¿Quién no recuerda ese líquido de color rojo intenso que las madres nos ponían sobre las heridas cuando éramos pequeños? Por desgracia, quienes nos acordamos pertenecemos a las últimas generaciones en España que utilizamos la mercromina. Sin duda, era uno de los métodos que más nos gustaba para desinfectar una herida: no escocía tanto como la temida agua oxigenada y, además, nos gustaba lucir la mancha roja que dejaba. Sin embargo, con el transcurso de los años han ido apareciendo métodos más eficaces.
Dejamos de ver a la mercromina por casa cuando se popularizaron otros métodos como el Betadine y, más recientemente, los espráis de clorhexidina. Estos últimos han resultado muy útiles por ser fáciles de aplicar sobre nuestras heridas superficiales y, además, ser más efectivos a la hora de evitar la proliferación de microorganismos en estas zonas. De hecho, con el tiempo se ha observado que la mercromina no era tan potente como pensábamos a la hora de eliminar microorganismos que pudieran complicar la evolución de una herida.
Para empezar, la mercromina ha resultado ser un producto bacteriostático: es decir, que puede evitar que las bacterias se multipliquen, pero no las elimina. Pero, además, se ha observado que se inactiva cuando entra en contacto con la sangre. Es decir, que la eficacia del Betadine, del agua oxigenada, el alcohol rebajado y de la clorhexidina es mucho más alta porque mantienen su eficacia al contacto con la sangre y, además, estos compuestos sí que son capaces de destruir los microorganismos patógenos que pueden adherirse.
Cuidado de la piel
Aunque el color rojo intenso de la mercromina se considera icónico, en realidad, es una característica negativa. Como tiene un color tan potente, la mercromina impide ver el estado de la herida que se esconde debajo y, de esta manera, observar cómo evoluciona, si se infecta o mejora. En este sentido, los mejores desinfectantes son aquellos que son transparentes y no enmascaran el aspecto del rasguño que se intenta curar. De todas formas, los científicos también evitan recomendar la mercromina por sus posibles daños a la piel.
En concreto, la mercromina podía causar dermatitis de contacto; es decir, un sarpullido que produce picazón en la piel tras el contacto con una sustancia. La mercromina es uno de los compuestos dentro de una larga lista que puede causar este síntoma y que podría llegar a aparecer días después de exponerse. La duración de estos sarpullidos es muy relativa porque pueden llegar a persistir durante unas horas después del contacto hasta, incluso, entre dos y cuatro semanas. De hecho, éste no es el único desinfectante que no es respetuoso con la piel.
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El agua oxigenada, otro método habitual para desinfectar las heridas en España, reseca la piel y, además, retrasa la cicatrización e, incluso, impide la adecuada irrigación sanguínea de los tejidos. Por esta razón, cada vez se recomienda con más frecuencia añadir la loción hidratante al arsenal de productos que utilizamos cuando limpiamos una herida. Si la piel se mantiene tirante mientras cierra una herida es más posible que se vuelva a abrir y, de esta manera, se retrase la cicatrización completa.
Limpiar una herida
Aunque conocemos esta sustancia como mercromina, éste es su nombre comercial. En realidad, su principio activo recibe el nombre de merbromina —vamos, que sólo cambia en una letra—, que es un compuesto orgánico mercurial y se encuentra en una proporción de un 2% en la solución. Mientras que tiene efecto bloqueando la multiplicación de las bacterias, su actuación frente a las esporas, los virus y las micobacterias es muy limitada. En resumen, aunque la mercromina era una sustancia muy apreciada, los antisépticos de nueva generación la han superado.
La sustancia más recomendable, en este sentido, es la clorhexidina, que se vende con diversos nombres comerciales, aunque uno de los más conocidos es la Cristalmina. Este producto es un líquido incoloro que se administra en esprái y apenas produce escozor, dependiendo del tipo de herida. Además, ha demostrado bastante efectividad a la hora de eliminar una gran parte de bacterias en poco tiempo y a la vez no produce toxicidad porque apenas es absorbida por la piel.
Cuando vayamos a desinfectar una herida primero debemos lavarnos las manos y secarlas para luego limpiar con agua y con jabón la herida a tratar —en este momento es importante eliminar restos de piel muerta o de impurezas que se hayan adherido a la herida—. Después, es el momento de aplicar el antiséptico que, como ya se ha explicado, el mejor es la clorhexidina, pero también el Betadine. Ahora bien, no conviene mezclarlos. Si queremos tapar la herida, lo mejor es utilizar apósitos y nunca algodón, porque pueden pegarse sus fibras.