El paracetamol, más conocido como acetaminofén en países como EEUU, es el medicamento más prescrito para embarazadas en todo el mundo. Más de la mitad de las mujeres del mundo, y el 67% en España según un estudio de las unidades de Neonatología y Obstetricia del Hospital La Paz de Madrid, lo ha tomado para tratar las molestias y dolores durante embarazo. Su perfil de seguridad, más leve para el organismo que el de los antiinflamatorios no esteroideos (ibuprofeno), no significa sin embargo que sea inocuo: la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (AEMPS) solo recomienda "la dosis más baja durante el menor tiempo posible".
La evidencia científica más reciente apunta a que la exposición del feto en gestación a este analgésico tiene más consecuencias de las reconocidas hasta ahora. El año pasado, médicos estadounidenses y europeos publicaban una declaración de consenso en la revista Nature llamando a la precaución en el uso del paracetamol durante el embarazo. Entre los efectos secundarios observados se apuntaba el aumento del riesgo de criptorquidia (testículos que no descienden hasta el escroto) o de desarrollo precoz de la pubertad femenina.
Otros posibles problemas para los hijos ligados al consumo de paracetamol por parte de sus madres englobarían los trastornos por déficit de atención e hiperactividad (TDAH), así como retrasos en el desarrollo del lenguaje y un menor cociente intelectual. Ahora, un estudio publicado en PLOS ONE a cargo de investigadores de la Universidad de Pennsylvania (EEUU) confirma este extremo: los niños expuestos a este fármaco durante la gestación pueden sufrir más trastornos del sueño en sus primeros tres años de vida, lo que afecta a su maduración cognitiva, y mayores trastornos neuroconductuales como los ligados a la hiperactividad.
Para llegar a esta conclusión, los investigadores recurrieron a los datos recopilados en el marco del 'First Baby Study', un estudio prospectivo de cohorte realizado en la propia Pensilvania con 2.423 parejas madre-hijo/a. Las mujeres informaron sobre las medicaciones tomadas y completaron un inventario de estrés prenatal en el tercer trimestre. En el caso de los niños, se diagnosticaron los posibles trastornos del comportamiento al cumplir tres años mediante las escalas de la 'Child Behavior Checklist' (CBCL).
Este sistema de evaluación incluye preguntas como si es capaz de mantenerse sentado tranquilo, si consigue dormirse solo o si tiene dificultades para mirar a la gente a los ojos. "Tras ajustar las variables de confusión, incluyendo el estrés durante el embarazo, los vástagos de las mujeres que consumieron paracetamol durante la gestación mostraron tendencia a puntuar de forma significativamente más alta al declarar problemas de sueño y de atención, en comparación con aquellos cuyas madres no tomaron esta medicina durante el embarazo", escriben los autores.
Los principales factores detonantes de trastornos en la infancia, sin embargo, no tenían que ver con el paracetamol: haber sufrido un embarazo de alto estrés, haber consumido alcohol o tener un diagnóstico previo de ansiedad y/o depresión se relacionaron con una incidencia mayor. Sin embargo, los autores advierten que el consumo de paracetamol, a tenor de los resultados, estaría afectando a la neurología prenatal del feto y condicionando la capacidad de regulación tanto de la atención como de los ciclos del sueño en la etapa preescolar.
Los investigadores recuerdan además que, según estudios previos, el momento de la exposición al paracetamol durante la gestación es determinante. Si se toma durante el primer trimestre, puede afectar al desarrollo placentario y fetal, mientras que el uso continuado durante varios trimestres se relacionaría con una mayor incidencia del trastorno por déficit de atención e hiperactividad (TDAH) al cumplir los siete años. "Los médicos deberían valorar muy cuidadosamente los pros y los contras de recetar paracetamol a las embarazadas", concluyen.