no y no". Y es que los investigadores italianos insisten en la idea de que la suerte es una cuestión determinante del éxito.
Su modelo, que es capaz de cuantificar el papel del talento y la suerte en el éxito de una persona, muestra que el azar desempeña un papel clave en la consecución de los éxitos individuales. Las simulaciones que han realizado demuestran que el talento no solo sigue una distribución gaussiana, que es aquella que permite inferir la probabilidad de que se presente un determinado valor. El éxito del individuo también se guía por la ley de Parot, pues los más talentosos nunca suelen ser los que más éxito acaban teniendo.
Ahora bien, si había alguien que ya se estaba frotando las manos, lo cierto es que solo con suerte no se llega a ningún lado. "Se necesita cierto grado de talento para tener éxito en la vida. Casi nunca las personas más talentosas alcanzan las cimas más altas, siendo superadas por individuos medianamente talentosos, pero sensiblemente más afortunados", ha dicho Biondo en la gala de los premios Ig Nobel 2022 que se ha celebrado en formato virtual.
Aun así, las personas con "un talento común al de la media" superan a aquellos con más talentos, pero que no cuentan con la 'varita' de la fortuna. Además, la investigación premiada arroja luz sobre la eficacia a la hora de evaluar el mérito en función del nivel de éxito alcanzado. También subrayan los riesgos de optar por distribuir honores a aquellas personas que, a fin de cuentas, podrían haber tenido simplemente más suerte que otras.
De hecho, reconocer con méritos a los que terminan teniendo éxito es "un auténtico error", según los investigadores. Pues se trata de una manera que en realidad desincentiva a los más talentosos pero no tan exitosos. Este fallo que cometemos se denomina "meritocracia ingenua", ya que no concede honores a las personas más competentes al subestimar el papel del azar entre los factores determinantes del éxito. En este sentido, los autores recomiendan que se desarrollen "estrategias capaces de contrarrestar el papel impredecible de la suerte". De esta manera, se consiguen "dar más oportunidades y recursos a los más talentosos, un propósito que debería ser el objetivo principal de un enfoque verdaderamente meritocrático".