El semblante de Carlos II retratado en los cuadros ha atraído durante siglos a quienes se han preguntado al contemplarlo qué enfermedad era la que padecía. En su momento, le llamaron el Hechizado porque pensaban que le habían maldecido con una taza de chocolate, pero ahora sabemos que podría haber padecido el síndrome de Klinefelter, provocado por un cromosoma X extra. Sin embargo, su sucesor en el trono cuenta también con una complicada historia clínica que ha quedado eclipsada durante años.
Felipe V de Anjou es más conocido por traer la dinastía Borbón a España, por su victoria en la Guerra de Sucesión en 1714 y la aprobación de los decretos de Nueva Planta. Lo que ha pasado desapercibido es que el rey padeció, por lo menos, siete fases depresivas y llegó a vivir episodios en los que pensaba era una rana o que podía montarse en los caballos pintados en los tapices del Palacio de La Granja de San Ildefonso. ¿Qué le pasaba al rey? Lo más probable es que sufriera un trastorno bipolar, según los investigadores actuales.
En concreto, este estudio de Revista de Neurología se fija en Felipe V y sus hijos Fernando VI y Carlos III —de distintas esposas— para observar si existe un vínculo entre el grado de consanguinidad de una persona y su riesgo de padecer bipolaridad. El estudio concluye de manera positiva: Felipe V y su hijo con María Luisa de Saboya, Fernando VI, padecieron fases depresivas y presentaban grados de consanguinidad mayores que los que muestran los hijos de primos; por su parte, Carlos III tenía un grado de consanguinidad mucho menor y no presentó el mismo patrón de fases depresivas.
El Animoso deprimido
De todas formas, la enfermedad de Felipe V destaca por contar con más episodios de este tipo y con una mayor gravedad. El primer acontecimiento que ha hecho saltar las alarmas por su estado mental tuvo lugar poco tiempo después de su llegada a España: ha quedado documentado que en abril de 1701 el rey abandonaba el consejo con regularidad para echarse en un sofá a lamentarse, que lloraba sin motivo aparente, escuchaba las reuniones detrás de una cortina y que empezó a dormir por el día y a mantenerse despierto hasta altas horas de la madrugada.
Los documentos de la época también han destacado la intensa actividad sexual que mantenía con sus mujeres, María Luisa de Saboya, primero, e Isabel de Farnesio, después. "El monarca se está destruyendo visiblemente a causa de la utilización excesiva que hace de la reina. Está completamente agotado", decía un embajador francés, tal y como ha recogido el libro Historia absurda de España (La esfera de los libros, 2017) de Ad Absurdum. El estudio antes citado observa que su intensa actividad sexual puede deberse a episodios hipomaníacos, un tipo de manía menos intenso y caracterizado por una mayor energía y actividad psicomotora.
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El contraste entre estos subidones y los períodos depresivos marcarán el resto de la vida del rey. A Felipe V le llamaron el Animoso por algunas estrategias de batalla hiperactivas que el estudio de la Revista de Neurología asocia también con esos episodios hipomaníacos. En este sentido, los autores de Historia absurda de España se plantean si el nombre estaba puesto con ironía, ya que dibujan la personalidad del rey como sumisa y muy marcada por su mala salud mental. El rey tendía a aislarse y veía su actividad afectada por su estado de ánimo.
En la cabeza del rey
Tal era su inestabilidad psicológica que el rey pidió abdicar en el año 1724 en su hijo Luis para "pensar en la muerte" —tenía 41 años en ese momento—. Por desgracia, su hijo murió a los siete meses y la reina Isabel de Farnesio presionó para que volviera a tomar las riendas del reino y así lo hizo. Durante sus dos reinados se han registrado momentos en los que el rey pensó que tenía la cabeza vacía y que se le iba a caer, que el sol le golpeaba en el hombro y llegaba a sus órganos internos, que le querían envenenar a través de la ropa, que no podía hablar porque creía estar muerto y, por supuesto, los episodios en los que pensaba que era una rana y, como tal, brincaba por el Palacio de La Granja.
En el estudio de la Revista de Neurología destacan que en el verano de 1726 el rey padeció una grave fase depresiva, que pasaba horas tumbado en la cama "mirando fijamente el techo sin emitir sonido alguno". Sin embargo, cuando se enteró en otoño de que había muerto el rey de Francia se puso hiperactivo y reclamó el trono —Felipe era nieto del rey Sol—. Entre 1728 y 1732 se describen momentos en los que el rey se mordía, gritaba o cantaba por las noches, orinaba y defecaba en la cama y no dejaba que le cortasen ni el pelo, ni las uñas.
En este sentido, un escrito de la época que recoge Historia absurda de España destaca: "No se levanta de la cama, pues la longitud de las uñas de los pies le impide caminar, aunque a veces no lo hace porque está convencido de que uno de sus pies tiene distinto tamaño del otro". Además, Felipe V también parece haber tenido problemas de relación con la comida: en una fase depresiva durante 1717 se registra una gran pérdida de peso, al año siguiente comportamientos que el estudio de Revista de Neurología vincula con la bulimia y atracones en 1730.
Sus últimos años
En los últimos años de su vida, Felipe V encontró un tratamiento que parece que alivió parte de sus males: la música. Según ha quedado registrado, en 1737 escuchó por primera vez cantar a Farinelli —el famoso castrati italiano— y se dice que tras escucharle "salió de su depresión y empezó de nuevo a atender su trabajo habitual". En qué momento, pensaría Farinelli cuando le dieron trabajo en la corte.
"Desde que fue contratado, Felipe le hacía interpretar cada noche hasta la saciedad las mismas cinco melodías. Esta cruel y tediosa lista de reproducción terminaba cuando el rey decidía sumarse a cantar, como hacen los perros cuando le aúllan al televisor, con lo que caía redondo a dormir, eso sí, tras unos cuantos alaridos más de rigor", explica Ad Absurdum en su libro.
Los investigadores de Felipe V han destacado lo trastocado de sus horarios de vigilia y sueño: el rey llegaba a cenar a las cinco de la madrugada, a acostarse a las ocho y despertarse al mediodía, pasar la tarde mirando por la ventana y atender a sus ministros a las dos de la madrugada, según Historia absurda de España. Finalmente, el primer rey Borbón de España murió en el año 1746 de manera repentina por un ictus tras una larga e incapacitante enfermedad mental plagada de anécdotas de lo más extravagantes.